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El náhuat florece: instrucciones para salvarlo de la extinción

Aunque el Estado tiene la responsabilidad de proteger la cultura y las raíces de los pueblos originarios, no ha tomado medidas significativas para hacerlo. A pesar de algunas acciones puntuales, estas han sido principalmente simbólicas y carecen de profundidad.

El náhuat florece: instrucciones para salvarlo de la extinción

Aunque el Estado tiene la responsabilidad de proteger la cultura y las raíces de los pueblos originarios, no ha tomado medidas significativas para hacerlo. A pesar de algunas acciones puntuales, estas han sido principalmente simbólicas y carecen de profundidad.

El náhuat florece: instrucciones para salvarlo de la extinción

Aunque el Estado tiene la responsabilidad de proteger la cultura y las raíces de los pueblos originarios, no ha tomado medidas significativas para hacerlo. A pesar de algunas acciones puntuales, estas han sido principalmente simbólicas y carecen de profundidad.

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noviembre 18, 2024
16
min
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En el año 2020, mientras pasaba la cuarentena en su casa, Jonathan Rivas —migrante que creció en Maryland, Estados Unidos— decidió ocupar una parte de su tiempo libre aprendiendo náhuat, una de las lenguas prehispánicas de El Salvador, su país natal.

Su interés, que puede considerarse parte de un proceso de reetnización, lo llevó a conocer a Héctor Martínez, un maestro de náhuat creador de Timumachtikan Nawat (que en español significa Aprendamos Náhuat), una plataforma que ofrece recursos en línea para la enseñanza y el aprendizaje de esa lengua por medio de herramientas en línea, como YouTube o Instagram.

El náhuat es una lengua materna salvadoreña, con un promedio de 200 hablantes nativos cuyo promedio de edad es 70 años —originarios la mayoría de Santo Domingo de Guzmán, que en náhuat es conocida como Witzapan que significa  Río de espinas, localidad a 80 kilómetros de distancia de San Salvador, capital de El Salvador—, y que se asoma a la extinción, como también ocurre con el 38 por ciento de las lenguas indígenas de América Latina y el Caribe, según los avances de un estudio realizado por la Secretaría General Iberoamericana.

Jonathan, después de conocer estas desesperanzadoras cifras en las clases de Héctor, invitó a su amigo Efraín Zelaya a tomar clases de náhuat. Un tiempo más tarde se convirtieron en los primeros donantes de Timumachtikan Nawat —la plataforma ya tenía sus cuentas de redes sociales— y se unieron al equipo de la plataforma. Y juntos los tres fundaron Ne Ichan Sefoura (que en español significa La Casa de Sefoura).

Pero hacía falta más. Entonces comenzaron a idear cómo hacer más inclusivos los procesos pedagógicos porque, hoy por hoy, muy pocos centros educativos ofrecen la enseñanza y, los que sí imparten cursos, suelen tener horarios restrictivos y a costos elevados lo que, según ellos, provoca desmotivación para quienes quieren aprender.

Héctor, según contó, tenía claro que había cierto interés por el aprendizaje, por lo que el primer paso fue crear un programa accesible económicamente. La estrategia inicial fue ofrecer clases gratis y así fue como nació el concepto de becas para los estudiantes de náhuat. El programa comenzó con un grupo pequeño cursando el nivel introductorio. Este fue el punto de partida de un proyecto que busca derribar barreras económicas y revitalizar una lengua ancestral.

El desafío de salvaguardar

¿Qué factores han llevado al náhuat al borde de la extinción en un país con más de 6 millones de habitantes?  Esto tiene sus raíces en un episodio histórico traumático. El 2 de diciembre de 1931, Maximiliano Hernández Martínez tomó el poder tras un golpe de Estado, en medio de una crisis económica causada por el colapso de los precios del café. La situación política llevó a una insurrección el 22 de enero de 1932, cuando miles de campesinos, en su mayoría indígenas, se alzaron en la zona Occidental del país. El levantamiento fue sofocado rápidamente por el ejército, y en represalia, se estima que entre 10 y 30 mil personas fueron asesinadas.

Uno de los líderes del levantamiento fue José Feliciano Ama, campesino e indígena de Izalco, quién luego de la represión fue ahorcado por las fuerzas militares, vestido únicamente con su sala y kutun (camisa y pantalón en náhuat), plena luz del día a vista de los pobladores del lugar.

Este suceso, que alcanzó niveles de etnocidio según el consenso académico, tuvo como epicentro a Izalco. En este distrito salvadoreño fueron enterradas, en una fosa común ubicada en las ruinas de la iglesia de la Asunción, una parte de las víctimas. En la actualidad este lugar es conocido como El Llanito.

La masacre marcó el inicio de un proceso de marginación y represión de las identidades indígenas, principalmente de los izalcos, incluyendo la lengua.

A partir de esa masacre, las comunidades indígenas enfrentaron una política de represión cultural que las forzó a abandonar sus costumbres y lengua para evitar ser perseguidas. El náhuat, en particular, fue marginado y silenciado por miedo a represalias. Además, la falta de políticas de protección lingüística durante décadas contribuyó a la progresiva desaparición del idioma.

Históricamente los pueblos originarios han sido invisibilizados, según una investigación de la antropóloga Mariella Hernández Moncada, como resultado de la violencia y el despojo durante la colonización española, las comunidades indígenas fueron gravemente afectadas. Enfermedades como la malaria, viruela, sarampión, fiebre amarilla y tuberculosis redujeron su población hasta en un 80% en algunas áreas. En las zonas costeras, la población indígena prácticamente desapareció. Las comunidades que sobrevivieron se agruparon en las áreas que hoy corresponden a los departamentos de Ahuachapán, Sonsonate, La Libertad, San Salvador, La Paz y Morazán. Estas comunidades fueron obligadas a integrarse al sistema colonial, que se centraba en las haciendas y usaba la encomienda como forma de control y explotación.

Hasta hace diez años, las comunidades indígenas no eran reconocidas por la Constitución de la República de El Salvador, sino hasta 2014 que la modificación del artículo 63 de la Constitución de El Salvador reconoció la existencia de los pueblos originario el cual se lee lo siguiente: «El Salvador reconoce a los Pueblos Indígenas y adoptará políticas a fin de mantener y desarrollar su identidad étnica y cultural, cosmovisión, valores y espiritualidad».

El Salvador también cuenta con una Ley de Cultura, aprobada en 2016. En el artículo 9 de esta ley se lee: «el castellano es la lengua oficial de El Salvador y constituye parte de los bienes constitutivos del patrimonio cultural, al que pertenecen igualmente las lenguas de los pueblos indígenas, ya sean vivas o en proceso de rescate».

Sin embargo, en cuanto al proceso de rescate del náhuat, se ha hecho muy poco. Como señala Héctor, en lugar de rescatar el idioma, están excluyendo a los abuelos y abuelas que son los portadores de este valioso conocimiento.

¡Shimutalikan! ¡Sientate!

Aunque el Estado tiene la responsabilidad de proteger la cultura y las raíces de los pueblos originarios, no ha tomado medidas significativas para hacerlo. A pesar de algunas acciones puntuales, estas han sido principalmente simbólicas y carecen de profundidad o continuidad, según el antropólogo Julio Martínez, que ve estos esfuerzos como superficiales, ya que no abordan las verdaderas necesidades para la preservación cultural ni la revitalización integral del náhuat. Un ejemplo es la iniciativa del gobierno salvadoreño en 2018, que formó a 70 docentes en enseñanza de náhuat e identidad cultural. Sin embargo, esta iniciativa no recibió el seguimiento adecuado.

Para Martínez, debería existir al menos un docente de náhuat en cada una de las más de 6,000 escuelas públicas de El Salvador, lo que reflejaría un compromiso real con la revitalización de la lengua.

La celebración del Día de la Lengua Náhuat, el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, y el Día de las Mujeres Indígenas ha sido reconocida por los gobiernos de El Salvador. Sin embargo, a diferencia de países como México y Chile, donde los últimos portadores de lenguas originarias son considerados tesoros vivientes y se implementan estrategias efectivas para su protección y bienestar, el país no ha logrado brindar una protección adecuada a sus propios hablantes de náhuat.

Mientras que en estos países se ofrecen beneficios específicos y programas para mejorar la calidad de vida de los portadores de lenguas ancestrales, en El Salvador los últimos 200 hablantes de náhuat, que deberían ser tratados como tesoros vivientes, viven en condiciones de pobreza, sin acceso garantizado a servicios básicos. Esto refleja un compromiso insuficiente por parte del Estado en la preservación de su cultura y lengua indígena​.

Según Martínez, brindar protección a estas personas no representaría una carga para el Estado salvadoreño, sino que debería ser una oportunidad para fortalecer la identidad nacional y el sentido de pertenencia de los ciudadanos, considerando además que cuando las personas se conectan con sus raíces culturales, comienzan a amar más a su país y a sentirse dueños de su historia y su sociedad.

El abandono del Estado ha sido constante en todos los gobiernos. Sin embargo, Héctor no perdió la esperanza ni temió proponer un proyecto nacional para la enseñanza del náhuat. En 2019, con la llegada de un nuevo gobierno, intentaron establecer contacto con Suecy Callejas, quien en ese momento ocupaba el cargo de Ministra de Cultura. Aunque no lograron hablar directamente con ella, se les delegó a Erick Doradea, entonces director de Redes Territoriales, quien recibió la propuesta. Su posición era clave, pues gestionaba asuntos relacionados con las comunidades indígenas.

A pesar del esfuerzo y la presentación de un proyecto detallado, las expectativas se vieron frustradas.

«Llevábamos nuestras mejores ideas», comentó Héctor. Sin embargo, después de la reunión solo recibieron la promesa de que serían contactados, algo que hasta hoy no ha ocurrido. La propuesta sigue a la espera de una respuesta formal.

Este tipo de situaciones subraya la falta de seguimiento en proyectos que impactan a comunidades históricamente marginadas, como los pueblos indígenas, quienes aún esperan un compromiso más firme por parte de las autoridades culturales. Un ejemplo claro es la decisión del Ministerio de Educación de El Salvador, que en febrero pasado se desligó de las Kunas Nawat, escuelas dedicadas a la enseñanza del náhuat a niños de entre 5 y 8 años. En su lugar, se propuso el proyecto de Nidos de Inmersión Lingüística, que debería sustituir a las cunas. Sin embargo, a la fecha no se ha brindado información clara sobre cómo se está implementando esta nueva iniciativa.

Timumachtikan Nawat

Lo que comenzó como el sueño de dos jóvenes de reconectar con sus raíces, se ha transformado en el mayor repositorio digital de náhuat, con una amplia presencia en redes sociales, cuenta con más de 22,000 seguidores en Facebook y más de 3,300 en Instagram.

La Casa de Sefoura ha becado a más de 700 personas como resultado de diez convocatorias desde 2020. Los beneficiarios han tomado clases en tres niveles y, al finalizar cada uno, reciben un diploma. Como proyecto final, redactan un artículo sobre un tema de su elección para Wikipedia en náhuat, los estudiantes han sido claves en la elaboración de más de 300 artículos en náhuat, fortaleciendo la presencia de la lengua en plataformas digitales y aportando a su revitalización.  Aunque, el proyecto que aún está en «fase de incubadora», pues necesitan más de 500 artículos para que Wikipedia reconozca esta wiki en náhuat a nivel mundial.

Según el VII Censo de Población y el VI de Vivienda, realizado en 2024, de los más de 6 millones de habitantes en El Salvador, apenas 1,135 personas hablan náhuat. Esta cifra incluye a 200 hablantes nativos, los nahuahablantes y neo-hablantes, es decir, aquellos que han aprendido la lengua por iniciativa propia. Esfuerzos como Timumachtikan Nawat y Ne Ichan Sefoura han contribuido de manera significativa a mejorar estas estadísticas, pero sigue siendo muy poco, como reconoce Jonathan Rivas, el camino por recorrer aún es largo.

En 2023, se sumaron nuevos esfuerzos al proyecto. Nathalia Mazariegos y un grupo de tres mujeres salvadoreñas residentes en California, Perla, Claudia Peña y Rosa Castro, bajo el nombre Tikyulwepat ne nawat que significa «Devolvámosle el corazón al náhuat», se unieron como donantes a la iniciativa.

Reconocieron que este esfuerzo no solo preserva la lengua, sino que también promueve el bienestar de las comunidades indígenas, fundamentales para la salud comunitaria y el medio ambiente. Gracias a su participación, el proyecto Timumachtikan Nawat incorporó un nivel de enseñanza de náhuat en inglés. La actual maestra del nivel de náhuat/inglés es Valery Santillana, alumna de los tres niveles en la escuela virtual de náhuat y ahora docente en este proyecto.

Además, los estudiantes de esta escuela han sido clave en la elaboración de más de 300 artículos escritos en náhuat para Wikipedia, fortaleciendo la presencia de la lengua en plataformas digitales y aportando a su revitalización. 

Uno de los logros más significativos dentro de este proyecto ha sido la creación del primer diccionario náhuat escrito por una nahuahablante, Nantzin Sixta Pérez, una mujer  indígena de 83 años de Santo Domingo de Guzmán. El diccionario, titulado Yultajtaketzalis —que significa «Palabras del corazón»—, es un reflejo de la cosmovisión de los pueblos originarios de El Salvador, y se ha convertido en un testimonio invaluable para la identidad cultural del país.

Sixta Pérez, es maestra desde hace 4 años en la escuela Ne Ichan Sefoura, ha dejado una huella profunda en la lucha por mantener viva esta lengua ancestral, que ha resistido más de 500 años de colonización.Para Sixta, participar como maestra en este proyecto le ha permitido hablar más náhuat y, como ella misma dice, la ha hecho más «fuertona»; cada día se siente más orgulloso de su idioma.

Hasta la fecha, se han distribuido gratuitamente más de 1,000 ejemplares del diccionario en cuatro presentaciones: la primera en Witzapan, Santo Domingo de Guzman la cuna de la lengua náhuat; luego en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, y posteriormente en dos distritos de Cuscatlán, El Salvador: Cojutepeque y Suchitoto.

Este proyecto fue posible gracias a una colecta comunitaria que se extendió por cuatro meses, con la participación de más de 200 personas que contribuyeron económicamente. Además, recibió el respaldo de la empresa AES y la Fundación Make Art Not War (Haz arte, no guerra), demostrando el poder del trabajo colectivo en la preservación del patrimonio cultural.

Náhuat no Náhuatl

Uno de los puntos importantes en la creación de este diccionario fue su registro. El náhuat salvadoreño es diferente al náhuatl de México, es decir con L al final. Aunque son lenguas hermanas, las variaciones en sus dialectos y las diferencias en muchas palabras marcan una clara separación entre ambas y les otorga a cada una identidad propia. Este punto fue clave, pues en la agencia nacional del ISBN, por las siglas en inglés de International Standard Book Number, en español «código internacional normalizado para libros» después de un largo proceso de llenado de información, no se les permitió registrar el libro bajo la lengua NAHUAT sin L, a pesar de eso no desistieron pues tienen claro que hacer eso desmerita su trabajo y de la identidad de la lengua en la que estaba escrita, por ello por medio de una patrocinadora del proyecto lograron registrar el libro en la agencia del ISBN de Los Ángeles California, en Estados Unidos, proceso que a diferencia de El Salvador, le tomó varios meses en Estados Unidos tomó alrededor de una semana.

Darle la vuelta

Según el antropólogo Martínez, la avalancha tecnológica está contribuyendo a la desaparición de nuestra propia cultura, pero reconoció que proyectos como Timumachtikan Nawat le están «dando la vuelta» a esta tendencia utilizando las herramientas tecnológicas a su favor, lo que representa una innovación en la enseñanza tradicional del náhuat.

Pero al no estar respaldado por una política de estado y ser un proyecto individualizado esto podría durar poco.

«Ojalá hubiera de nuevo, que no fuera un esfuerzo individualizado, un esfuerzo al que lo vemos muy bien, sino que fuera política de Estado. Porque los esfuerzos individuales son bonitos, pero si no son política del Estado, se van a quedar en eso: en un esfuerzo individual bonito, aplaudible, pero sin impacto. Creo que hay que aprender de eso y entonces no ser como una llovizna que hubo una tarde, sino verse como el mar que te cubre todo».

Al igual Martínez, Jonathan Rivas, opinó que la enseñanza del náhuat debería de ser un derecho para los salvadoreños.

El pasado mes de septiembre, Timumachtikan Nawat fue reconocido por el Parlamento Centroamericano con el título «Héroes de la Resistencia Indígena, Negra y Popular ante el Bicentenario». Lo que fue un logro significativo para el proyecto.

Esta iniciativa ha involucrado directamente a los abuelos y abuelas hablantes de náhuat en la enseñanza dentro de su plataforma, reconociendo su papel fundamental en la preservación de la lengua y las tradiciones. Conscientes de la riqueza cultural que aún queda por resguardar, también han organizado talleres virtuales sobre diversos aspectos de la cultura náhuat salvadoreña, como la vestimenta tradicional, sabores artesanales, mitología náhuat, música en náhuat y la cultura del maíz, entre otros. Estos esfuerzos no solo preservan el idioma, sino que también mantienen vivas las prácticas y conocimientos ancestrales que forman parte esencial de la identidad indígena.

Este reportaje se realizó con el apoyo del Fondo para el Periodismo de Soluciones en Latinoamérica, una iniciativa de El Colectivo 506.

Diana Anzora

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