Mercedes Molina señala las trampas que ha instalado en su pequeña finca de café y sonríe con picardía mientras relata que esos artefactos, fabricados artesanalmente con botellas de plástico y alcohol, atrapan a esos animalitos pegajosos, que saltan de un lado a otro, frenéticamente veloces, amenazando con echar a perder una buena parte del cultivo.
— Con eso logro detener la Broca —agrega. Luego explica que esos insectos, que parecen diminutos escarabajos, son una de las peores plagas para el café.
Es mediodía. Estamos en el cantón Taltapanca, en el municipio de Apaneca, Ahuachapán. Mercedes camina, enérgica, mostrando sus plantaciones de café, explicando los métodos que aplica para tener una mejor producción, detallando que desde hace un buen tiempo dirige a un grupo de 12 agricultores, entre hombres y mujeres, adultos y jóvenes.
Hace algunas décadas, cuando el café era el motor de la economía salvadoreña, hubiera sido imposible observar a mujeres liderando la producción de café. Ahora, en algunas fincas de Ahuachapán, las cosas han comenzado a cambiar.
Mercedes es un ejemplo. Tiene más de setenta años, pero sus conocimientos técnicos la han convertido en toda una lideresa; sobre todo desde que recibió una serie de capacitaciones en la Escuela de Administradores de Café Renacer, fundada en 2019 como parte del proyecto Raíces de Ahuachapán de CRS (Catholic Relief Services).
A partir de entonces, Mercedes comenzó a aplicar nuevos métodos para sembrar, cortar y procesar café. Ahora lo vende directamente, con su propia marca y su propio nombre.
Mercedes se sumergió en el mundo del café desde que tenía 15 años, allá en el departamento de La Unión, en las fincas de un señor llamado Mario Gómez. Por ese entonces a las mujeres les asignaban principalmente el corte del café.
— A las mujeres nos delegaban el llenado de bolsa, el abonado, porque el foliado solo lo hacían los hombres. Pero después llegamos a un tiempo en que el mandadero decía que iba a seleccionar a 10 mujeres para foliar. Entre esas 10 iba yo. Nos daban bombas y nosotras le dábamos.
Años después comenzó a viajar a Ahuachapán, especialmente en las temporadas de corta, pues el trabajo en el occidente del país era abundante.
— Aquí me acompañé, me casé y tuve a cinco hijos. Mi esposo era socio de una cooperativa y como la cooperativa cayó en quiebra le dieron una manzana a cada uno. Fue así como comenzamos a realizar nuestros propios cultivos.
En un principio la cosecha de café la vendían a compradores intermedios a un precio que le dejaba pocas ganancias. Pero en 2019, cuando comenzó a recibir las capacitaciones, las cosas cambiaron: no solo obtuvo una mejor cosecha, sino que la vendió a compradores directos.
— Algunas vecinas me preguntaban cómo había hecho para ingresar al proyecto (de la Escuela Renacer), porque veían cómo había mejorado mi finca.
Mercedes asegura que comenzó a explicarles y se convirtió en promotora de seis hombres y seis mujeres agricultoras.
Ahora es una líderesa, que toma decisiones en su casa y en su comunidad. Aparte de cultivar café también siembra maíz y frijol, realiza labores domésticas y tareas de la iglesia.
— Mi esposo siempre me dice que hay que vea yo, porque no hay diferencias que yo sea mujer. Y eso les digo a las demás mujeres: que no nos sintamos abajo, que trabajemos, que también tenemos la capacidad para hacer lo que sea.
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La Escuela Renacer está en la Finca Noruega y la Finca Noruega está en Ahuachapán. El clima fresco se percibe cuando dejamos las calles empedradas de Apaneca y ascendemos hasta llegar a una zona inundada con plantas de café, por todos lados, de diferentes clases. Ahí nos recibe Sigfredo Corado, director de la escuela desde su fundación.
Corado es un ingeniero agrónomo que durante años fue profesor en Escuela Nacional de Agricultura (ENA); ya jubilado, y con todo el conocimiento acumulado, aceptó el desafío de implementar nuevos métodos de cultivo para promover un renacimiento del café en Ahuachapán.
— En 2019, cuando nació la escuela, el precio del café era lo más bajo que se tuvo. Ya no era rentable. Entonces los caficultores estaban cortando su finca y sembrando otros cultivos.
Fue entonces que Renacer comenzó a capacitar a los productores para evitar la destrucción de fincas y mejorar la calidad del café y sus precios.
— Si ellos obtenían mejores precios, entonces iban a seguir cultivando café y no iban a tener necesidad de cambiar a otro cultivo.
¿Pero qué hacer para mejorar el café y su precio? Esa fue la pregunta que definió la estrategia y la estrategia fue la creación de una serie de capacitaciones para los administradores de finca.
El primer curso consistía en la implementación de un nuevo método de cultivo, con prácticas de conservación de agua y suelo para la siembra de café.
En ese sentido, lo primero era permitir una mejor infiltración de agua. Lo segundo era hacer una fertilización con base a un análisis de suelo. Lo tercero era eliminar el uso de herbicida.
Luego, ya cosechado el café, hacer una recolección selectiva para mejorar la calidad.
— Cuando nosotros iniciamos con los cursos encontramos cafés que tenían un puntaje de 79 puntos. Con ese café no podíamos competir. Luego, aplicando nuestro método, la mayoría de los cafés comerciales andan entre 82 y 83 puntos. Eso ya permite obtener precios separados de la Bolsa de Nueva York. Entonces vienen los compradores y saben que el café producido con todas esas prácticas es de mejor calidad y lo pagan mejor.
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Heidi López Damián tiene 20 años y al igual que doña Mercedes es líderesa en el cantón Taltapanca. Tiene a su cargo al menos a diez agricultores, hombres y mujeres, adultos y jóvenes, a quienes los instruye en los métodos de siembra y formas de abono.
A su criterio, una de las técnicas más eficientes que aplican para obtener un mejor grano es la «poda colombiana».
Heidi asegura que el grupo que lidera maneja unas 12 manzanas y producen hasta 16 quintales de café en cada una de ellas.
— Al principio fue un poco difícil con las personas, porque la mayoría son adultos, pero con el tiempo van entendiendo.
Heidi es hija única. Pero gracias a los cursos en la escuela ha logrado no solo convertirse en promotora en su comunidad y ayudar a sus padres, sino conocer otras aristas del café como la catación y el barismo.
— Más adelante me gustaría estudiar agronomía—sentencia, con una tímida sonrisa.
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Luego de aplicar las técnicas y mejorar la producción de café, la Escuela Renacer, según el ingeniero Corado, comenzó a organizar una red de promotores para incentivar la producción en los caseríos y cantones de Ahuachapán.
También, para motivar a los productores, comenzaron a conectarlos con compradores nacionales y extranjeros.
— Viene el comprador y va a conocer al productor de café y lo compra directamente. Ese era un objetivo porque la comercialización de café en El Salvador lo común es que el pequeño productor le entrega al beneficiador y el beneficiador le pone ahí su nombre. Pero ahora es un trato directo con la persona que produce el café. Esto provocó que los dueños de fincas y los productores comenzaran a entusiasmarse por producir café de calidad.
El ingeniero Corado explica que comenzaron trabajando con 35 productores, pero que ahora son 335 que manejan alrededor de 120 fincas.
En el caso de los compradores extranjeros, la Escuela Renacer funciona como intermediaria. De esa manera han logrado vender café de las comunidades a clientes como Coffee Exchange, de Estados Unidos, y Falcon Specialty, del Reino Unido.
— En el primer año que comenzamos a trabajar el precio al productor era de 38 dólares por quintal y el costo de producir ese quintal andaba entre 80 y 90 dólares, es decir, eran puras pérdidas. Ya cuando nosotros comenzamos a trabajar, con las técnicas que he mencionado, logramos pagar 100 dólares por quintal. El segundo año 110 dólares. El tercer año 190 dólares.
Esos incentivos, según Corado, disparó la producción: 125 quintales en el primer año, 250 en el segundo y 2 mil en el tercero.
De acuerdo con estadísticas del Consejo Salvadoreño del Café, la producción de café cayó en picada la pasada década. Por ejemplo, a finales de los años ochenta e inicios de los noventa El Salvador producía más de 3 millones de quintales de café. Pero durante la década pasada apenas se producían entre 700 y 900 mil quintales. La tendencia se ha mantenido en la actualidad. El número de las exportaciones son similares: si a finales de los años ochenta se exportaban 3 millones de quintales actualmente se exportan poco más de 600.
Renacer nació con el objetivo de florecer nuevamente la producción de café salvadoreño. Pero no cualquier café, sino un café de calidad. Quizá por eso en 2020 apareció entre los 15 primeros lugares de la Taza de la Excelencia.
— El grupo de productores mejoraron la calidad del café para ya no estar dependiendo de la Bolsa de Nueva York, pero hubo productores que sobrepasaron esa calidad, ya no eran 83 puntos, sino 84 u 85.
Otras de las características de la escuela es la formación de jóvenes, que en un principio se ven atraídos por los cursos de catación y barismo, pero que finalmente terminan recibiendo las capacitaciones en administración de fincas, pues se dan cuenta que todo es un complemento. El 25 por ciento de los asistentes son mujeres.
De esa manera han nacido lideresas como Heidi y doña Mercedes.