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El caso argentino: ¿ultraliberalismo económico es más neoliberalismo?


Por eso los economistas, especialmente los ultraliberales, deberían estar expectantes al caso argentino, porque ahí es, por así decirlo, el primer laboratorio en América Latina de la agenda económica ultraliberal.
Publicado en enero 12, 2024
Economista. Coordinador del Área de Macroeconomía y Desarrollo de FUNDE.

En diciembre recién pasado asumió como presidente de la República Argentina el economista Javier Milei. Este es un caso excepcional, pues, que haya registros, en la América Latina reciente no se había tenido un economista como mandatario que abrazara el pensamiento de la escuela austríaca de economía. Son conocidos casos en los que los mandatarios economistas de la región han sido marxistas, estructuralistas, monetaristas, keynesianos, etc., pero no uno que abrazara, con tanta fuerza y vehemencia, el pensamiento de la escuela austríaca.

A primera vista, como ha sucedido en su mayoría con periodistas, se asume la visión y la agenda económica de la escuela austríaca como idéntica a la neoliberal, o, por así decirlo, como más de lo mismo, pero añadiendo quizás unos pequeños matices. Sin embargo, la escuela austríaca o ultraliberalismo económico tiene un pensamiento diferente al tradicional neoliberalismo (monetarismo) que estructuró las políticas económicas desde los años 90, y, en algunos países, como en el caso de Chile, desde los años 70[1]. Aunque su agenda de trabajo y de reformas económicas puedan resultar a la vista del público bastante similares, es importante diferenciar que es lo que nutre y hace diferente el pensamiento de la escuela austríaca.

En primer lugar, aunque acá nos referimos a la economía como ciencia, es importante destacar que quienes son los desarrolladores del pensamiento de la escuela austríaca van más allá y no se refiere solo a una doctrina económica a secas sino también a una filosofía sobre la sociedad donde las dinámicas del mercado son las principales estructuradoras de la vida humana. El mercado no es solo el espacio donde se concretiza el proceso del cálculo económico y los individuos se organizan para producir, distribuir y consumir los recursos — esto es algo que lo enseña los manuales de economía contemporánea— , sino que el mercado es también la institución social más avanzada en la historia de la humanidad que garantiza a los individuos vivir en plena libertad y explotar al máximo sus capacidades como seres humanos. A mí me gusta decir para darme a entender mejor que la escuela austríaca es la doctrina o el pensamiento del «mercado total»; es decir, las reglas del intercambio y el cálculo económico en el proceso de mercado comienzan a colonizar otras esferas de la vida porque su legitimidad proviene que este tipo de proceso busca verdaderamente la libertad de los individuos.

Los principales exponentes del pensamiento de la escuela austríaca durante el siglo XX fueron Ludwig Von Mises y su discípulo Friedrich August Hayek —premio nobel de economía en 1974—. Tanto Mises como Hayek definieron como un enemigo acérrimo al socialismo, en cualquiera de sus versiones, así como también el keynesianismo, por considerar que el Estado distorsiona el funcionamiento del mercado cuando interviene en la economía, por tanto, afecta la libertad de los individuos. Esto nos lleva a un segundo punto relevante: curiosamente, el pensamiento de la escuela austríaca, al igual que el marxismo, también tiene una quimera sobre un futuro donde los seres humanos serán verdaderamente libres, solo que actualmente no lo son, pues para los marxistas, en la actualidad los individuos están alienados y son explotados, mientras que para los ultraliberales el Estado interviene muchas dimensiones de la vida humana, y de lo que se trata es que para ser verdaderamente libres esas dimensiones debemos dejarlas a la lógica del mercado. Por sorprendente que parezca esto incluye a la política como dimensión social, es decir, la política debe ser entendida e interpretada a la luz de la lógica del mercado; el quehacer político de los individuos debe estar supeditado en última instancia por sus intereses económicos en expresión de la libertad, y no ligados a las reglas de la política.

En este sentido, no es raro entonces comprender el accionar del presidente argentino en cuanto a la emisión de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) que violan, según los expertos en derecho constitucional, los procesos y mecanismos propios de un Estado de Derecho. Esto no es un mero problema político de un malentendido entre funcionarios del Ejecutivo o de simples diferencias entre el Ejecutivo y el Congreso argentino; esto forma parte de la quintaesencia de la escuela austríaca y lo podemos ver desarrollado con bastante claridad en el pensamiento hayekiano según el cual la democracia es un sistema político que debe estar supeditado a la libertad económica de los individuos y no al revés, así como también no existe la justicia social, sino que está es una falacia del Estado de Derecho. Dicho de una manera más sencilla: la libertad individual es más importante que la democracia; y respecto a los problemas sociales como la pobreza, la exclusión y la marginalización social, nadie es responsable de ello. Más allá de los tecnicismos jurídicos y de los debates parlamentarios y judiciales sobre la ilegalidad de los DNU, también han sido criticados por prestigiosos filósofos del derecho argentinos como Roberto Gargarella y Andrés Rosler. Para ellos, a riesgo de simplificar enormemente, los DNU son una manera de desestimar los procesos que emanan de la Constitución y erigir, por así decirlo, espacios para abusar so pretexto de liberalizar la economía para alcanzar un mejor bienestar económico; en esto el nuevo gobierno no sería diferente de las pretensiones del kirchnerismo al intentar soslayar una y otra vez el debido proceso mediante emisiones de DNU.

Dejando a un lado el tema político, y, en tercer lugar, el gobierno de Milei también se presenta como la oportunidad de legitimar epistemológicamente el pensamiento de la escuela austríaca. Como se dijo anteriormente, es un caso inusitado que haya un presidente que toma como dogma el pensamiento de la escuela austríaca y lo vuelve su agenda de trabajo en un país en particular. El presidente argentino está echando a andar un programa de reformas económicas liberalizadoras para sacar de la hiperinflación la Argentina; la agenda neoliberal con sus resultados la conocemos por la experiencia de muchas economías durante los años 90 en América Latina, e incluso podemos encontrar un manual a seguir en el texto famoso de Jeffrey Sachs Macroeconomía en la era global, en el capítulo destinado a como detener una hiperinflación galopante. La economía como disciplina científica se somete a revisión una vez la doctrina o el pensamiento económico articula el quehacer estatal —la política económica—, de ahí que los resultados de dichas acciones son evaluados desde la doctrina misma si son convenientes o no, o si están solucionando o exacerbando el problema económico de un país.

Para entender mejor esta dimensión tengamos en cuenta que las reformas económicas de los años noventa de corte neoliberal. Liberalizar la economía, reducir el déficit fiscal, privatizar las empresas públicas, flexibilizar el mercado laboral y promover de manera acérrima el comercio internacional tenían por finalidad mejorar el desempeño económico, crecer más, reducir la pobreza y el desempleo, pero décadas después conocemos de los desagravios de dichas políticas, especialmente para los sectores medios y bajos. Pues de la misma manera, el tiempo dirá y calibrará la consistencia del quehacer económico desde la perspectiva de la escuela austríaca de economía. Por eso los economistas, especialmente los ultraliberales, deberían estar expectantes al caso argentino, porque ahí es, por así decirlo, el primer laboratorio en América Latina de la agenda económica ultraliberal. Si falla, se habrá deslegitimado considerablemente.

Pero más allá de la dimensión epistemológica, y del sustento científico de las medidas que está llevando a cabo el gobierno de Milei[2], lo relevante en ultima instancia será la percepción del bienestar económico de la mayoría de los argentinos. Muchos votaron por el nuevo mandatario porque se desencantaron con la maltrecha economía gestionada por el gobierno de Alberto Fernández, pero si los ciudadanos no ven cambios sustanciales, seguramente pasará lo mismo con este nuevo gobierno. En este sentido, un dato es relevante: desde 1983 —el año del regreso de la Argentina a la democracia—, todos los presidentes no peronistas, a excepción de uno, han sido expulsados de su cargo con protestas por la reforma económica en curso[3].

Así, es difícil creer que los argentinos aguarden mucho tiempo, tal como lo ha expresado ya en varios discursos el presidente Milei, en el sentido del que el proceso de reforma económica si bien es de golpe y también será largo y que para ver resultados falta mucho tiempo. Los tiempos políticos son diferentes a los momentos económicos y esto parece no entenderlo el gobierno del mandatario argentino.

[1] Es cierto que el gran exponente de la escuela austríaca de la economía, Friedrich Hayek, visitó durante los años setenta Chile y aprobó muchas de las medidas del gobierno, pero él no participó en el diseño de El ladrillo, que contiene los elementos esenciales de la política económica del gobierno pinochetista.

[2] El destacado filósofo de la ciencia argentino Mario Bunge sostiene en su libro Las ciencias sociales en discusión. Una perspectiva filosófica que el pensamiento de la escuela austríaca carece de rigor científico porque no se nutre de datos para redefinir y mejorar sus aserciones. La escuela austríaca se parece más a una serie de principios dogmáticos que se deben cumplir a rajatabla independientemente de cómo evolucioné la economía en la realidad porque simple y llanamente los principios que propugna la escuela son los correctos.

[3] “Javier Milei implements shock therapy in Argentina” en The Economist, 13 de diciembre de 2023.

    
 

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