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Esta historia no comenzó en la década pasada en Nuevo Cuscatlán. Ni en la década de los ochenta o noventa del Siglo 20. Todo comenzó hace más de un siglo cuando una docena de comerciantes árabes, políglotas y con buenos contactos, desembarcaron en los puertos de Acajutla y La Libertad buscando mercados fértiles para sus artesanías religiosas de concha nácar y para sus productos manufacturados en Europa.
Esa, en palabras del historiador Pedro Escalante Arce, fue la segunda migración más importante que recibió El Salvador desde la invasión y colonización española; nosotros, en el desciframiento de su configuración, encontramos las respuestas a algunas de las ideas del poder que practica el presidente Nayib Armando Bukele Ortez.
Veamos preliminarmente el asunto: entre 1892 y 1940 desembarcaron centenares de migrantes nacidos en Belén, Jerusalén y Líbano, entre ellos los ascendentes directos e indirectos del presidente, quienes se cerraron a cal y canto sobre sí mismos —endogamia— para protegerse del racismo de los salvadoreños de a pie y de los abusos de los gobernantes de la época, representados por Maximiliano Hernández Martínez.
Pero esa es una verdad a medias.
La migración fue por llamada: el padre viajaba y después pagaba por el viaje de su familia completa. También hubo llamadas entre familiares lejanos, amigos e inclusive entre simples conocidos. Abdeluahed Akmir, investigador de las migraciones árabes en Latinoamérica, explicó, en su libro Los árabes en América Latina. Historia de una emigración, que en el Líbano hubo pueblos enteros que quedaron vacíos.
En esas ciudades sus pobladores vivían organizados en tribus, subtribus, familias y ramas familiares lideradas por las dominantes figuras patriarcales. También vivían organizados en millet, traducible como pueblo unido y definido por su religión. Era una división que permitía a las comunidades conservar sus particularidades pero que, a la vez, segregó a cristianos y judíos en el Imperio Otomano.
La organización tribal y el millet también moldearon la endogamia de los migrantes y de sus descendientes; el embrión de la endogamia viajó con ellos y las situaciones adversas la fortalecieron.
Volvamos al presidente: desde su primera época en Nuevo Cuscatlán ya gobernaba con su padre, su hermano Karim, sus primos y su séquito de empleados de confianza que le son servilmente leales. Nunca pudo ni podrá ejercer el poder a la par de personas provenientes de espacios distintos al suyo. Eso, hoy más que nunca, es evidente. En la alcaldía de San Salvador tenía siempre a su lado a Karim a quien le consultaba las decisiones que debía tomar; si en caso no estaba ni respondía el teléfono, simplemente no había acuerdos.
La herencia endogámica que recibió se intensificó con los valores religiosos con los que lo formó su padre, el imán Armando Bukele Kattán. La comunidad islámica sunita salvadoreña tiene, entre otras prohibiciones, negar los lazos familiares, desobedecer al padre negando la centralidad de su autoridad y romper o alejarse de la familia.
El antropólogo René Vladimir Martínez Arévalo, experto en esa comunidad religiosa, dijo: «no existe una empresa musulmana en la que usted no vea normal contratar a sus familiares. Al contrario, se ve mal si usted no lo hace».
En las leyes salvadoreñas el nepotismo es una infracción ética. Para el presidente, sin embargo, es legítimo y lo defiende a capa y espada cuando se trata de su familia.
En este reportaje sostenemos que la aproximación al ejercicio del poder de los Hermanos Bukele debe ser holística. El enfoque que implementamos, a caballo entre la antropología, la historia y el periodismo, provee respuestas —debatibles como todo conocimiento— de los porqués de los comportamientos de Nayib y Karim, el primero elegido democráticamente y el segundo gobernante ilegítimo y de facto.
En su padre, además, encontramos ideas étnicas sumamente fuertes. Para él, la Población Salvadoreña de Origen Árabe (PSOA) había acumulado suficiente poder para desplazar a las tradicionales familias de empresarios de origen blanco europeo, es decir, la conocida como oligarquía. El 22 de septiembre de 2012, en su programa Aclarando Conceptos, comentó: «la comunidad salvadoreña de origen árabe tiene ahora suficiente poder hasta para ser el grupo dominante. Pero como no tenemos conciencia hegemónica, al menos actuemos para dejar de ser dominados».
Desde su perspectiva, entonces, había llegado el momento de librar una batalla entre descendientes de migrantes árabes contra familias de origen europeo.
Por esto consideramos de una ligereza imperdonable creer que la historia de Bukele comenzó en el año 2012 cuando asumió como alcalde de Nuevo Cuscatlán e impulsó esa narrativa en la que se declaró el líder de los jóvenes angelicales que entraron a la política partidaria a ejercerla pulcramente, aún a costa de perder la virginidad.
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El proyecto político de la familia Bukele, personificado en Nayib, no comenzó a finales del 2011, cuando lanzó su candidatura por la alcaldía de Nuevo Cuscatlán. Su padre Armando Bukele fue un hombre con una cabeza propiamente empresarial, pero con marcados intereses políticos. En los años sesenta, por ejemplo, fue dirigente estudiantil. «En la Facultad de Química había un frente liberal demócrata que se llamaba Acción Progresista de Estudiantes de Química, que era presidido por Armando Bukele», recordó Francisco Marroquín, quien en 1964 ingresó a la Universidad de El Salvador como estudiante de Administración de Empresas y terminó enrolado con los socialdemócratas.
En los años noventa, luego de la firma de la paz, Armando Bukele colaboró en las campañas electorales del FMLN. En esa década compró una agencia de publicidad que terminó siendo administrada por su hijo Nayib Bukele, quien, por otra parte, entre 2003 y 2006, mientras administraba una discoteca, tuvo una experiencia que bien pudo significar el inicio de su carrera política.
Pasaron los años. A finales del 2011, Nayib se ofreció como candidato a alcalde por Nuevo Cuscatlán y el FMLN aceptó, pero antes sus dirigentes debieron deshacerse del candidato que habían nombrado meses atrás. Así fue como Nayib participó y ganó las elecciones.
Fue entonces que comenzó a abrirse camino en la política. Lo hizo hegemonizando demandas ignoradas por los partidos tradicionales e instrumentalizando el descontento popular. Entre 2012 y 2014, Nayib dialogó con los jóvenes. Les dijo que no todo estaba perdido. Que no todos los políticos eran pícaros y corruptos. Mientras eso ocurría, varios exfuncionarios eran acusados y procesados por haberse robado fondos públicos.
Nayib también construyó, con la ayuda de su familia, un relato mágico sobre un pueblo abandonado convertido, de la noche a la mañana, en una ciudad del primer mundo. «El dinero alcanza cuando nadie se lo roba», repitió una y otra vez.
Así se convirtió en el candidato a alcalde de San Salvador. Y ganó. Entre 2015 y 2017, Nayib siguió proyectando una imagen de político moderno, empeñado en barrer con las miserias y suciedades de un sistema decadente, corrupto y parasitario. Se erigió como el defensor de la transparencia y la democracia, pero bloqueó a periodistas y mostró algunos síntomas autoritarios. Criticó el nepotismo, pero nombró a familiares en cargos públicos. Así fue ascendiendo, de contradicción en contradicción. Pero eso fue lo de menos. Nayib era el político de moda y nadie profundizó en sus intenciones. Ni en las intenciones de su familia. Al final terminó rompiendo con el partido que lo había acuerpado en su ascenso político. Después lanzó su candidatura presidencial y ganó. El resto es una historia más que conocida.
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Este reportaje se basa en la información obtenida en más de 30 entrevistas con fuentes clave, en reporteos en Nuevo Cuscatlán y San Salvador, en la búsqueda y el hallazgo de documentos históricos en el Archivo General de la Nación (AGN), en la revisión del Diario Oficial y de periódicos privados en las hemerotecas del Museo Nacional de Antropología y en la Biblioteca Nacional, en información obtenida en el Centro Nacional de Registros (CNR), tanto en el registro de comercio como en el registro de la propiedad, y en documentos obtenidos vía Ley de Acceso a la Información Pública (LAIP).
El texto lo dividimos en las siguientes entregas:
CAPÍTULO I
PRIMERA PARTE: Alá y la unción de Nayib
SEGUNDA PARTE: Cómo los Bukele se hicieron millonarios
CAPÍTULO II
PRIMERA PARTE: Nayib, un pastor evangélico y una historia de traiciones
SEGUNDA PARTE: Aquí comenzaron los delirios faraónicos de los Hermanos Bukele
CAPÍTULO III
PRIMERA PARTE: FMLN conocía el comportamiento tiránico de Bukele pero por conveniencia lo disimuló
SEGUNDA PARTE: Bukele saqueó la alcaldía para pagar sus caprichos personales y electorales
Interesante reportaje