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Mujer viril: la transmasculinidad invisible


En las indagaciones sobre disidencias sexuales y de género en la historia salvadoreña, observé que mujeres que hayan salido de los patrones binarios de la sexualidad y el género fueron prácticamente invisibles hasta la década de 1960.
Publicado en mayo 13, 2025
Investigador posdoctoral, Programa de Posgraduación en Sociología y Derecho, Universidad Federal Fluminense. Postdoctorado en Salud Colectiva (IFF/FIOCRUZ – IMS/UERJ), especialista en Género y Sexualidad (IMS/UERJ), Doctor y Máster en Estudios Internacionales en Paz, Conflictos y Desarrollo (Universitat Jaume I). Sus líneas principales de investigación son estudios para la paz, violencias y estudios LGBTI+ en Centroamérica. Contacto: arevalo.amaral@gmail.com

Cada 17 de mayo se conmemora el Día Internacional contra la LGBTIfobia, una fecha para visibilizar las múltiples formas de violencia y exclusión que enfrentan las personas LGBTIQA+. En este marco, es fundamental reconocer una realidad muchas veces invisibilizada: la discriminación que sufren los hombres trans.

Los hombres trans enfrentan estigmas profundamente arraigados que los atraviesan en distintos ámbitos de la vida: en la familia, en el sistema educativo, en los servicios de salud, en el trabajo y en los espacios públicos. Con frecuencia son invalidados, despreciados o simplemente ignorados en políticas públicas y debates sociales, lo que refuerza su marginación. Esta invisibilidad también se refleja en la falta de representación en medios, investigaciones y programas de apoyo que consideren sus necesidades específicas.

En el caso salvadoreño, la identidad política de hombre trans adquirió materialidad el 11 de enero de 2014 con la conformación de la Asociación Generación Hombres Trans de El Salvador conocidos como HT503. Una de sus principales apuestas como colectivo fue la discusión de la masculinidad hegemónica para no reproducir estos mismos patrones en la construcción de las masculinidades de sus miembros. Esta asociación logró visibilizar la identidad de hombres trans al interior del país, identidad de género que no tenía una representación política en el concierto de las letras de la sigla LGBTIQA+. HT503 se articuló con otras organizaciones de hombres trans a nivel regional bajo el nombre de Red Centro América de Hombres Trans (ReCath). Sin embargo, hombres trans ya habían existido, únicamente su identidad social o política había sido invisibilizada.

«María pistolas» Mujer-hombre y hombruna

En las indagaciones sobre disidencias sexuales y de género en la historia salvadoreña, observé que mujeres que hayan salido de los patrones binarios de la sexualidad y el género fueron prácticamente invisibles hasta la década de 1960. Por medio de la designación de «mujer-hombre» y «hombruna» se presentaron a mujeres masculinizadas, las que, por su performatividad disidente de género, escapan de la identidad política de lesbiana y a los moldes tradicionales de mujer de esa época. Veamos el ejemplo de Mario Estrada.

La primera noticia de la «mujer-hombre» María/Mario Estrata fue por medio de una denuncia sobre el asesinato de Cruz Manuel Martínez Argueta en Texistepeque, Santa Ana, el cual se efectuó en medio de un juego, en donde Cruz hizo una «mala jugada» y a Mario no le gustó[1], sacando una escuadra calibre 45[2] con la que le dio muerte a su compañero de juego. En las diligencias sobre el homicidio, Fernanda Argueta de Martínez, madre del asesinado, explicó en el juzgado de Paz de Texistepeque que «Mario o María Estrada es muy hombruna y siempre anda armada y acompañada de su hermano Juan Estrada, que la presenta como hombre»[3]. Se indicó también que acostumbraba, permanecer en Nueva Concepción y algunas veces en Texistepeque. Ante estas denuncias de ser «mujer-hombre» u «hombruna», Felix Antonio Estrada, padre de la acusada, llegó al Juzgado de Santa Ana para manifestar: «Mi hija es toda una señorita y no hombruna como le han puesto», y mostró la partida de nacimiento donde constaba el nombre de María Magdalena de la Asunción Estrada[4].

En la procura de Estrada, fueron denunciadas otras mujeres-hombres, como el caso de María Esther Argueta Sánchez. Agentes de la Guardia Nacional capturó a Argueta en el puerto de Acajutla. En su declaración afirmó que era hombre y que siempre había residido en el puerto de Acajutla: «Siempre he vestido de mujer y allá en el puerto de Acajutla todo el mundo sabe que soy hombre y se me ocupa en las labores de rajar leña y en otros quehaceres masculinos»[5]. Sim embargo, Argueta no era la «mujer-hombre» que se estaba buscando, ya que los familiares al realizar un reconocimiento de la detenida dijeron que tenía el mismo parecido físico, la misma estatura y el mismo color de piel; no obstante, Argueta presentaba cicatrices en los brazos y la cara, y era de una edad mayor y menos fornida que Estrada[6]. Por tal motivo se la puso en libertad. Mario fue absuelto de este homicidio[7].

Tres años después de conocer la existencia de Mario Estrada, este volvió a ser relacionado en un nuevo asesinato. En esta oportunidad a la «mujer viril» se le atribuyeron la muerte de cuatro personas. Aquí se logró obtener más información sobre su identidad, al afirmar que no le gusta que le digan María sino Mario y el motivo era porque desde temprana edad se acostumbró a vestir de hombre, montar a caballo y manejar armas de fuego[8]. También se supo que era de una estatura baja y físico delgado. Mario Estrada realizó una lucha primigenia para el reconocimiento de su identidad de género masculina al solicitar su traslado, después de salir del hospital a la penitenciaria y no a la cárcel de mujeres, sin embargo, esta petición no fue concedida[9].

La acusación contra Mario Estrada era sobre la muerte de Rafael, Juan, Santos y Martha Concepción Estrada, primos hermanos[10]. Se supo por medio de las noticias que los primos de Mario habían llegado a su casa en estado de ebriedad y en ese estado inicio una pelea[11], por una injuria contra su identidad de género: «alguien le gritó […] que se quitara las enaguas y se pusiera calzones»[12], dando como resultado cuatro muertos[13]. En el proceso inicial, estaba acusado Fulgencio Estrado, hermano de Mario, pero este fue sobreseído[14]. El caso de Mario pasó a vista pública, contó con cuatro defensores[15]. En el desarrollo del juicio Mario fue nombrado como «María Pistolas»[16].

Mario se autoafirmó: «Soy macho donde quiera»[17]. Con esa firmeza manifestaba que su identidad no dependía del permiso de nadie. Su masculinidad no era una actuación ni un disfraz, sino que una vivencia auténtica que se expresaba en cada gesto, cada palabra y cada elección cotidiana. Realizaba labores agrícolas como cualquier hombre del campo. Vestía ropas masculinas, no por apariencia, sino porque reflejaban su identidad autoasumida. Llevaba la pistola al cinto como parte de su performance masculino, con la cual dirimía querellas e injurias proferidas contra su identidad de género por otros hombres en su lugar de residencia.

En muchos contextos, portar un arma no es sólo una cuestión de defensa o supervivencia; es una forma simbólica de afirmar la hombría, de ocupar un lugar dentro del orden patriarcal y de representar fuerza, control y autoridad. El arma no es solo un objeto; es un símbolo de poder que opera en múltiples niveles: social, político y subjetivo. En el caso de Mario, considero que la construcción de su masculinidad se determinaba por medio del uso de las armas. En este modelo, la masculinidad se vuelve frágil y dependiente de elementos externos —como un arma— para validarse.

Ante la afirmación identitaria de Mario, el poder judicial recurrió al poder biomédico para determina el verdadero sexo de Mario[18]. Los médicos forenses determinaron que era del sexo femenino[19]. Así el cuerpo del primer hombre trans salvadoreño que se tenga registros hasta el momento fue reducido, negado e interpretado exclusivamente a través de una mirada biomédica, sin considerar su vivencia, su identidad ni su palabra.

Desde una perspectiva biopolítica —término acuñado por Michel Foucault para describir el control que los Estados ejercen sobre los cuerpos y las vidas—, la definición del sexo de Mario representa un acto de poder: el Estado, mediante sus agentes médicos y jurídicos, impuso una lectura unívoca de su cuerpo, clasificándolo según criterios anatómicos y biológicos. Así, se desconoció la dimensión subjetiva y social de la identidad de género y convirtió su cuerpo en evidencia, en prueba, en objeto de control.

Mario Estrada y su abogado. El Diario de Hoy, 23 de enero de 1971. Fotografía cortesía de Luis Canizalez.

La voz de Mario manifestó sobre su caso:

«Es cierto que me gusta vestir ropas masculinas, pero lo he hecho desde pequeña para que me respeten y no con intensiones malsanas. Espero de corazón que se aclare mi inocencia en este caso»[20].

Mario, con sus palabras de «me gusta vestir ropas masculinas», puede ser interpretado como una expresión de género que se desmarca de las expectativas normativas asociadas a su sexo asignado al nacer. Al justificar esta elección como una estrategia para obtener respeto —«para que me respeten»—, se observa cómo, en un contexto posiblemente hostil o violento hacia lo femenino, adoptar signos externos de masculinidad puede representar una forma de autoprotección. Esto no necesariamente niega una identidad masculina trans, sino que evidencia cómo las expresiones de género son a menudo atravesadas por relaciones de poder y supervivencia.

La necesidad de aclarar que la utilización de ropas masculinas no lo hace «con intenciones malsanas» refleja una fuerte carga moral impuesta sobre los cuerpos que transgreden las normas de género. Se presupone que una mujer que «se viste como hombre» lo hace por motivos engañosos, desviados o peligrosos, lo que nos remite a una larga tradición de sospecha hacia las personas trans y de género no conforme. Esta sospecha se intensifica cuando están involucradas en procedimientos judiciales, y se transforma en biopolítica punitiva, donde la identidad de género es usada como evidencia de anormalidad o culpabilidad.

El desenlace del juicio, Mario fue declarado inocente, no obstante, su padre Félix Estrada fue encontrado culpable y condenado a 18 años de prisión[21], pero estaba ausente. En la lectura de la resolución final Mario se presentó con su ropa masculina habitual y cuando fue interrogado, irónicamente, por los periodistas si no había llevado, aunque fuera una «pistola de agua», él respondió tranquilamente, «Porque no me lo permitirían; pero hubiera traído una para demostrar que en verdad soy hombre y no simplemente María […]»[22].

*Agradezco a Ricardo Menjívar y Luis Canizalez por la recolección y envío de fuentes documentales de este caso de estudio.

NOTAS 

[1] El Diario de Hoy. «Examen físico a reo para conocer definitivamente su Sexo en S. Ana». 07 de enero de 1971, p. 16.

[2] Molina, J. «Buscan a mujer hombre por homicidio en Santa Ana». El Diario de Hoy, 21 de diciembre de 1967, p. 25.

[3] Molina, J. «No han localizado a mujer hombruna en Texistepeque». El Diario de Hoy, 09 de enero de 1968, p. 16.

[4] El Diario de Hoy. «Fotografía padre de la “hombruna”». 3 de febrero de 1968, p. 24.

[5] Molina, J. «Ante Juez Mujer Reo Insiste que es Hombre». El Diario de Hoy, 06 de abril de 1968, p. 27.

[6] Molina, J. «Comprueban inocencia de acusada de crimen». El Diario de Hoy, 11 de abril de 1968, p. 25.

[7] Molina, J. «Hombre-mujer sindicado de nuevo en 4 muertes en Texistepeque». El Diario de Hoy, 04 de enero de 1971, p. 6.

[8] Diario de Occidente. «Mujer viril niega unos crímenes». 09 de enero de 1971, p. 2.

[9] Diario de Occidente. «Mujer-hombre sale del hospital y la llevan a la cárcel de mujeres». 21 de enero de 1971, p. 12.

[10] Diario de Occidente. «La madre de María Magdalena Estrada niega su delincuencia en un juzgado». 23 de enero de 1971, p. 2.

[11] Diario de Occidente. “Procesados en Texistepeque”. 11 de enero de 1971, p. 12.

[12] Molina, J. “Hombre-mujer sindicado de nuevo en 4 muertes en Texistepeque” El Diario de Hoy, 04 de enero de 1971, p. 6.

[13] Diario de Occidente. «Nombrado fiscal específico». 18 de enero de 1971, p. 2.

[14] Diario de Occidente. «Juez niega un sobreseimiento». 05 mayo de 1971, p. 2.

[15] Diario de Occidente. «En breve será el jurado de la mujer vestida de hombre y nombre masculino». 19 de agosto de 1971, p. 2.

[16] Diario de Occidente. «Señalan nueva fecha para jurado de mujer que se vestía de hombre». 01 de septiembre de 1971, p. 2.

[17] El Diario de Hoy. «"Soy macho donde quiera" dice una reo acusada de 4 muertes en S. Ana». 05 de enero de 1971, p. 2.

[18] El Diario de Hoy. «Examen físico a reo para conocer definitivamente su Sexo en S. Ana». 07 de enero de 1971, p. 2.

[19] El Diario de Hoy. «Revelan su sexo femenino». 21 de enero de 1971, portada.

[20] El Diario de Hoy. «No soy autora de las 4 muertes que me acumulan» dice María A. Estrada. 23 de enero 1971, p. 4.

[21] Diario de Occidente. «Sentencia de 18 años de prisión». 17 de noviembre de 1971, p. 2.

[22] Diario de Occidente. «María Estrada, la mujer que se viste de hombre, fue absuelta por el jurado». 07 de septiembre de 1971, p. 2.

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