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«Hay alianzas nefastas de grupos LGBTI con el discurso oficial»

En esta entrevista con el investigador Amaral Arévalo se aborda la historia y las historias que aborda en su voluminoso libro «Dialogando con el silencio: disidencias sexuales y de género en la historia salvadoreña 1765-2020», recientemente publicado por la Universidad de El Salvador. También es una radiografía de las batallas que libran los movimientos LGBTI en la actualidad salvadoreña.

«Hay alianzas nefastas de grupos LGBTI con el discurso oficial»

Amaral Arévalo. FOTO REVISTA ELEMENTOS.
En esta entrevista con el investigador Amaral Arévalo se aborda la historia y las historias que aborda en su voluminoso libro «Dialogando con el silencio: disidencias sexuales y de género en la historia salvadoreña 1765-2020», recientemente publicado por la Universidad de El Salvador. También es una radiografía de las batallas que libran los movimientos LGBTI en la actualidad salvadoreña.

«Hay alianzas nefastas de grupos LGBTI con el discurso oficial»

En esta entrevista con el investigador Amaral Arévalo se aborda la historia y las historias que aborda en su voluminoso libro «Dialogando con el silencio: disidencias sexuales y de género en la historia salvadoreña 1765-2020», recientemente publicado por la Universidad de El Salvador. También es una radiografía de las batallas que libran los movimientos LGBTI en la actualidad salvadoreña.

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septiembre 27, 2022
28
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Para llegar al presente es necesario comenzar por el final. Porque esta conversación es un viaje largo, largo, largo. Es una secuencia de imágenes. Una historia reconstruida sobre las disidencias sexuales en El Salvador. Recorre años, décadas, siglos. Se remonta a la época colonial. Atraviesa los primeros años de vida republicana. Escruta dictaduras, autoritarismos, conflictos armados. Aperturas. Estancamientos. Regresiones.

En fin: comencemos por el final para posicionarnos en el presente.

Hay algo que nos parece curioso con la publicación de tu libro, porque de un tiempo para acá la Universidad de El Salvador ha estado siendo cooptada por el gobierno. Pero de pronto uno ve algunas expresiones como la publicación de tu libro que hacen pensar en la posibilidad de una mínima apertura crítica al interior del actual régimen. ¿Encontraste alguna traba en el proceso de edición y publicación de tu libro?

Yo creo que hay iniciativas individuales que permiten la ejecución de acciones contrarias hacia el régimen; sin embargo, este tipo de publicaciones y manifestaciones pueden ser utilizadas como un lavado de imagen para decir que no están impidiendo la libertad de expresión. Pero en el momento que el régimen se vaya solidificando, este tipo de manifestaciones, como la publicación de este libro o la conglomeración de la marcha LGBTI en junio, van a ir siendo disminuidas, criminalizadas, como ya se está criminalizando a periodistas o a personas que usan las redes sociales como un medio de denuncia a las violaciones de derechos humanos que están aconteciendo en este momento. Por eso, en todas las presentaciones públicas que he hecho, siempre cierro con la frase: fuerzas a la resistencia. Es una forma de marcar mi posición en este momento crítico en el que se está instaurando un modelo neodictatorial.

¿Te han tratado de censurar en tus presentaciones?

Fíjate que no me han dicho nada. Nada explícitamente. Pero yo sé que la publicación de mi libro fue el resultado de una ventana de oportunidad en el que todavía se podía hacer disenso. Dentro de dos años ya no creo que vaya a ser posible. Creo que estos campos de expresión van a ser bastante limitados.

*

Las preguntas y respuestas anteriores fueron las últimas de esta extensa entrevista. Ahora vayamos al principio y sigamos el orden cronológico.

*

¿Cómo comenzó el proceso de investigación de tu libro?

Eso fue en 2013 que me fui para Brasil. Ahí comencé a tener contacto con investigaciones al interior de la Academia Brasileña sobre temáticas de orientación sexual, identidad y expresión de género. Luego comencé a leer y fui teniendo el interés de saber qué estudios había en El Salvador. En un primer momento pensé que no había nada.

¿Te referís a investigaciones académicas?

Exactamente. Porque los movimientos eran algo visible. Se conocían locales, bares, discotecas. Pero creía que no había artículos, libros, investigaciones académicas. Y realmente sí había algunas cosas, pero estaban muy ocultas o dispersas.

¿Qué tipo de estudios encontraste?

Básicamente fueron maestrías y tesis de grado que abordaban cuatro temáticas principales. La primera era sobre la situación psicológica del homosexual. Existía una morbosidad por investigar la alteridad como un fenómeno, como algo anormal, como una monstruosidad. La segunda temática era sobre el matrimonio del mismo sexo. También encontré investigaciones sobre la cuestión de la familia y homosexualidad. Algunos otros sobre procesos de discriminación, principalmente en el ámbito laboral, así como algunas cuestiones de salud, especialmente la relación VIH y homosexualidad.

¿Qué tipo de teóricos o pensadores influenciaron tus investigaciones?

Varios. Yo comencé investigando la temática de la estructuración del movimiento LGBTI en El Salvador, porque pensaba que había personas vivas que se podían entrevistar. En Brasil leí un libro que se llama Sopa de letritas de Regina Facchini. Ella hace un mapeo histórico y antropológico sobre la organización del movimiento de disidencia sexual en San Pablo. Ese fue un punto de parámetro, pues yo ocupo en algún momento categorías que ella utiliza, por ejemplo, las olas del movimiento… Al mismo tiempo estaba leyendo a Judith Butler, toda la teoría de la performatividad del género que ella desarrolla y otra infinidad de autores.

¿Cuáles fueron tus primeros hallazgos?

En 2014 hice la primera expedición de campo en el país. Hice algunas entrevistas. Luego comencé a escribir y a publicar algunas cosas que podría catalogar de inconclusas. Pero en ese proceso me fui dando cuenta que era muy limitado hablar sobre el movimiento de diversidad sexual desde 1992 para acá. Empezaron a surgir otras dudas. Me cuestionaba, por ejemplo, qué había sucedido en la guerra. De ahí me pregunté qué había ocurrido en la década del setenta, en medio de la represión política. Y así, cada vez iba más para abajo, más para abajo, con más dudas que respuestas. Ahí comenzó esa búsqueda arqueológica de los escritos olvidados y las narrativas censuradas de las personas LGBTI a lo largo de la historia salvadoreña.

De esa manera llegaste hasta el Archivo Colonial de Guatemala para entender cómo era vista la homosexualidad en esa época.

Sí. Eso fue parte del proceso metodológico de investigación. En una ocasión, haciendo ejercicios de búsqueda en internet, me apareció un texto de unos guatemaltecos que hablaba de una persona que era procedente del territorio salvadoreño y que había sido detenida en la Antigua Guatemala por incitación a la sodomía con dos chicos. Además, yo había seguido una primera línea de reflexión a través del periplo que hace el sacerdote Pedro Cortés y Larraz, quien entre 1768 y 1770 recorre todas las parroquias de Guatemala, que en ese entonces incluía parte de las de El Salvador y Honduras. En ese recorrido dice que San Salvador es la Sodoma de todas las provincias. Entonces yo me dije: si Cortés y Larraz dice que San Salvador es la Sodoma de todas las provincias debe haber un montón de procesos… Fue así como en 2018, en otro viaje de exploración, fui al archivo de Guatemala y encontré cinco procesos judiciales por homosexualidad.

¿Cuáles eran las figuras jurídicas de la época?

Está la sodomía y el pecado nefando. Ambos proceden de una concepción religiosa; sin embargo, sodomía asciende a una categoría jurídica de penalización, mientras que pecado nefando era una situación moral para reafirmar el comportamiento heterosexual al interior de la sociedad. Si la sodomía te criminalizaba, el pecado nefando te condenaba.

¿Qué penas implicaban estos delitos?

El delito de sodomía tenía una característica en particular: el eje era la penetración de un hombre contra otro, es decir, se necesitaba a dos personas para que sucediera. Hay un caso de un indígena que finalmente es absuelto porque no se menciona a la otra persona. La condena fue tener clases de moral con el párroco de Cojutepeque. Esta persona se salvó de los azotes o de ser quemado vivo, pues esos eran los castigos, según las leyes del momento, para quienes cometieran el delito de sodomía.

Siguiendo una línea cronológica. ¿Has encontrado alguna referencia sobre cómo cambia la situación del homosexual en los primeros años de vida republicana?

De momento no. Porque el archivo colonial y de los primeros 50 años de la república se quemó con el antiguo palacio. Yo comencé a registrar información con lo que existe. Eso es a partir de 1888 en adelante.

En algunos de tus ensayos decís que a finales de siglo XIX hay un flujo de ideas científicas que provienen de Europa. En Alemania surge el concepto de homosexual y en Francia el de inversión sexual.

Sí, en esa época comienzan a haber dos posturas antagónicas entre la francesa y la alemana. En Alemania se crea un instituto donde se estudia la homosexualidad con una tendencia a generar un proceso de normalización de esta condición humana al interior de la sociedad. En cambio, en Francia la línea de desarrollo del pensamiento científico iba por una vertiente patológica. Sin embargo, Sigmund Freud lo patologiza cuando establece que la homosexualidad es un estadio inacabado del desarrollo de la sexualidad humana. Desde entonces el discurso del psicoanálisis se vuelve hegemónico y todas las otras líneas que estaban intentando combatir la patologización fueron disminuyendo, sobre todo con la llegada de la Primera y la Segunda Guerra Mundial.

¿En El Salvador cuál fue la visión que más permeó y cómo se tradujo en las instituciones?

La idea de la inversión sexual. Eso ocurrió porque las ideas francesas fueron traducidas en España y publicadas en El Salvador. Por esa época también comenzaron a buscarle una explicación biológica a la situación psicológica. Ellos argumentaban que en un hombre afeminado había más hormonas femeninas y en una mujer hombruna, utilizando categorías de la época, más hormonas masculinas. Entonces, se pensaba que con una terapia hormonal se podía hacer un proceso de reconversión para curar «esa enfermedad».

¿Y encontraste alguna evidencia sobre procesos hormonales en el país?

Sí. Pero en las décadas del sesenta y setenta. Ahí hubo prácticas de hormonización como medio de cura.

¿En instituciones privadas o públicas?

Encontré más en instituciones públicas. Hay un caso que para mí es paradigmático. Es sobre un chico homosexual llamada Rita Gómez, quien asesina a un cliente en defensa propia en la zona de La Tiendona. La argumentación jurídica que utilizó el abogado fue la misma de la novela Justicia señor gobernador de Hugo Lindo. ¿Recuerdan? La tesis final del juez Amenábar para liberar a Mercedes es que la sociedad en su conjunto era la culpable del asesinato que había cometido. A mí me pareció interesante que el abogado de Rita Gómez utilizó la misma línea argumentativa. En el juicio dijo que a Rita la habían discriminado, que el papá la había abandonado, que la mamá había intentado curarla en el hospital Rosales, a través de un proceso de hormonización, pero luego la expulsó de la casa a los 14 años. Entonces se fue a vivir a los mesones y comenzó a prostituirse hasta llevarla a cometer un asesinato. Ese es una de las referencias más claras de ese proceso de hormonización.

FOTO REVISTA ELEMENTOS.

¿Cómo se les veía a estas personas de la diversidad sexual que recibían un tratamiento de hormonas? ¿Como una especie de desvalido mental?

No. Se les veía como un criminal. Un criminal que contraviene las leyes y las normas establecidas por la sociedad y la naturaleza-Dios. Muchos de los relatos y crónicas que se comienzan a publicar después de que se abre la censura de Maximiliano Hernández Martínez, ahí por 1935 y 1936, eran sobre entidades criminalizadas.

Regresemos a inicios del siglo XX. Ahí has encontrado una serie de denuncias sobre ciertos encuentros sexuales en los baños públicos.

Sí. Desde la época de Cortés y Larraz se denunciaba, sobre todo en los territorios vinculados con lo indígena, la desnudez pública de hombres y mujeres. Sin embargo, en San Salvador, desde finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, hay una fuerte campaña por prohibir la desnudez en los baños públicos como La Chacra y El Coro.

¿También se criminalizaron?

Sí, en el Código Penal de 1906 fue criminalizado. También los medios de comunicación comenzaron a generar una campaña moralizante para impedir los baños de hombres de forma desnuda. ¿Qué sucedía? Para mí la situación del baño público, más allá de ser un espacio liminar entre un acto de higiene individual, también se transformaba en un espacio de convivencia social. Hay diversas noticias que hablan de que muchos hombres permanecían durante horas en esos lugares. ¿Por qué? Porque en San Salvador de esa época no tenías espacios de socialización para diferentes clases sociales. Tenías los restaurantes y bares en los hoteles Internacional y Nuevo Mundo, donde la alcurnia salvadoreña iba con sus mejores galas a la hora del té. Pero el púbico lumpen, que no tenía dinero, tenía los baños públicos como un espacio de sociabilidad, pero también como un encuentro de posible práctica sexual. Creo que las constantes denuncias eran una forma de impedir que las personas de la disidencia sexual y de género de ese momento se encontrasen.

¿O sea que el baño público era ese espacio entre la suciedad y la limpieza en el que podía ocurrir un acto sexual de la disidencia?    

Tal vez no un acto sexual de penetración en público, pero sí algún tipo de tocamiento o masturbación. En 1908, por ejemplo, colocan una noticia de un crimen en el baño de La Chacra. Ese crimen tiene características que podrían aproximarnos a lo que ahora conocemos como crímenes de odio. Una característica muy simbólica es que estaba desnudo. La nota dice que posiblemente iba a tomar un baño cuando lo asesinaron. Pero haciendo una comparación con los crímenes de odio, la exposición de los cuerpos desnudos es una característica similar.

¿En la época del militarismo, particularmente durante la dictadura de Maximiliano Hernández Martínez, cómo era vista la homosexualidad?

Ahí se comienza a ver la cuestión de la criminalización con más fuerza y se empieza a utilizar el concepto de crimen pasional. Es la única forma de entender la situación de los asesinatos y los homicidios de personas homosexuales. Fue un proceso de criminalización, sobre todo con la Ley de vagos y maleantes. Eso se mantienen en los años cuarenta. Por ejemplo, está el caso de Rosaura Pereira, que es una mujer trans de Usulután. La policía la acusa de usurpación de atuendos de sexo. Pero eso no estaba registrado en ningún código penal. Sin embargo, se le criminalizó y el acto de penalización fue vestirla de hombre. Es decir: se le obligó a que perteneciera a su sexo.

¿Y con la modernización del Estado y la reforma constitucional de 1950 qué sucede?

Del cincuenta para acá el concepto de homosexual comenzó a tomar fuerza por la circulación de ideas psicoanalíticas en la conformación de la carrera de Psicología en la Universidad de El Salvador. Comienza a asociarse el ser homosexual a un estadio de desarrollo social inconcluso… Con la Ley del estado peligroso de 1953 se le siguió criminalizando. En los libros de registro únicamente encontré un caso en Sonsonate sobre la detención de una persona por estar teniendo actos sexuales con cinco hombres en un mesón. Pero únicamente detienen al individuo que, yo asumo, estaba ejecutando el rol receptivo y no a los otros que posiblemente estaban desarrollando el rol penetrativo. Entonces vemos que estaba enfocado en quien era el penetrado y no en quien conservaba su categoría de hombre.

¿Cómo interpretás el escándalo que involucró a Enrique Álvarez Córdova y a otros adinerados a finales de los años cincuenta?

Para mí fue una rivalidad entre Jorge Pinto y Enrique Álvarez Córdova. Eso llevó a que se revelaran públicamente actividades que Álvarez Córdova estaba realizando en el interior del país. Una de ellas fue la creación de un círculo deportivo llamado Club Arcoíris… Se intentó hacer ver que ahí se reunían personas para realizar prácticas sexuales, pero el escándalo fue principalmente por supuestos matrimonios entre estos hombres. La discusión comenzó en el periódico El Independiente, propiedad de Jorge Pinto. Pero cuando el comandante general de la Policía anunció que no había existido ningún tipo de redada en un club donde participaban personas homosexuales, El Independiente comenzó a disminuir sus ataques por el largo de tres semanas. Finalmente, El Machete hizo una publicación donde apareció un listado con 22 nombres de supuestos afeminados que se reunían en ese club. Algunas personas que posiblemente fueron enlistadas en esa publicación presentaron acción penal por difamación. Eso fue lo que los demás medios de comunicación registraron. De El Machete los archivos públicos no resguardaron nada de esa época.

¿El caso tuvo una connotación moral?

Exactamente. Y sobre todo porque estaba dirigida a personas de la clase política y de la burguesía salvadoreña. No era el margen social donde ya circulaban homosexuales, de forma visible, en el trabajo sexual de calle. Para entonces era permitido estar ahí, pero con diversas consecuencias, diversas discriminaciones. Recordemos los crímenes, la nota roja de La Praviana, después de cada fin de semana. Muchas veces quizá eran crímenes de personas homosexuales que no fueron registrados como tales.

¿En los años sesenta y setenta, cuando comienzan a agudizarse los conflictos políticos, continúa esa criminalización de la disidencia sexual?

Así es. Pero en 1969 se da un caso en Santa Tecla que se le llamó El Carnavalito. Era un grupo de jóvenes que estaban reunidos en una casa. Cuatro de ellos estaban vestidos como mujeres. No se dice qué estaban haciendo. Pero vino la Policía y capturó a ocho. Sin embargo, de estos ocho solo iniciaron proceso de criminalización con los cuatro que estaban vestidos como mujer. Los que estaban vestidos como hombre los soltaron. Se les intentó aplicar la Ley del estado peligroso, pero en su sentencia el juez resolvió que la homosexualidad no es una categoría penal. Eso marcó una tónica diferente judicialmente hablando, no obstante que mantiene la situación de la homosexualidad como un estadio truncado del desarrollo sexual normal. El juez mencionó en la declaratoria que estas personas deberían estar en una institución que podría darles tratamientos adecuados. Pero en ese momento no había una institución que pudiera darles ese tratamiento en el país. Por lo tanto, la Ley de estado peligroso quedaba inviable porque no tenía los medios prácticos para «reeducar» a estas personas.

¿Podría ser este el primer esfuerzo institucional del Estado de reconocimiento de las disidencias sexuales?

Yo diría de no criminalización. Aquí es un proceso de no criminalizar la homosexualidad.

En los años setenta es la irrupción política en Estados Unidos del movimiento gay. En tus ensayos documentás el caso de un empresario que, siguiendo un poco estas ideas, instala una discoteca gay en San Salvador.

Exactamente. La discoteca Oráculos es un proceso de migración de ideas. Por un lado, tenemos una situación de campo de batalla, de reconocimiento en Estados Unidos con la revuelta de Stonewall. Eso marca un hito de proceso. Posteriormente, en 1973, la Asociación Americana de Psicología excluye la homosexualidad como enfermedad de su manual de psiquiatría. Ahí tenemos un cambio de paradigma y de concepción. Un poco antes, en 1968, en Inglaterra se despenaliza las prácticas sexuales consensuadas en personas mayores. Entonces ya era una situación de cambio de paradigma, porque tenemos un marco internacional que poco a poco se comienza a reflejar aquí en el país. Esto da el marco para la instauración, en 1976, de esta primera discoteca de visibilidad de las personas LGBTI en el país.

En los años ochenta estalla el conflicto armado. ¿Cómo era vista la homosexualidad en la guerrilla?

Como una situación que no debía existir. Una de las formas de resolver el problema era colocar a estas personas como carne de cañón. Era un proceso de gestión por medio del exterminio de esos problemas que no los querían al interior de la guerrilla.

¿Y en la Fuerza Armada?

En el caso del Ejército, como no se tiene acceso a archivos militares, es muy difícil encontrar algunas situaciones de identidades sexual y de género… Lo que es paradigmático es la masacre de un grupo de mujeres trans que practicaban el trabajo sexual en La Praviana. La hipótesis inicial asume una docena de víctimas, pero en mi trabajo digo que hubo más de un evento de exterminio de homosexuales por el Ejército en la época de la guerra. Uno de ellos ocurrido posiblemente en octubre de 1980 y otro en junio de 1984.

¿Pero entiendo que de eso no hay registro documental?

No. Son relatos de testigos.

El fin de la guerra y la apertura democrática permite la organización de personas LGBTI. ¿Qué se logra en este período?

En este período de posguerra básicamente la epidemia de VIH estaba avanzando y los procesos organizativos comenzaron a dar respuestas. La circulación de ideas feministas empodera a un grupo de lesbianas para organizarse y así van construyéndose de manera precaria diversos colectivos. Van organizándose, creando, haciendo, transformando el contexto urbano social. Esto es posible gracias a la apertura democrática. Salen a las calles e identificarse como lo que son y comienzan a demandar un espacio en la palestra pública. Todo esto fue siendo posible, pero siempre con muchas dificultades y mucha discriminación. No es que haya sido un proceso abierto.

Incluso hubo asesinatos por el hecho de salir a las calles.

Y a pesar de todo ese proceso de discriminación y de crímenes se fue caminando. A inicios del milenio se continuaron generando procesos de solidificación interna y se van creando estos espacios de debate y de lucha política. Se van ampliando los colectivos. Surgen nuevas identidades. Se crea algo más amplio.

¿Y en el ámbito institucional desde el Estado?

No hay nada. A puras penas el Ministerio de Salud trabaja algunas cuestiones, pero siempre desde un enfoque de prevenir que los infectados de VIH infecten a los sanos. Ese es el paradigma de trabajo. No es el otorgamiento de derechos, sino una forma de control para evitar que infecten a los demás. Es la única política pública que existe.

En el 2009 llega la izquierda al poder y entiendo que surge un diálogo con la población de disidencia sexual.

Ahí surge una mínima institucionalidad que permitió un diálogo más horizontal entre la administración pública y los grupos organizados. Esto hizo posible algunas propuestas de cambio institucional y de visión institucional con respecto a las personas LGBTI. Se pasó de ser el criminal, el sidoso, el que debía ser controlado, a ser un grupo vulnerable que tenía la necesidad de establecer acciones de política pública para procesos de ciudadanía. Se hizo algo. Pero fue insuficiente. Tenés, por ejemplo, la situación del Decreto Ejecutivo 54 que impedía toda forma de discriminación por orientación sexual en la administración pública. Pero eso no se institucionalizó a través de leyes.

¿Qué cosas permitió la Dirección de Diversidad Sexual?  

El diálogo sobre la implementación de algunas políticas públicas en formato de manuales y protocolos, sobre todo en instituciones estatales, para la no discriminación de estos grupos poblacionales.

¿En el segundo gobierno del FMLN fue lo mismo o hubo retroceso?

Ahí hay una situación interesante. El periodo de 2009-2014 es una cosa y 2014-2019 fue otra. Si en el primer periodo hubo apertura en el segundo hubo un estancamiento. Con Sánchez Cerén la situación de la discursividad pública se cerró, pero permitían dejar hacer. Por ejemplo, hay una acción de política de derechos humanos en educación de no discriminación por orientación sexual. Tenés los manuales y protocolos de atención en el ISNA y el CONNA. El ministerio de Trabajo crea una mesa de diálogo LGBTI y en la política de empleo está la no discriminación y la promoción de empleo para personas LGBTI. Todas estas son acciones que se institucionalizan, aunque en discursividad pública se mantuvieron calladas.

Carroza de homosexuales en Mejicanos. El Independiente, 13 de agosto de 1957.

Y supongo que en ese estancamiento los movimientos LGBTI buscan a nuevos actores políticos con los que puedan dialogar y en eso aparece Nayib Bukele como un político con falso ropaje progresista que permite un acercamiento.

Yo considero que en ese momento se creyó el discurso de un progresismo juvenil que aparentaba una apertura para las temáticas de orientación sexual, de identidad y de expresión de género. Sin embargo, creo que en la medida en que Nayib Bukele se fue separando del FMLN todo ese ideario que podía relacionarlo con una izquierda progresista se fue alejando cada vez más y se fue aproximando a tendencias más conservadoras, binarias, heterosexuales hegemónicas.

¿Y eso ocurre al llegar a la presidencia?

No. En el proceso de la campaña presidencial dijo que únicamente aceptaba el matrimonio entre hombre y mujer. Ya cuando llega al poder comenzó a destruir la institucionalidad frágil que se había creado: la Dirección de Diversidad Sexual fue suprimida; supuestamente enviada al Ministerio de Cultura, pero sin tener la capacidad de incidir y crear política pública.

¿Qué es ahora entonces?

Ahora es un ente que promueve acciones de gestión cultural. Supuestamente iba a promover el cambio institucional a través de acciones de cultura.

¿Pero cómo se traduce eso?

Campañas, investigaciones, foros. Todo eso. Pero no creación de políticas públicas.

Pero para hacer investigaciones ya estaba la Dirección de Investigaciones.

Ellos han establecido campañas publicitarias en su plan de trabajo quinquenal.

¿Y en presupuesto y acciones concretas qué han visto?

En 2019 yo asumí la idea de darle un voto de fe inicial a la propuesta y al trabajo. Pero a inicios de 2020 por medio de las acciones del grupo de trabajo CLACSO me involucré en la gestión de un número específico de la revista Identidades, del Ministerio de Cultura, que versa sobre población LGBTI en El Salvador y Centroamérica. Yo contribuí como coeditor. Se realizó todo el trabajo, pero al tener la revista publicada quedó en un armario institucional. No tuvo ninguna presentación. Ni física ni virtual. Tampoco fue expuesta en las redes sociales del ministerio. En ese mismo año hubo un intento de muestra de cine LGBTI en la página de Facebook del Ministerio de Cultura. Sin embargo, en el proceso hubo una serie de ataques conservadores y, para evitar la exposición de menores de edad, únicamente se dio acceso por mensajes privados. En junio de este año hubo un congreso de género y diversidades, pero en la semana que se estaba ejecutando no fue publicado en las páginas del ministerio. Quedó totalmente oculto.

Miedo, censura y tabú.

Es complejo. No creo que sea censura, porque ejecutan actividades. Pero quizá es una manera de lavarse las manos a nivel internacional. Porque si alguien dice que este gobierno no está realizando acciones para la promoción de derechos de la población LGBTI, ellos pueden decir que han hecho una revista, un congreso, un festival de cine. Pero todo eso no tiene una promoción real. Es decir: estamos haciendo algo sin hacerlo. Y, por el contrario, están desmantelando lo poco que se había institucionalizado en los dos períodos anteriores.

¿Qué se esperaba de Nayib Bukele?

Básicamente un apoyo para continuar y profundizar procesos de ciudadanización por medio de promoción de leyes específicas: leyes que permitieran el matrimonio entre el mismo sexo, leyes que permitieran la identidad de género en el país. La idea era trascender los manuales y protocolos y establecer nuevas leyes.

¿Cómo ha recibido el gobierno, particularmente la actual Asamblea Legislativa, las iniciativas presentadas por las organizaciones LGBTI?

Lo primero que hicieron fue eliminar la discusión pública de la Ley de identidad de género que había entrado en 2018. Luego se llevó una nueva iniciativa que no fue recibida por la oficialidad, sino por los que son catalogados como la oposición. Ahí se nota un claro desinterés. Desde el gobierno dicen que hay una mayor visibilidad porqué las organizaciones se reúnen más. Pero se reúnen como un acto de protesta ante la falta de políticas públicas. ¿Por qué salió en 2021 a marchar una gran cantidad de gente? Por la negativa de la Asamblea Legislativa de no discutir y mandar al archivo la Ley de identidad de género y no discriminación. Ese fue un acto de protesta, no para celebrar que Nayib está en el poder.

Una de las cosas que hemos notado en las marchas contra el gobierno es que asiste una buena parte de la población LGBTI.

Pero son grupos bien específicos, son los más políticos, los más conscientes de lo que está sucediendo a nivel del Estado… Hay algunos grupos LGBTI organizados que se repliegan de las condiciones del reconocimiento y se unen a las batallas de la distribución social de derechos y también al campo de batalla por mantener un estado democrático. Pero algunas, no todas. Porque también hay alianzas nefastas entre grupos LGBTI con el discurso oficial.

¿Grupos plegados a las políticas del gobierno?

Hay grupos y personas que están incidiendo, que están generando información, que están más alineados con grupos de poder. Uno los ve utilizando un método de antropología virtual, observando los posts en redes social.

¿Qué grupos específicos son?

Son diferentes grupos. Hay algunas organizaciones trans, por ejemplo, que iniciaron con un discurso más próximo. Algunas se han distanciado. Otras se mantienen. Y hay grupos que sí se identifican bajo la sombrilla del antifascismo y están completamente desligados de cualquier acción desde la institución pública. En las marchas contra el gobierno se puede notar quiénes son esos grupos. Es un indicador para ver quiénes están más alineados y quiénes no.

También el silencio dice mucho. Al menos en esta coyuntura de comunicados por la reelección grandes grupos de organizaciones LGBTI como Entre amigos, por mencionar una, están callados.

Bueno, ese es un indicador. El silencio otorga.

¿A tu criterio cuál debería ser el camino en esta coyuntura: el silencio o la resistencia?

Por la tendencia yo creo que la radicalización va a ser lo más fuerte. Ahí se va a replegar un grupo importante de personas LGBTI, un grupo más organizado y políticamente más crítico. Pero esto no quiere decir que va a ser toda la población LGBTI del país. Hay muchas personas que son políticamente activas una vez al año, solamente en la marcha, luego no participan en otros ámbitos. Igual, los movimientos más radicales ya están organizando planes de contingencia ante cualquier eventualidad.

¿Y vos crees que este grupo radical será el hegemónico dentro de los movimientos LGBTI?

No sé si radical sería el nombre más adecuado para decirlo. En verdad no son radicales. Son expresiones críticas de la contemporaneidad. Yo no los catalogaría como grupos organizados radicales.

¿Qué les falta?

Para mí radicales eran las feministas de Inglaterra en 1910, que salían a quebrar ventanas y las echaban a la cárcel, pero seguían ahí, realizando protestas. Para mí eso es un proceso de radicalización permanente, de acciones públicas todos los días.

¿El uso de la violencia?

No sé si uso de la violencia, porque ellas no asesinaron a nadie. Ahora hay bastante crítica, porque la situación aun lo permite, pero cuando se vayan cerrando los espacios creo que van a existir formas de radicalización.

Luis Canizalez
David Ernesto Pérez

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