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Alberto Masferrer: Itinerario de un legado (2)


Si en Centroamérica tuviésemos que buscar una figura que sirviera como referente del pensamiento social evidentemente tendría que venir a la mente la figura de Alberto Masferrer
Publicado en noviembre 28, 2021
Abogado y Notario. Doctor en Filosofía Iberoamericana. Es autor de los libros Aliados con Martínez, el papel de los intelectuales tras la matanza de 1932 (2015) y 1932, Un mito fundacional (2016).

Implicaciones del Mínimum Vital como doctrina social, política y jurídica 

Si se hiciera una consulta entre académicos de occidente sobre quién ha sido el filósofo más influyente en la historia moderna respecto a temas sociales, políticos y económicos, evidentemente resultaría ganador Karl Marx, no solo debido a su obra fundamental El Capital y otro ingente número de escritos que han sido estudiados en diversas universidades del mundo, sino debido a que en base a sus ideas se han impulsado movimientos revolucionarios en Europa, América y Asia. También se han formado sindicatos, se han creado partidos políticos, se han establecido gobiernos y se han fundado escuelas de pensamiento como la aún reputada Escuela de Frankfurt.

Si en Centroamérica tuviésemos que buscar una figura que sirviera como referente del pensamiento social evidentemente tendría que venir a la mente la figura de Alberto Masferrer, y aunque muchos académicos podrían escandalizarse por la anterior afirmación, no se está haciendo referencia al carácter voluminoso, o a los alcances de la obra de uno y de otro sino al hecho de que en el istmo no existe otro autor que haya desarrollado una teoría social de tanta envergadura como la del maestro y, además, que haya tenido cierta trascendencia a nivel regional. Así como una gran cantidad de filósofos, economistas y sociólogos han tratado de desmenuzar las ideas esenciales del filósofo alemán muchos académicos salvadoreños y de otras nacionalidades han tratado de encontrar los elementos distintivos del vitalismo masfereriano. En este sentido, el presente trabajo, como ya hemos dicho pretende hacer un punteo de dichos elementos no desde una perspectiva donde solo se parafrasee lo ya dicho por Masferrer sino que contenga elementos originales.

En primer lugar habría que decir que el Mínimum Vital está diseñado para el sostenimiento de la vida humana en todas sus dimensiones, las cuales están íntimamente ligadas entre sí. En ese sentido, puede decirse que dicha doctrina constituye un sistema en el sentido de que sus elementos están concatenados y la vulneración de un aspecto daña o perjudica al resto del sistema porque el Mínimum Vital de Alberto Masferrer atiende a la integralidad de la dignidad de la persona a manera de no descuidar ningún aspecto que pueda ser menoscabado. Es una teoría compleja porque el ser humano es un ser complejo, el cual tiene que satisfacer múltiples necesidades que no solo se reducen al ámbito de lo biológico, sino también y con la misma fuerza al ámbito de lo social o si se quiere, todo lo que pertenece al mundo de lo cultural.

El hombre necesita ingerir alimentos de una forma balanceada y variada para el sostenimiento de la vida y de la salud, pero aún hoy en la actualidad hay muchas personas alrededor del mundo que no pueden llenar este requisito indispensable de la existencia.

Por otro lado, hoy con la pandemia del Coronavirus el desempleo se incrementó a niveles inimaginables así como la pobreza en sí misma. Como nunca antes se había visto en países como Estados Unidos las personas han empezado a renunciar a sus trabajos por miedo a contagiarse del virus, es decir, la pandemia ha creado una serie de condiciones que de una forma u otra ponen en peligro la vida y de ahí de que Masferrer hablara de que las personas siempre debían de contar con acceso a un sistema de salud de calidad donde el paciente no tuviera que esperar una gran cantidad de horas para ser atendido.

Ante estas y otras graves situaciones es que se tiene que ventilar la doctrina del Mínimum Vital, porque es cierto, el hombre trabaja por un salario, pero en el proceso de producción donde recibe esa remuneración después de entregar un bien o mercancía se dan una serie de fenómenos sociales que no son del todo justos y que merecen la pena ser evaluados.

Desde esta óptica la filosofía no debe ser una disciplina muerta que solo vea hacia el pasado y que no aporte ninguna solución al presente, eso sería sinónimo de aniquilarla, por ejemplo, durante este periodo de pandemia se ha utilizado mucho el término «reinventarse», que es precisamente lo que tiene que hacer la filosofía para no morir. El hecho de que en muchas ocasiones la filosofía no diga nada al hombre concreto bañado de mundanidad es lo que ha hecho que la filosofía haya sido sojuzgada injustamente como irrelevante o decorativa. También este era el credo del vitalismo de Masferrer, racionalizar la realidad para transformarla. Sin ser lo mismo se aproxima mucho al racio-vitalismo de José Ortega y Gasset.

Retrato Alberto Masferrer

El Trabajo intelectual y manual

Para hacer un análisis de la concepción del trabajo según Masferrer, habría que decir que un trabajador, para él era todo aquel que desempeñaba un desgaste de energía ya fuere físico o intelectual. [1] En Masferrer no existe esa tendencia de dividir al trabajador en clases como en Marx y los demás autores comunistas que colocaban en el centro del proceso de liberación al trabajador manual, y es que la realidad ha probado que el trabajador intelectual también puede ser explotado y vulnerado en sus derechos, por tanto, también es un sujeto que debe ser protegido por el Mínimum Vital. Ambos son hermanos y dignos de protección. Esta afirmación adquiere más valor si nos ponemos a pensar que el sector profesional de hoy en día está altamente proletarizado en el sentido de que se ha convertido literalmente en un empleado asalariado que vende su fuerza de trabajo (intelectual) y que en muchos casos, tampoco puede asegurar su existencia. Esta situación se ve agravada por la cantidad ingente de profesionales que salen graduados de todas las universidades año con año en las más distintas áreas, cuando la capacidad de absorción de dicha masa por parte del mercado laboral es muy reducida y en donde la ley de la oferta y la demanda del capitalismo clásico, golpea severamente los salarios. Ahora bien, si hablamos de personas con un nivel más bajo de escolaridad, se debe esperar que los salarios sean aún más bajos.

La estructura anteriormente descrita es sentida por gran parte de los salvadoreños que madrugan y que salen de sus casas resignados ante la imposibilidad de hacer cambios sustanciales al sistema porque el sistema está diseñado de manera sórdida para permanecer inalterado. Desde esta óptica puede decirse que El Salvador es un país que vulnera el principio esencial de protección a la vida al adoptar un sistema económico excluyente que ha traído como consecuencia la instalación y la consolidación de un grupo privilegiado de ciudadanos que históricamente se ha reflejado en la clase política y en ciertos empresarios, pero al mismo tiempo que se fundamenta en el hecho de que las finanzas del pueblo dependen de manera casi total de las remesas y del trabajo informal, esto demuestra que el vitalismo no solo está más vivo que nunca sino que además  hay una necesidad urgente de implementarlo; la situación  —como ya apuntamos— es del conocimiento de todos; sin embargo, pareciera ser que cada vez más el salvadoreño promedio se ha vuelto más insensible a estas realidades guardando su frustración hacia adentro, realidades que lastimosamente se han normalizado, pero que a todas luces son altamente indeseables si se quieren generar niveles más altos de bienestar para la población.

Para Masferrer tanto el trabajador intelectual como el manual aportan algo sustantivo a la sociedad: en ambos casos hay un esfuerzo, en ambos casos hay una inversión de tiempo y de vida y en ambos casos hay un resultado que mantiene la vida en sociedad, o en otras palabras el trabajo es «un trozo de la vida individual trasmutado en la vida total».[2] Evidentemente aquí hay una concepción organicista y funcionalista del trabajo, donde tanto el trabajador intelectual como el manual tienen que tener garantizado no solo un salario, el cual evidentemente puede ser insuficiente como ya se ha señalado. El punto neurálgico aquí es que si se viola el derecho al trabajo y el derecho a un salario digno implícitamente se está poniendo en riesgo el derecho a la vida ya que es el mismo sistema el que hace que se reduzcan los beneficios para el trabajador y se incrementan las ganancias para los dueños de las empresas, esto quiere decir que la recepción de un salario quincenal o mensual no necesariamente equivale a la satisfacción plena de las necesidades humanas mucho menos al goce de una buena calidad de vida. Claro está: esta afirmación es relativa de país en país dependiendo del costo de la vida, pero al menos en muchos de los latinoamericanos es verificable.

En esta línea de ideas ¿Cuál es el gran problema del capitalismo según Masferrer? Poner por encima del derecho humano de la vida el afán de riqueza. En ese sentido percibe que el capitalista utiliza el poder político para adecuar el sistema jurídico a sus intereses, porque es cierto, otro aspecto fundamental de la democracia es el respeto a las leyes, lo que actualmente se conoce como «Estado de derecho», pero es que Masferrer advertiría que cuando una ley no es justa no hay porque cumplirla. Por ejemplo, la esclavitud en un momento determinado de la historia era legal, eso no quiere decir que fuera justa o moral, o que salvaguardara la vida de esos seres humanos esclavizados. En la actualidad se han decretado leyes como las que regulan las administradoras de fondos de pensiones que no benefician a los ciudadanos sino casi exclusivamente a dichas empresas, irregularidades que se cometen bajo el revestimiento de un marco legal y algo similar se podría decir de los bancos que tradicionalmente han caído en una serie de actos abusivos que en la mayoría de los casos quedan impunes.

[1] Pedro de Alba “El Mínimum Vital y las clases trabajadoras”, La Prensa Gráfica, viernes 8 de marzo de 1946, No. 1137, p. 3, año XXXI.

[2] Pedro de Alba “El Mínimum Vital”, p. 3.

     

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