En julio de 2022, el Tercer Juzgado de Familia de San Salvador reconoció jurídicamente el derecho a cambio de nombre y género a un hombre trans en El Salvador. Los medios de comunicación ―bajo distintos intereses que no es temática de discusión en este texto―, desde los conservadores no alineados con el discurso oficial hasta los progresistas, hicieron eco de esta noticia, tornándola, posiblemente, la conquista del reconocimiento al derecho a la identidad de género más mediática de los últimos tres años. En agosto, Alexander Peña informó en sus redes sociales que iniciaría los trámites en la alcaldía de San Salvador para modificar su nombre y sexo en su partida de nacimiento, lo cual se vaticinaba como un trámite simple para ejercer su derecho de identidad de género masculina que tuviera congruencia con su nombre y sexo de forma oficial. Este derecho se vio truncado un mes después.
Los responsables del Registro del Estado Familiar del municipio de San Salvador interpusieron un amparo ante la Corte Suprema de Justicia para no cumplir con la sentencia de la Jueza Tercero de Familia de San Salvador, alegando que «[…] la marginación de la partida de nacimiento implicaría que en ella se reflejarían dos nombres y dos sexos», asumiendo que se afectaría «a los principios de seguridad jurídica, legalidad e interés público» (Sala de lo Constitucional, 2022b). La Sala acogió el amparo presentado, bajo el argumento de una «[…] posible lesión a la seguridad jurídica ―por infracción al principio de legalidad―», y ordenó una medida cautelar para suspender provisionalmente la sentencia de la Jueza Tercero de Familia, ordenando abstenerse «de exigir al Registro del Estado Familiar de San Salvador el cumplimiento de su decisión» hasta que se presente un pronunciamiento definitivo a dicho amparo o que la Asamblea Legislativa reforme la Ley del Nombre de la Persona Natural.
Alexander Peña quedó en un limbo institucional, teniendo una orden judicial que reconoce su identidad de género masculina, pero sin poder hacer efectivo su cambio de nombre y sexo en su partida de nacimiento.
La promulgación de este amparo entró en contradicción con la sentencia de la propia Sala de lo Constitucional que en 2022 declaró la inconstitucionalidad del art. 23 inc. 2° de la Ley del Nombre de la Persona Natural (LNPN), ya que en la normativa no posee una regulación cuando una persona desee cambiar su nombre por razón de su identidad de género autoasumida. Bajo esta percepción, la Sala sentenció:
[…] el trato discriminatorio por razones de género, orientación o preferencia sexual u otra condición social, consistente en no prever las condiciones que debe reunir toda persona que desee cambiar su nombre para que sea compatible con su identidad de género, no busca un fin legítimo. Por ello, deberá declararse que existe la inconstitucionalidad en el objeto de control en este punto, por no perseguir un fin constitucionalmente legítimo, lo cual incumple las exigencias del subprincipio de idoneidad, por lo que la Asamblea Legislativa deberá realizar las adecuaciones normativas que sean necesarias para prever las condiciones que debe reunir toda persona que desee cambiar su nombre para que sea compatible con su identidad de género, considerando los elementos de seguridad jurídica que adujo como fin buscado por la regulación del nombre. Para ello dispondrá del plazo de un año contado a partir del día siguiente al de la notificación de la presente sentencia de inconstitucionalidad (Sala de lo Constitucional, 2022a).
La Asamblea Legislativa tenía hasta el 23 de febrero de 2023, pero no tramitó ninguna modificación a la LNPN. Este hecho era de esperarse, tomando en consideración su posicionamiento al ser consultada por la Sala de lo Constitucional sobre esta temática. Esta tuvo consonancia con su accionar en las dos décadas anteriores, aunque la composición del órgano sea diferente, la visión discriminatoria, próxima a la visión de los grupos antiderechos de «colonización ideológica» que, según ellos, pretenden destruir la familia tradicional, la niñez, valores y costumbres del país introduciendo elementos foráneos a nuestro contexto sociopolítico-cultural:
[…] dicha ley [LNPN] tiene como base la seguridad jurídica, pues aun cuando dicho órgano reconoce que hay tendencias mundiales que permiten a las personas cambiar su nombre indicativo de un sexo, dichas tendencias no pueden ser automáticamente aplicadas a realidades distintas en su idiosincrasia social (Sala de lo Constitucional, 2022a).
La Asamblea Legislativa expone la falacia entre lo nacional y lo extranjero sobre el reconocimiento de la ciudadanía plena de las personas LGBTI+. Las personas salvadoreñas LGBTI+ hemos existido, según los archivos encontrados hasta el momento[1], desde la época precolombina: llegamos a este territorio sea como invasores ibéricos o africanos expoliados a la fuerza en la época colonial; presenciamos el nacer de la República, soportamos las incertidumbres de la era de los caudillos y dinastías familiares, padecimos los derroteros de las dictaduras militares, participamos activamente en los combates de la guerra interna, nos visibilizamos en la postguerra y comenzamos a exigir reconocimiento político y ciudadanía plena desde la década del 2000.
No somos importaciones, somos producto de esta nación.
Para demostrar, una vez más, que nuestra existencia es histórica en tierras cuscatlecas, analizaré una nota periodística que presentó a la identidad de Francisca Colorado que vivió en las fronteras del género y la sexualidad en El Salvador de final del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX.
Francisca Colorado
En marzo de 1935, ante la realización de los III Juegos Centroamericanos y del Caribe en San Salvador fue levantado el Estado de Sitio impuesto por la dictadura de Maximiliano Hernández Martínez después del levantamiento de Los Izalcos en enero-febrero de 1932. En este contexto social, surgió una nota en el Diario Nuevo, medio de comunicación alineado con el poder en turno, que daba cuenta de la muerte de Francisca Colorado, causando conmoción al interior de la villa de Mejicanos, al descubrir las mujeres que llegaron a ataviar su cadáver, que era un hombre y que toda su vida había simulado «que era hembra»[2]. Esta situación provocó que el hecho fuera destacado y que se realizara un proceso de investigación en el cual se consiguió delinear a grandes rasgos su inclusión económica y las tensiones del género y la sexualidad que estaban integradas a su identidad de género autoasumida.
Al igual que en los casos de Rosaura Pereira (1937) y Juliana Martínez (1940) expuestos en el mismo diario[3], un punto importante en la narrativa fueron los procesos de integración económica según el género con el cual vivía públicamente Francisca Colorado:
Todo el vecindario conoció a la señora Francisca Colorado, en la villa de Mejicanos. Se ganaba la vida negociando con granos, al por mayor y al por menor. Sus negocios los llevaba con bastante tino y le producían por consiguiente para el sustento diario y para hacer algunas economías con las cuales pudo comprar dos casas. Como toda mujer de su casa hacía todos los oficios domésticos: cocinaba, lavaba, aplanchaba, zurcía y, en fin, atendía a todos los quehaceres propios de una mujer.
En este punto inicial de la nota, se visualizan tiesuras identitarias. Por una parte, se presenta a una mujer de éxito en los negocios, que poseía un local de venta de granos básicos, con el cual había construido un patrimonio que constaba de dos casas. Por otra parte, se presentó la imagen tradicional de una mujer que se dedicaba a todos los oficios domésticos que se asocian con el género femenino. En este punto vuelve a reafirmarse que la identidad de género en el imaginario salvadoreño esta ligada al desempeño de actividades laborales, fuertemente segmentadas con trabajos específicos para hombres y otros para mujeres. Aunque fuera una mujer de éxito económico, esto no excluía a que Francisca desempeñara eficientemente labores domésticas.
Francisca comenzó a presentar problemas de salud, posiblemente asociados a la ingesta continua de bebidas alcohólicas, ya que la nota presume que la causa de muerte fue una «GOMA»: «[…] como resultado de sus frecuentes borracheras, la gravedad que la llevó al sepulcro, fue una GOMA extraordinaria».
En el proceso de agonía y preparación del cuerpo para su vela y entierro se explicó que un grupo de mujeres llegó a la casa de Francisca para rezar y «ayudarle a bien morir» y preparar su cuerpo con «la mortaja correspondiente». Fue en este último proceso que sobrevino el descubrimiento: «[…] cual no sería su sorpresa al descubrir que la feminidad de la señora Francisca no había sido más que un gran embuste por el cual habían pasado los vecinos de Mejicanos durante muchos años». La nota no manifestó cual era la edad de Francisca. No obstante, por la descripción de su éxito económico, la expresión que había vivido por muchos años en Mejicanos y el marcador racial en su partida de defunción, asumo una edad mayor de 50 años.
«Amigas íntimas»: Tensiones del género y la sexualidad
En los casos de identidades trans autoasumidas por Rosaura Pereira y Juliana Martínez, únicamente en el caso de la primera se supo sobre una posible pareja sexual masculina que descubrió sus atributos masculinos. Respecto a Juliana no se indicó la existencia de posibles parejas sexuales. En el caso de Francisca se detalló la presencia de «amigas íntimas»:
[…] siempre gustaba tener varias amigas a quienes quería con predilección. Varias de ellas vivían en su misma casa. Sobre esta clase de predilecciones en la población corrían rumores indicadores de que aquellas intimidades parecían estar fuera de toda normalidad. Pero nunca llegó a concretarse en qué consistía lo irregular de aquellas relaciones, hasta que la muerte levantó el velo del misterio.
Este trecho de la trama de la vida de Francisca Colorado tensiona las fronteras del género y la sexualidad. Revela en un caso salvadoreño histórico que cuerpo, deseo y expresión e identidad de género no son lineales y pueden presentar diferentes conformaciones, tan variables como la individualidad de cada ser humano. Así vemos que los vecinos de Mejicanos adjudicaban que Francisca tenía prácticas sexuales con otras mujeres; lo cual, según la heterosexualidad obligatoria como modelo binario hegemónico, que se coloca como lo ideal, estas supuestas prácticas se clasificaron como algo que estaba afuera de «toda normalidad».
A pesar de lo anterior, algo que no se catalogó como fuera de la «normalidad» fue que en «[…] sus iras alcohólicas se descargaban en cualquiera de sus amigas, quienes se mostraban sumisas al verla encolerizada». En este punto se reproduce un modelo de violencia intrafamiliar, que se asocia principalmente a hombres que ejercen violencia contra la mujer. Pero en este caso, la población de Mejicanos admitía que este tipo de violencia se realizaba entre mujeres. Esta concepción podría desvelar una forma histórica de comprensión de relacionamientos lésbicos de esa época, por medio de la reproducción del modelo de dominación masculina, asumiendo que una de las integrantes de la pareja ejercía roles masculinos (tener un negocio, ser proveedora económica, ejercer violencia, consumo de bebidas alcohólicas, entre otras características) y su contraparte asumía roles femeninos relacionados a la sumisión.
¿Travestismo impuesto?
Esa tensión del género y la sexualidad colocada por tener posibles prácticas sexuales con mujeres entra un cuestionamiento sobre un fenómeno social del género registrado en narrativas literarias sobre travestismo femenino impuesto a hombres.
El primer registro sobre esta dinámica se encuentra en el texto La corrección de menores (Manuscrito de un escolar) de Francisco Herrera Velado de 1923. En esta narrativa se presentó un itinerario biográfico de Luis/Luisa. La narración cuenta que Luis fue designado como Luisa y obligado a utilizar faldas porque su tía no soportaba ver pantalones en su casa. Luisa tuvo un romance con Pura, que para todos alrededor fue calificado como una relación lésbica, la cual tuvo sanciones. Para el caso, Pura fue remitida a un convento y Luis/Luisa fue expulsado de su casa. Ante esta expulsión realizó un proceso de «transición de género» de lo rural/femenino a lo urbano/masculino cuando se trasladó de Sonsonate a San Salvador. En este territorio era fuertemente cuestionada su identidad masculina, ya que se asumía que era una mujer utilizando ropas de hombre.
En el segundo caso tenemos a Mercedes López Gámez, personaje de la novela ¡Justicia señor gobernador! de Hugo Lindo de 1960. Mercedes obtuvo ese nombre ya que su madre no deseaba tener un hijo varón, y a parte de ese nombre femenino, que es común sea colocado en hombres, lo comenzó a vestir y tratar de forma femenina. En su Metapán natal comenzó a laboral en una cantina, en la cual su identidad femenina era reforzada al desempeñarse como mesera. Esta identidad femenina comenzó a ser rechazada, al igual que Luis, al momento que ejecutó un traslado de Metapán para San Salvador. En San Salvador su identidad masculina era cuestionada. Esos cuestionamientos provenían de personas que habitan el mismo mesón. Los cuestionamientos principales provenían de una niña llamada Dolores. Ante tales ofensas, para reafirmar esa identidad masculina, en una noche con «un par de tragos a cuestas», violó y asesinó a Dolores.
En los marcadores sociales que identificaron a Francisca como Francisco en su partida de defunción se colocaron las categorías de «varón, indio, salvadoreño»; en este punto, la categoría de «indio» puede generar elementos interesantes de interpretación de la identidad sexual de Francisca. Como primer punto, se puede inferir que la procedencia de Francisca sería de un espacio rural con presencia indígena, posiblemente la zona de Los Izalcos. En Mesoamérica y la región Chibcha se han registrado prácticas identitarias que contravienen el modelo binario heterosexual hegemónico, como el caso de los Muxes en México o las Wigunduguid en Panamá (Arévalo, Rocha & Jiménez, 2022). ¿Francisca Colorado fue una identidad indígena salvadoreña que contravenía la heterosexualidad hegemónica? Con la poca información disponible de este caso no se puede dar una respuesta a esta interrogante en este momento. Temática abierta al debate.
Sin embargo, me puedo arriesgar en proponer la ejecución de un travestismo femenino impuesto en la figura de Francisca Colorado. En su local de origen, por razones que no puedo determinar, pero que posiblemente fuesen similares a los casos de Luis y Mercedes mencionados párrafos arriba, Francisca comenzó a ser identificada con una identidad femenina. Ejecutó un proceso de migración de la zona rural de nacimiento para un municipio que orbita la capital. La identidad de Francisca ya la acompañaba, y a diferencia de Luis y Mercedes no se deshace de ella en ese traslado de lo rural a lo semiurbano; ya sea que fuera más fácil seguir con esa identidad o estratégicamente utilizarla para su reconocimiento social al interior de Mejicanos, comunidad social que no cuestionó sus relacionamientos con sus «amigas íntimas»; pudiendo suponer que tácitamente aceptaban la existencia de una relación lésbica, aunque reprodujera una dinámica de dominación machista en la cual Francisca, en sus momentos de embriagues, ejecutaba violencia intrafamiliar a las mujeres que residían en su casa.
Mortaja: negación de la identidad de género
El descubrimiento inesperado de una persona que contradecía el modelo binario heterosexual hegemónico y que tensionaba las fronteras del género y la sexualidad, produjo una duda social de respetar la identidad de género de Francisca o realizar una concordancia entre su cuerpo biológico y vestimenta: «¿Le pondrían a la exseñora Francisca la mortaja de mujer que estaba preparada o conseguían un vestido de hombre para velarla?». La vestimenta es un marcador que segrega los géneros. Ropa para mujer y para hombre, conforme su uso, se identifica a una persona que pertenece a un sexo o el otro. Por esa razón, se dio el interrogante de las vecinas de Mejicanos de determinar qué ropa le colocarían a la occisa. En una especie de decisión salomónica discriminatoria se estableció: «Al fin se resolvió en la forma más prudente: ni una ni otro. Simplemente la envolvieron en una colcha para que el público no se diera cuenta del misterioso secreto».
La decisión de colocar a Francisca en una colcha es un reflejo de lo que acontece con la postergación de la reforma de la LNPN al interior de la Asamblea Legislativa. Como eje central se tiene el no reconocimiento de la identidad de género de las personas trans, la Asamblea Legislativa ―a manera de las vecinas de Mejicanos― en su actuación se pueden señalar tres situaciones: 1) existió una identificación de género con el cual se identificaba Francisca; pero 2) su cuerpo biológico impedía que políticamente tuviera el reconocimiento postmorten como mujer por la comunidad; dando como resultado 3) colocar a Francisca en un vacío identitario al envolver su cuerpo en una colcha, debido a que este objeto no posee el marcador de género que distingue quién es un hombre o una mujer. Así la Asamblea Legislativa al omitir legislar, conforme lo señalado por la Sala de lo Constitucional, aunque no sea una Ley de Identidad de Género Integral, impide solventar algunas de las problemáticas de reconocimiento jurídico de las personas trans y, por lo contrario, perpetúa su limbo identitario en El Salvador. ¡Fuerza a las resistencias!
[1] Arévalo, A. Dialogando con el silencio: disidencias sexuales y de género en la historia salvadoreña 1765-2020. San Salvador: Editorial Universitaria, 2022.
[2] Diario Nuevo. Solo al morir se descubrió que era hombre Francisca Colorado. 11 de marzo de 1935. Nº 400, Año II, pp. 1, 5.
[3] Arévalo, A. Dialogando con el silencio: disidencias sexuales y de género en la historia salvadoreña 1765-2020. San Salvador: Editorial Universitaria, 2022, pp. 163-169
Agradecimientos
Le soy grato al Dr. Héctor Lindo por la indicación de existencia y a Luis Canizalez por la recolección y envío digital de la fuente documental analizada.