Una buena cabeza es una cabeza que busca los defectos de la Humanidad, y una cabeza extraordinaria es una cabeza que encuentra esos defectos de la Humanidad, y una cabeza genial es una cabeza que, después de haberlos encontrado, señala esos defectos encontrados y, con todos los medios a su disposición, muestra esos defectos. Thomas Bernhard en Maestros Antiguos.
Tenemos que vivir impotentes en este país en el que el gobierno es abyecto y estúpido y manipulador y mentiroso y por añadidura profundamente inútil. Cada amanecer, cuando pensamos en ello, volvemos a darnos cuenta de que nos gobierna un gobierno abyecto y estúpido y manipulador y mentiroso y por añadidura el más inútil que cabe imaginar. Y pensamos que no podemos cambiar nada, al fin y al cabo, eso es lo más horrible, que no podemos cambiar nada, que tenemos que ver impotentes como ese gobierno, cada día, se vuelve más abyecto y estúpido y manipulador e inútil y, en un estado de consternación permanente tenemos que ver cómo ese gobierno se vuelve cada vez peor y cada vez más insoportable. Todos los días no da uno crédito a sus ojos ni crédito a sus oídos. Siempre uno ve con espanto cada vez mayor la decadencia de este país destruido y de este Estado saqueado y corrupto y de este pueblo corrompido que anda sonámbulo por las calles de este país que son verdaderas desgracias llenas de animales muertos y basura y cráteres marcianos en los que las latas de los vehículos crujen hasta desmoronarse. Estamos condenados a soportar la locura de este país destruido y de este Estado saqueado y corrupto y de este pueblo corrompido que en todas y cada una de las cosas niega su historia y por ello no tiene ni pasado ni futuro y se ha entregado, con el mayor de los gustos, al embrutecimiento de los aparatitos modernos en los que ostenta, con la mayor desvergüenza, la cotidianidad de su miserable vida. Y concluimos que nada podemos hacer, es lo peor de todo, porque a fin de cuentas la vida de este Estado saqueado y corrupto y de este pueblo corrompido no ha hecho más que transcurrir en esta atmosfera maloliente que irrita los nervios y mata el espíritu, una atmosfera gris que este Estado saqueado y corrupto y este pueblo corrompido han aprovechado para asesinar y destruir y humillar a sus mejores intelectos y premiar con ofensivas sumas de dinero y medallitas a sus mediocres y mendaces que se ganan la vida estafando y lamiendo cavidades humanas. Todo lo actual, como lo estuvo lo pasado, está lleno de vileza y lleno de maldad, mentira y traición. Los políticos de turno en el poder, de una ilimitada chapucería repulsiva y mediocres por vocación y de una bajeza sin par, criaturas miserables cuya única tarea en la vida parece consistir en deslizar con la mayor cantidad de saliva posible su lengua en los pliegues genitales de los poderosos que los mandan, se desviven cada amanecer profiriendo las peores mentiras que cabe imaginar. Estos políticos son los peones de los que ahora saquean el Estado y cuando, como en el caso de este Estado salvadoreño de hoy, se trata de un Estado anteriormente saqueado por otros, también los políticos de turno, se llevan lo suyo en este eterno saqueo digno de los ladrones de la más baja estofa y de la más profunda mezquindad. Todos los días y a toda hora uno escucha y observa a estos políticos de turno atroces, de miras estrechas, desastrosos, que tienen una concepción absolutamente baja de los seres, determinada por el Estado, a saber, ese Estado saqueado anteriormente por otros y ahora saqueado por estos políticos de turno de ilimitada chapucería repulsiva y mediocres y de una bajeza sin par. Si existe el infierno, y naturalmente que existe, es este país en el que toneladas de carne humana se pudren de hambre y miseria y se hacinan, una década sí y otra también, en cárceles y casas de lámina y de cartón y de lodo, mientras esos políticos de turno, como también lo hicieron los políticos expulsados, saquean con la mayor desvergüenza, aunque en público se presentan, imbécil y pérfida y pomposamente como seres vestidos con túnicas blancas de seda y con alas en la espalda y que, si uno acepta darles la mano y escuchar atontado sus engañosas zalamerías pronto defecarán abundantemente en la cabeza de uno. Los dueños del dinero, al igual que los políticos, no aprendieron más que a producir basura y a presentarse ante todos como los guardianes de la moral y del progreso y así, ante otros pazguatos como ellos, se inclinan para proferir imbecilidades verborreicas, porque su perversidad apesta tanto que embrutece incluso a quienes estamos lejos de ellos convirtiendo la vida en un insoportable trance en este infierno en el que toneladas de carne humana se pudren de hambre y miseria y se hacinan, una década sí y otra también, en cárceles y casas de lámina y de cartón y de lodo.