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Desde Comala siempre...

Salarrué, Mussolini y la vanguardia artística


La revista, sin embargo, menciona a otras dos figuras internacionales destacadas quienes despejan su ideario nacionalista sin ambigüedades, a saber: el italiano Benito Mussolini (1883-1945) y el turco Mustafá Kemal Bajá (1881-1938).
Publicado en septiembre 9, 2025
Professor Emeritus. New Mexico Tech rafael.laramartinez@nmt.edu Desde Comala siempre…

DE LA FASCINACIÓN INTELECTUAL POR EL FASCISMO

Foto MUPI
Foto MUPI

 

I. Del arte... 

De las múltiples fuentes primarias olvidadas de la literatura salvadoreña destaco Espiral. Revista del Hogar. Esta documentación original debería guiar una historiografía nacional seria, menos pre-juiciosa en su estudio. Según Ítalo López Vallecillos (El periodismo en El Salvador, 1964: 245-247, lo reitera Luis Gallegos Valdés, Panorama, 1981: 139), la revista se publica de 1919 a 1923, pero la colección a mano fecha el «Año 1» de marzo-abril de 1922.

Esta numeración reduce su edición a sólo uno o dos años de publicación, «efímera» pero influyente según Gallegos Valdés. Pese a que el mismo López Vallecillos la califica de «la mejor Revista que se publicó en su género», es curioso que su valor lo excluya casi todo estudio especializado sobre la literatura salvadoreña. A mayor impacto en una época, más solemne le corresponde el olvido del presente.

El juicio de López Vallecillos lo considero esencial. «Espiral llegó a ser la expresión de la generación modernista y de la vanguardia literaria en el país». Pero, luego de la generación comprometida en los cincuenta, toda idea de vanguardismo precedente se tacharía para hacer del enlace entre la poesía y la política una invención reciente.

Espiral ofrece una «crítica [severa] a la administración pública», cuyos empleados «los pagan las tesorerías nacionales. Quienes ganan sin trabajar, explotando las arcas nacionales». Basta esta breve cita para advertir que el enlace entre la crítica política y la vanguardia artística data de una fecha temprana que la actualidad desconoce.

Para esta vanguardia inicial hay que «meditar en el porvenir de la Patria» (Año I, No. 2, abril de 1922). Una agenda nacionalista guía su proyecto literario. El nacionalismo lo remata la protesta enérgica contra el imperialismo estadounidense que invade la República Dominicana. Su «ocupación» demuestra los «actos de barbarie cometidos» contra la «independencia y soberanía» popular latinoamericana (Año I, No. 8, julio de 1922).

«En nombre del pueblo» los Estados Unidos actúa contra su voluntad al imponer «empréstitos» absurdos para gastos militares. En su auto-publicidad la revista declara el propósito político de defender «doctrinas elevadas […] sobre asuntos de problemas nacionales», al igual que la intención de darles voz a «los intelectuales más caracterizados de El Salvador» (Año I, No. 6, junio de 1922).

Espiral la dirigen Enrique Lardé y Miguel Ángel Chacón, dos personalidades sin mayor impacto en la historia literaria del presente. Sus nombres ocupan hoy el lugar del anonimato. Empero, la dirección artística la ejerce el célebre Salvador Salazar Arrué, aún sin firmar el pseudónimo, Salarrué, que le atribuimos ahora (véase recuadro).

Lista de los directores de Espiral. Revista del Hogar (Nótese la concesión financiera otorgada a los obreros).

El autor contribuye con escritos que sus recopilaciones recientes desdeñan. Destaca «La mácula» que relata la relación de amistad entre el autor y una prostituta del «barrio de la Vega». En el «triste Nirvana de su alcoba» vive en «amable compañía de los hombres» como la intimidad sincera de Salarrué (Año I, No. 8, julio de 1922). Igualmente, el artista ilustra la portada de casi todos los números de la revista. A la crítica política y anti-imperialista la revista agrega la exigencia por enlazar la imagen pictórica a la palabra. La política y la literatura las completan las artes plásticas.

La narrativa y la pintura las promueven concursos de cuentos y «exposiciones internacionales» como la de octubre de 1922, en el edificio de Correo, a la cual acuden unas «cuatrocientas personas» (Año I, No. 14, noviembre de 1922). Entre los pintores descuellan P. A. Espinosa, las señoritas Sara y María Fernández, Alberto Imery, Pedro Matheu, Rosita Peralta, Salvador Salazar Arrué, Toño Salazar. A continuación ofrezco dos ejemplos de portada que las recopilaciones pictóricas ignoran, pese a que «tanto han gustado y elogiado nuestros favorecedores».

Es un Argos que pasa entre un halo divino hendiendo las espaldas de un mar de promisión; ilusa grey lanzada en pos del vellocino que autorice la noche de su generación. Salvador Salazar Arrué (Espiral. Revista del Hogar, Año I, No. 2, 1º de abril de 1922) (Si el mar metaforiza lo femenino, “el señor de los mares” emerge rajado de su relación carnal que lo autoriza a buscar lo imposible uniendo lo físico y lo metafísico, la sexualidad y lo astral en un todo sin escisión).

La secretaría de redacción la desempeña Ramón de Nufio, otro poeta influyente en su época, pero anónimo en la actualidad. Publican también Julio Enrique Ávila, Carmen Brannon, Carlos Bustamante, Raúl Contreras, los hermanos Espino (poemas ignorados en Jícaras tristes (1938), Francisco A. Gamboa, Magog, Alberto Masferrer, Francisco Miranda Ruano, Ricardo Rosales y Rosales, Juan Felipe Toruño, Juan Ramón Uriarte, José Valdés, etc., y autores internacionales como el guatemalteco Rafael Arévalo Martínez, Azorín, Daniel D’Annunzio, Rabindranath Tagore, Óscar Wilde, etc.

Portada de Espiral. Revista del Hogar, Año 1, No. 4, 1º de mayo de 1922 (Dibujo de Salarrué grabado por F. E. Sasso).

Pese a un anuncio como «las palabras son hembras; los hechos son varones», la revista le concede un lugar prominente a las escritoras. Además realiza una defensa de su papel en la literatura contra quienes argumentan que «las mujeres no deben escribir» (Año I, No. 5, junio de 1922). El temor varonil por afeminarse —«no nos parecemos a las mujeres» (Año 1, No. 8, julio de 1922)— alterna con la concesión a la escritura de las mujeres.

Carmencita Brannon (poemas ignorados), Alice Lardé, Mildia Ferro, Carmencita Mixco, Mercedes Quintero, Tula Van Severen son algunas poetas que componen «la intelectualidad femenina centroamericana», la cual «le da realce y hermosura» al «movimiento literario» del istmo. A la crítica política —al enlace palabra-imagen— la revista añade un neto sesgo de feminismo que promueve el voto femenino (Año I, No. 19, febrero de 1923).

Estas venas las corona el auge del regionalismo que, en la pintura y en la literatura, exalta el paisaje tropical salvadoreño y a sus pobladores rurales. En la revista surge una sensibilidad urbana por representar lo nacional-popular —tal cual el caso de la prostituta en Salarrué— y, ante todo, por interpretar el ambiente campestre y sus habitantes. Así aparece la idea de lo «popular» como temática básica que guiará las artes nacionales en las décadas venideras.

En síntesis, la crítica política al despilfarro estatal, el anti-imperialismo, el proto-feminismo y el rescate de lo popular y del paisaje nacional definen el vínculo entre las artes plásticas y la literatura hacia los inicios de la década de los veinte. A ello se añadiría una espiritualidad de influencia oriental, ante todo hindú y teosófica. El punto de arranque de un proyecto artístico de nación se halla a la obra.

II. …Y de la política

En este proyecto nacionalista que encabezan los directores de la revista —Lardé, Chacón, Nufio y Salarrué— se expresa una voluntad determinante por mostrar su independencia de la administración estatal. La revista anhela guardar su autonomía con respecto al poder en turno. Espiral «no goza de ninguna subvención de parte del Gobierno» lo cual traduce su cometido por la «independencia, verdad y belleza» supremas, más allá de toda «holgazanería oficializada» (Año I, No. 17, diciembre de 1922). Aun así, se permite apoyar la candidatura presidencial del Dr. Miguel Tomás Molina como «hombre símbolo del pueblo salvadoreño» (lugar citado).

Ese comentario constituye la única alusión directa a una posición política partidista al interior del país. Sin embargo, la revista menciona a otras dos figuras internacionales destacadas quienes despejan su ideario nacionalista sin ambigüedades, a saber: el italiano Benito Mussolini (1883-1945) y el turco Mustafá Kemal Bajá (1881-1938).

Lo curioso del caso resulta de la diferencia radical en la evaluación de ambos personajes. Un anti-comunismo tajante rige la estimación de los dos líderes nacionalistas, con quienes se identificaría la revista. Si Kemal «amigo íntimo de Lenine» es un «partidario furibundo de sus exaltadas ideas bolshevikes», el italiano representa la «exaltación ardiente y fiel del alma nacional» (Año I, No 18, enero de 1923).

El paso de Turquía a Italia lo califica el cambio en el sentido de lo «exaltado», o fanatismo negativo, hacia la «exaltación», o entusiasmo positivo. Desde sus inicios, Mussolini representa la esperanza del nacionalismo latino por desarrollar una agenda cultural propia, anti-imperialista, feminista, popular y de vanguardia.

Lo popular no acredita al pueblo en sí. En cambio, califica a su doble re-presentación política y artística, la cual lo suplanta. Lo sustituye en una matriz simbólica —The Matrix (1999)— que lo vuelve irreconocible para la mirada actual. Para la mirada del siglo XXI que exalta y copia sus logros, sus simulacros, como modelos de un cambio radical. La raíz oculta — soterrada siempre— del rescate de lo popular-nacional la abona la figura viva de Mussolini.

Valga el pleonasmo, la fascinación por el fascismo identifica un mal endémico de la vanguardia artística y política salvadoreña. Adrede dejo sin explicar la etimología del fascinus que todo diccionario actual acalla con enorme disimulo. Pero aclaro que la fascinación que Mussolini ejerce en los intelectuales salvadoreños se extiende por años. Se prolonga en el ideario artístico de rescate de lo popular y de lo indígena, al igual que en la refundación cultural de la nacionalidad salvadoreña. Quizás hasta el presente. Quizás…

Il Duce, Benito Mussolini, «representa el patrimonio espiritual de la entera latinidad». Ocho años después de Espiral, el presidente Pío Romero Bosque (1860-1935; presidente de 1927 1931) declara «tengo por Mussolini una admiración incondicional. Lo considero el máximo representante de la latinidad en este período histórico. En los momentos más difíciles de mi vida de presidente miro su retrato porque… ¡me inspira! […] en el estudio del presidente de la República de El Salvador […] está el retrato de Il Duce» (Mario Appelius, Le terre che tremano, 1930: 87-88). Para el entrevistador italiano y para el presidente salvadoreño, «el fascismo restituirá […] la Patria», tal cual lo exige años antes la revista literaria Espiral (lugar citado: 26).

Me permito una larga cita que ilustra cómo el arte indigenista salvadoreño que la actualidad celebra por su neutralidad, por su distancia política con el poder, y por su revalorización de lo popular, se exhibe en Guatemala en 1937 junto a las efigies en seda del poder en turno. En la celebración del arte salvadoreño, Mussolini brota como tutor ideal.

«Durante la Gran Exposición Centroamericana que mezcla industria, artes y comercio (Guatemala, noviembre de 1937), el poeta Julio Enrique Ávila es el “enviado del gobierno” para presentar la cultura salvadoreña en todos sus ramos materiales y creativos. El Imparcial elogia la plástica indigenista de “Pedro Ángel Espinoza, José Mejía Vides, Miguel Ortiz Villacorta y “los estilizados motivos mayas de gran valor decorativo” de Salarrué» (La República, Año V, No. 1436, 26 de noviembre de 1937).

La magna obra nacional se exhibe en «el rincón del arte en cuya “pared sur” ondean “en arco fraterno las banderas de Guatemala y El Salvador […] sobre los retratos de los presidentes general Jorge Ubico y general Maximiliano H. Martínez […] bordados en seda (junto al Duce Mussolini)». A esta muestra pictórica oficial se agrega la «vida intelectual del vecino país» cuyas letras las auspician dos editoriales: «la Universidad y el Gobierno». Ejemplos de literatura nacional «correctamente empastados» son «Francisco Gavidia […] Alberto Masferrer, Manuel Castro Ramírez, Salarrué, Max P. Brannon, Claudia Lars […] Hugo Lindo, Alfredo Espino, T. P. Mechín» (nótese presencia de escritores fallecidos, Masferrer y Espino, cuya obra el gobierno la vuelve oficial bajo auspicio de la viuda de Masferrer y sus seguidores masferrerianos y, quizás, de Espino-padre y de su hermano, Miguel Ángel, el segundo). Los sandinistas refrendan también la acción popular del general Martínez.

Dibujo de Salarrué (Espiral. Revista del Hogar, Año I, No. 17, 15 de diciembre de 1922)

Al lado de «los bordados en seda» de los generales Ubico y Martínez, se alza el presidente italiano Benito Mussolini, acaso el modelo ideal de los centroamericanos. A semejanza del apoyo que el fascismo mediterráneo recibe de la vanguardia artística, del futurismo meridional, en El Salvador, los indigenistas y los teósofos avalan la obra del recién ungido «Benemérito de la Patria» (La República, 15 de septiembre de 1937).

Dos años antes, hacia finales de 1934, junto a los teósofos censores de prensa de Martínez, Salarrué organiza la llegada de Krrishnamurti al país. Por la presencia del hindú, liberar el espíritu completaría la «liberación del campesinado» que propone el régimen interino durante la campaña electoral previa a la reelección del general Martínez en enero de 1935 (La República. Suplemento del Diario Oficial, septiembre-diciembre de 1934).

Luego, en octubre de 1935, el mismo Salarrué disemina la obra de José Mejía Vides y del indigenismo plástico salvadoreño como cultura oficial del general Maximiliano Hernández Martínez durante el despegue de su segundo período presidencial de 1935 a 1939. El mismo Salarrué apoya a los gobiernos militares de Óscar Osorio (1950-1956) y de José María Lemus (1956-1960), «el coronel de pueblo» (Gallegos Valdés, 1956), en una carta pública en La Prensa Gráfica (5 de diciembre de 1956). La afición por el militarismo —por el enlace entre el rescate de lo campesino-indígena y lo militar-democrático— es una constante política acallada en Salarrué.

Lemus, el coronel del pueblo (Gallegos Valdés, 1956. Nótese el uso de un lenguaje “marxista”, presente desde décadas anteriores en los gobiernos militares en turno).

III. Coda

En síntesis, más allá de todo pre-juicio actual sobre el compromiso político y sobre el rescate de lo popular, campesino e indígena en El Salvador, existe evidencia suficiente para asegurar que profundas raíces nacional-socialistas sustentan nuestro proyecto de nación. Si la actualidad esconde adrede esa documentación primaria, su razón es obvia. En el simulacro de lo popular, se revalida un cambio como copia fiel de una fascinación acallada por el fascismo. No otra es la enseñanza imperecedera de Espiral. Revista del Hogar la cual sigue ahora tan vigente como ignorada: las raíces fascistas de un proyecto cultural vanguardista, anti imperialista, feminista, indigenista y popular. En su origen, la agenda política que el siglo XXI juzga re-volucionaria se arraiga en el fascismo. Luego se repite como algo propio, como antecedente lejano, de una izquierda que ignora la historia, la historiografía nacional. ¡A celebrar y copiar al enemigo! La re-volución hace justicia a la etimología de su nombre. Es lo sinódico y lo astral como eterna repetición de lo mismo. Como modelo de la sociedad re volucionaria.

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