Abstract: the Italian opera "L'Uomo Femina (The Female Man, 1762)" exhibits the paradox of human language as a cultural institution which veils nature. While man submitted to female political power are characterized by accepting women attitudes, the reversal is not judged in a similar manner. A patriarchal regime does no presuppose women to adopt a male character. Indeed, manhood is associated with political power, while feminine implies submission. Nonetheless, instead of describing gender inequality as a social problem, it is usually linked to biological order that rules culture. Pregnancy determines woman reclusion into the private sphere, but man occupies the public realm. The Spanish institutional vocabulary still opposes "matrimony, the becoming mother" in its home life, to "patrimony, heritage" in the public realm.
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La ópera "L'Uomo Femina" (1762) de Baldassare Galuppi (música) y Pietro Chiari (libreto) plantea una temática, quizás bastante actual. Describe una Isla en el Mar Mediterráneo en la cual gobiernan las mujeres. Los hombres se dedican a las labores domésticas, sin intervención en la vida pública. El ejército también excluye la participación masculina, pero no hay referencias a la producción agrícola, ni industrial que la obra presupone como trabajo femenino exclusivo. En la casa, el hombre limpia, lava, plancha, cocina y, ante todo, se ocupa de la decoración interior y la de su propia belleza.
La apariencia física desplaza casi todo juicio de mayor envergadura social. Las ocupaciones y la estética vestimentaria se hallan invertidas. La mujer gobernante —la princesa Cretidia— usa un traje adecuado a su clase, así como la mujer militar se viste según su rango de soldado a general. En cambio, el hombre lleva falda, debe maquillarse y decorar su peinado en salones de belleza instalados para cumplir sus obligaciones sociales. Esta indumentaria forzada recubre la naturaleza misma de igual manera que —hoy en día— se confunde con la cultura.
La llegada de dos náufragos invierte el orden institucional femenino de la Isla. Se trata de Roberto y Giannino. Mientras este último acepta la legislación de la utopía femenina, Roberto la rechaza al mantener su figura original. Así, el cuerpo de Giannino lo decoran de acuerdo con los postulados estéticos de la isla. Le recortan el pelo a la moda en trenzas, le maquillan los ojos, las mejillas y los labios, al igual que usa, falda, blusa, medias y tacones. Sin reclamo, admite que las mujeres decidan el destino de su cuerpo biológico viril.
Por lo contrario, Roberto rehúsa someterse a los designios estatales de la mujer. Pero su atractivo corporal provoca el desenfreno entre las gobernantes. La mujer que lo encontró y le salvó la vida en la playa —Cassandra— lo reclama suyo. Claramente, revierte la idea del poder masculino que se apropia del cuerpo del deseo femenino, lo acomoda a su arbitrio, como si fuese una propiedad. "Eres mía/o". El poder transforma a la pareja en un objeto que se posee de la misma manera que una cosa natural, vuelta mercancía.
Sin embargo, la princesa anhela aplicar el derecho monárquico que la autoriza a apropiarse de todo súbdito y de todo náufrago que llegue a la costa. Parece que calca el poder político que ejercían los hacendados sobre sus sirvientas, en países sin nombre. En este debate, jamás se imagina la igualdad de género. Sea el patriarcado en Tierra firme, su reemplazo matriarcal en la Isla utópica, la autoridad impone la legislación sobre el cuerpo humano. Así, su majestad decide levantar un proceso judicial contra Cassandra y Roberto, su posible amante. El juicio fracasa en la condena, ya que el procesado argumenta la predestinación natural de la mujer. Sólo a ella le corresponde engendrar y, por tanto, debe recluirse en el hogar como la criatura se encierra en su seno. Hay una correlación directa entre la política y la sexualidad, gracias al poder de decisión que decreta las leyes de la conducta social.
El tribunal acepta la veracidad de su perspectiva biológica y no condena a la pareja. Entretanto, obsesionada por Roberto, la princesa Cretidea se debate en un conflicto psicológico de tribulaciones amorosas. Para resolverlo, entabla un diálogo con la pareja contrincante para volcar el amor de Roberto sobre ella misma. Por fortuna, logra convencerlo de sus nobles sentimientos. Esta convicción la apoya un descubrimiento inaudito. Se trata de una colección de cartas antiguas ocultas. Años antes, su padre había naufragado también en la Isla. Aceptando todos los requisitos, tuvo una hija —a madre desconocida— que se llama Cassandra. De tal manera, su amor por ella debe replegarlo hacia lo filial, so pena del incesto.
Dado este hallazgo, consiente iniciar una relación "matrimonial (de mater)" con la princesa Cretidia, siempre y cuando ella admita doblegarse a su potestad masculina. Ya se dijo, no hay igualdad imaginable en la utopía, sea de género o de jerarquía social. En cambio, el "matrimonio" —la conversión de la mujer en madre "natural"— debe convenir que el "patrimonio (de pater)" implica la esfera pública que monopoliza lo masculino.
Por decreto monárquico, el amor somete la Isla entera al patriarcado. La jerarquía se invierte y la conclusión predice que el hombre doblegará a la mujer, al remitirla a la esfera doméstica y solventar las obligaciones de cocina, limpieza y orden integral del hogar. En la ópera, el reflejo de esa sumisión la visualiza el vestido y el maquillaje corporal. Por su parte, el hombre asumiría la esfera pública como su responsabilidad exclusiva. Esta inversión radical calca el transcurso inmediato del mediodía hacia la medianoche, viceversa, a la vez que resalta la (con)fusión de la naturaleza y la cultura. No hay un paso intermedio posible, en reconciliación de los opuesto complementarios.
Si el retorno al patriarcado lo justifica la anatomía femenina —por su fecundación— en ningún momento esta cualidad natural predice las leyes sociales, en esferas desiguales. De lo contrario, desde las prescripciones del vestido, del maquillaje y la manutención doméstica, hasta las instituciones públicas regidas por el hombre, ofrecerían una simple réplica de las leyes biológicas. Tal es el enredo político que aún prevalece al legitimar la diferencia y la jerarquía de género. Hacia la naturaleza se proyectan las normas sociales como si derivaran directamente de su designo químico.
En el trópico húmedo, del sr. Tacuazín a la sra. Iguana, el género gramatical indicaría la conducta zoológica, así como la botánica dictaminaría la del frijol y la calabaza. Mejor aún, el oscuro sr. Garrobo despliega su poder militar público, mientras vestida de verde y maquillada en cresta, la sra. Iguana se ocupa de las labores domésticas por el designio natural. La simplificación extrema legisla la vida cultural del presente. Se pretende que la cultura calca literalmente la selección sexual de la naturaleza.
Al cabo, si la ópera se intitula "el hombre afeminado" —sometido al decreto femenino— su antónimo se llamaría "la mujer masculina". Sin embargo, regida por la dismetría de género, la lógica de la dominación social no se corresponde con la lingüística, debido a la tiranía que asocia al hombre con la hegemonía y a la mujer, con la subordinación. Por ello, lo "afeminado" se asocia a la sumisión y lo "masculino, macho" a la potestad política. Pero, si acaso el idioma copiara lo Real, la lógica del título debería equiparar ambos calificativos e interpreta en su oposición complementaria. Si el "hombre afeminado" implica la opresión de la mujer, se ignora por cuál razón la "mujer masculina" no significaría su suplemento, la mujer sometida a la ley viril. Pero el idioma no calca la razón de lo objetivo, sino los preceptos sociales que dirigen el mundo (véase "el día subsume la noche, día a día", como "el sol "sale" al olvidar que la tierra gira").
Más allá de la apariencia estética, la esencia jerárquica subsume la autonomía corporal de la mujer a la legislación del hombre. Mejor que yo, la lectura sabrá identificar en cuáles países la utopía masculina regula la autonomía corporal de la mujer. Esta ley la legitima la "fecundación terrena" que ejerce la violencia para imponer esa constitución, dizque natural tan arraigada como la Tabla Periódica de los Elementos: 47% de jóvenes, madres antes de los 18 años; 43.4% padecen violencia psicológica y 26.8%, maltrato físico. Asimismo, hay "un aumento del 15% de hechos de violencia contra las mujeres...la violencia contra las niñas, adolescentes y mujeres sigue siendo invariable".
La lectura debe evaluar si hay una incidencia directa de la teoría de género —en la academia y en la esfera literaria— en la acción social y en la esfera política. Tal sería el verdadero compromiso. De concederle la razón a la investigación de Lorena Umaña Reyes, ni siquiera "la representación política de las mujeres" repercute en "las decisiones estratégicas", las cuales permanecen bajo el dominio del hombre. Hay enorme desfase entre la palabra y los hechos.