Por Esme y María no vidente en el Neverest...
Abstract: Three paradoxes rule Salvadoran cultural studies. Historical memory rejects national archives, demonstrated by the absence of a 1932 literary anthology. The political realm excludes the human body to canonized classic writers, and decolonization theories do not include native philosophies. Reclaiming primary documentation, gender theory, and native languages imply a dismissal from the new academic left. Dictatorship publishes its enemies, and, in reverse, academic freedom censures almost any open debate on cultural studies with the opposition. For Esme in the Neverest...
Si nuestra identidad se dice tu-yul-ish-kal-yu, esta noción se glosa: nuestra cordialidad facial, nuestra cordialidad en el hogar del ojo/mirada, lo cordial que habita en la mirada, lo cordial ante nuestra cara...
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Ante todo, le agradezco a Mario Juárez Dubón concederme el derecho a la palabra en este año en el cual el gobierno aplica el estado de excepción que —se verá— aprende de los estudios culturales y de las ciencias sociales. En estos seis cientos (600) segundos de mi intervención —de antemano me disculpo si rebaso el límite—deseo plantear tres paradojas de los estudios culturales, a saber: memoria sin archivos nacionales o bien selectos (I); política sin cuerpo humano (II); descolonización sin lengua colonizada ni filosofías indígenas (III). En la conclusión, resumo esa identidad arbitraria que, en su exclusión temática y de todo desacuerdo, ofrece una incidencia mínima en la política de la cultura actual, así como en el análisis de los problemas más graves: las maras, las ventas ambulantes y el centro histórico, la migración, el género, bajo el símbolo de Esme, Beatriz, etc., la agresión sexual, la censura, etc.
Ghost. (-Kujkul) Mantis, Phillocrania Paradoxa
Memoria sin archivo, el 32 sin 1932
Política sin cuerpo humano, asexuado por tabú cultural
Filosofía sin filiación con lo indígena
=
Debate democrático sin oponente, la dictadura publica enemigos
I. Memoria sin archivos nacionales
En 2022, se conmemoran los noventa (90) años de los eventos de enero de 1932: revuelta indígena y. masacre desmesurada. Sin embargo, hasta el presente, la academia se niega a publicar una antología mínima de las "actividades literarias" y culturales "en el año de 1932" (J. F. Toruño, "Ateneo", 1932). Por esta crasa omisión, si 1932 existe sin "el 32", al revés, ahora se habla de "el 32" sin 1932, esto es, se inventa el año a un solo mes: enero. La obvia negligencia exhibe una relación de opuestos complementarios entre la temática acostumbrada de la historia —la censura de prensa dictatorial— y la apertura poética del régimen a los "héroes de la pluma". Sin exhaustividad, Toruño cita diecinueve (19) revistas de las cuales destacan "Cypactly", "Boletín de la Biblioteca Nacional", "La República", "Ateneo", "Dharma. Sociedad Teosófica Teotl" (referencia náhuatl sin náhuat), etc. En ellas publican las personalidades de mayor renombre como Francisco Gavidia y Salarrué, sin ninguna restricción, ni encontrarse "solo(s)". También enumera cinco libros como "Sandino" de Gustavo Alemán Bolaños, que demuestra la distancia entre el sandinismo original, el revolucionario y el actual, así como "Remotando el Uluán" de Salarrué, novela juzgada de fantasía ya que ahí aparece Gnarda, una mujer negra desnuda que impulsa el viaje astral del hombre blanco. A desglosar en seguida, la cuestión sexual, étnica y racial, aún causa el escozor de la creencia cultural de un espíritu sin materia, esto es, de almas transmigrantes sin cuerpo terrestre. Igualmente, Toruño refiere otras tantas obras de teatro y deja en suspenso las exposiciones de pintura.
Resalta la ausencia de la mujer quien —según la multicitada "Carta a los patriotas" de Salarrué– sólo actúa como "soñadora", por lo cual al ícono actual del feminismo —Prudencia Ayala— la desconoce esa esfera intelectual masculina. También se tacha la presencia del indígena que no sea "contemplativo", por lo cual Feliciano Ama queda en el silencio y la de los "comunistas pedigüeños, sórdidos y rapaces" quienes, como Miguel Mármol, "habla de degollar". Ese año sobresale también la denuncia de Salarrué contra la iglesia católica, a quien acusa de apropiarse del legado vitalista del maestro Alberto Masferrer a la hora de su muerte en septiembre. Esta disputa cobra una actualidad poética, ya que las discusiones académicas de los estudios culturales giran también alrededor de una tópica rulfeana, a saber: a quién le pertenece el legado cultural del Padre difunto. En reverso roquero, hoy los muertos son dóciles al adaptarse al discurso del más vivo, esto es, al más preciado. De lo contrario, jamás se afirmaría la vigencia de un legado po-Ético sin la experiencia que lo sustenta, i.e., Salarrué sin la teosofía ni la práctica de viajes astrales; Roque Dalton sin guerrilla clantestina.
Hacia finales de año, la Universidad Nacional organiza los "Torneos universitarios" para conmemorar el Centenario de Goethe y del Padre Delgado. Gracias a ese evento se forja una alianza entre la Universidad, el diario "Patria", el Gobierno e intelectuales de prestigio. Si en 2022 se juzgan oponentes al régimen, la Banda de los Supremos Poderes se encarga de ofrendarles una gloriosa recepción a sus enemigos como Salarrué, Francisco Gavidia, etc. Mientras Gavidia habla de la "democratización de toda la América", Salarrué resalta la "liberación hacia sí mismo". Obviamente, en esos "torneos" no participa ninguna mujer, ni hay una sola mención a la revuelta ni a la matanza. Las ponencias definen 1932 sin el 32. A esa constante actividad editorial, Julio César Escobar, director de la Biblioteca Nacional la llama "política de la cultura". Si hoy el término se juzga sin sentido, esta negativa cuestiona la irrelevancia de los agentes históricos por nombrar su propia experiencia. Parece que el derecho de hablar no les corresponde sino a quienes en vida reclaman el pasado para sí. Se sabe que las múltiples reconstrucciones de la revuelta de enero verifican esta necesidad de opacar al sujeto intelectual e indígena, ya que siempre hablan de una revuelta indígena sin lengua ni filosofía indígena.
En síntesis, mientras no existan varias antologías sobre las actividades culturales de ese año, los estudios culturales y la historia inventan "el 32" sin 1932. Así como hay revuelta indígena sin lengua indígena, también existe una historia intelectual sin archivos nacionales que testimonien de su actividad en 1932. Al igual que Esme hoy, Ayala vive en el silencio. Un último ejemplo —"Historias prohibidas del Pulgarcito" de Roque Dalton— confirma como las múltiples críticas al libro más leído del autor, eluden rastrear la documentación primaria que recita sin una cita expresa, por ejemplo, las bombas que retoma de María de Baratta. Los archivos nacionales incómodos son irrelevantes para la memoria.
II. Política sin cuerpo humano
Se desglosan dos ideas contrapuestas de la sexualidad: un concepto amplio distinto al indoeuropeo y otro violento que anticipa el término legal de acoso sexual acuñado en la década de 1970. Ya se mencionó que la única novela de Salarrué en 1932 plantea una relación amorosa entre el narrador, un hombre blanco, y una mujer negra "desnuda como toda mujer" (ojo: el término afrodescendiente no se aplica en la época). El coito entre el blanco y la negra equivale a la oposición complementaria del día y de la noche, del espíritu y la materia. Al recuerdo del hombre se contrapone el olvido de la mujer, sin cuyo cuerpo sexuado el espíritu vir-il no alcanza la vir-tud astral. La fantasía expresa tabúes que —como esa cópula— enlaza una disparidad compleja: género, etnia, raza, clase. Acaso más que el concepto occidental de sexualidad podría aplicarse otra esfera filosófica que —en remedo del Tlalticpacayotl mexica— abarca varios ámbitos terrenales como la guerra, la agricultura, la nutrición y, en este caso, la espiritualidad que entona el himno "give love/body a chance".
La sentencia "cogí ergo sum" confirma la vigencia comprometida del acto, según Roque Dalton, que en giro re-volucionario declara "tu desnudez es la eternidad", "es todas las cosas" y "la geografía". "Hoy amo con todas mis fuerzas a cuatro mujeres a la vez". Como acto alimenticio de rutina, el cambio marxista radical traslada el plato carnívoro principal de la teosofía —"la glotonería inocente del buitre sobre su presa"— hacia la consumación del postre: "gula de muchachas como pasteles". "Nada nuevo bajo el sol", ya que en su olvido el náhuat anticipa la visión poética nutricia con los verbos -ten-kwa, "abertura/boca-comer, besar con pasión" y -ten-chichina, "abertura/boca-chupar" (Werner Hernández). Científicamente, se llama transmisión de fluidos, ya que la saliva transcurre de una boca a otra, de una lengua a la otra, i.e. poara otros líquidos sin mención.
Sin embargo, el hábito hace al monje o si la mona se viste de seda ya no es mona, al igual que sucede con el asesino vestido de frac. Este disfraz lo redobla "O-Yarkandal" en cuya fantasía aún no se percibe la disparidad entre la esclavitud negra y la realeza blanca. Tampoco se indaga que "la mujer" sea "la mercancía más apetecida", ya que esas temáticas se hallan bajo el estado de excepción de los estudios culturales. Ponerlos en evidencia remite a la "celda-flor" o al exilio. La versión tardía de 1932 —"Catleya luna" (1974)— reconfirma la necesidad del espíritu masculino por el cuerpo femenino para lograr su ascenso al empíreo. Léase el siguiente fragmento que correlaciona el cuerpo y el alma en unidad indisoluble:
Preludio al viaje astral: "Yo te inventé a ti poco a poco". En seguida, "el contacto de sus dedos con los cabellos" suscita "la posesión física integral". "Tu desnudez era mi vino delicioso, eras ya mía y te besaba parte por parte" para "penetrarte...explorarte". "Hundía entonces su frente en las piernas de la amada"... "se llevaba abrazadas por la cintura a las dos hermanas semi-desnudas", mientras en el mar "sus cuerpecitos minúsculos se retorcían...entretejiéndose unos con otros...con mucho de llama de hoguera".
En remedo de Hiara-Adina, al narrador, Pedro Juan Hidalgo, le urge unir el alma de una mujer con el cuerpo de otra —estar con dos mujeres a la vez— para completar su viaje astral. Para rematar la jerarquía, se transcribe el axioma "marxismo y huevos" como reciclaje sinfín de la masculinidad. Según lo confirman "Álvaro y Arturo", la mujer "alimenta como Dios manda" y "deja lista la ropa para el día siguiente", en el testimonio generacional de Dalton. Acaso, al igual que en Salarrué sigue vigente el vocabulario institucional que diferencia el matrimonio (volverse madre) del patrimonio, su contrapuesto político y financiero.
En antítesis a este concepto disonante de la sexualidad, la literatura anticipa el término jurídico (1970...) de acoso sexual bajo una rúbrica del derecho consuetudinario. En verdad, como categoría relegada de los estudios culturales, el género desempeña un papel preponderante en las primeras novelas sobre los eventos de enero de 1932: "El oso ruso" (1944) de Gustavo Alemán Bolaños y "Ola roja" (1948) de Francisco Machón Vilanova. Inéditas en el país, ambos relatos describen el derecho de pernada que se otorgan los hacendados al exigir servicios sexuales de sus sirvientas, ante todo indígenas. Como motivo femenino de la revuelta, en términos mexicanos, la primera comunista (del náhuat kumunis) de América se llama "La Chingada". Ella denuncia el acoso sexual en anticipo de una ley a instaurarse en la década de los setenta. En esta acusación y reclamo de verdaderos derechos de igualdad, la poética es a la historia como la voz de la mujer a la del hombre, ya que sólo la llamada ficción se atreve a hablar de la violencia contra la mujer y a reseñar el derecho de pernada. Otra novela posterior —"Jaraguá" (1950) de Napoleón Rodríguez Ruíz— certifica cómo la construcción de la masculinidad por el acoso sexual a la mujer provoca la migración, que afecta incluso a la niñez, y persiste hasta la actualidad.
III. Descolonización sin lengua colonizada ni filosofías indígenas
De 1882, mientras se decreta la Ley de Extinción de Ejidos, los estudios culturales concentran su atención en el encuentro homo-erótico —sin mención de lo femenino— entre Francisco Gavidia y Rubén Darío. Como acto simbólico que anima el auge de un canon literario monolingüe —más castellano-céntrico que en España— el diálogo oculta la reacción de la Ciudad Letrada sobre la pérdida de las tierras comunales (para Latinoamérica en general, véase la presencia del cubano José Martí, 1877-1878 en Guatemala, quien avala la extinción de ejidos). A este rubro que se percibe como eje de la modernización cafetalera se agrega el desdén por transcribir las lenguas indígenas salvadoreñas y por reconocer sus categorías gramaticales singulares, inexistentes en castellano (i. e. náhuat, lengua acusativa vs. ch'ortí' y poqomam, lenguas ergativas, primacía del aspecto sobre el tiempo verbal, etc.).
Por esta doble paradoja, desde el siglo XIX, el indigenismo inventa un "indio en pintura", sin el derecho elemental al zoon politikon (animal político) ni al zoon logos ejon (animal dotado de lenguaje). Esta postura persiste hasta el presente, cuando la moda de la descolonización ignora las filosofías indígenas. El contraste entre los estudios mexicanos —con una filosofía náhuatl desde 1956— y los salvadoreños sin una filosofía lenca en 2022, no podría ser más radical. Ya se mencionó que al hablar de "el 32", nadie transcribe manifiestos náhuat. Quizás, se insiste, si Prudencia Ayala queda en el silencio por no ser "mujer soñadora", igualmente en 1932, Feliciano Ama debe acallarse por no ser un "indio contemplativo" como Juan Pashaca ("Boletín de la Biblioteca Nacional", abril de 1932).
Basta revisar los estudios más desarrollados sobre las revueltas indígenas del siglo XIX para verificar la larga dimensión del silencio. Las ciencias sociales no necesitan otorgarle la voz al indígena para entender, objetivamente, su actividad política. El caso más connotado es el de Anastasio Aquino (1833) cuyo presunto testimonio lo transcribe José Antonio Cevallos (1891), un enemigo, sesenta (60) años después. Por decreto historiográfico, para entender el 2022, hay que esperar la llegada de 2081, cuando quien degrade al testimoniante despliegue su visión del mundo como nonohualca o nononti, mudo, esto es, Aquino sin lengua materna ni coloquial.
La tríada náhuat -mati, -ix-mati e -yul-mati –saber, co-nocer (saber visual) y creer (saber cordial)— apoya el análisis de esa contradicción flagrante. Los estudios culturales saben, pero no conocen ni creen, ya que convierten al indígena en un objeto sin derecho al habla. Parecen olvidar que el crédito financiero deriva del credo (-yul-mati-lis), esto es, de la cordialidad comunitaria que funda la economía. Incluso, durante la época más radical, el canon testimonial de la guerra civil desdeña el estudio de los verbos testimoniales en las lenguas indígenas, aun si Rigoberta Menchú es quiché. Esta prohibición académica sólo puede revocarla una documentación primaria, en las lenguas indígenas salvadoreñas, que el canon monolingüe no estudia desde su fundación castellano-céntrica. Con el arraigado deseo de equivocarme, en 2022 no existe una sola antología mito-poética del ch'ortí, pokomam, xinca, náhuat, lenca, cacaopera, etc., irrelevantes para la filosofía latinoamericana en boga. Toda co-incidencia entre el marxismo institucional —Gespenst o Espectro que circunda los recintos universitarios— y el -Kujkul náhuat resulta irrelevante, aunque ambos refieran la misma fantasía llamada dinero o capital, la cual transforma lo natural en mercancía.
IV. Conclusión
Para concluir, se recalcan las tres paradojas de los estudios culturales, al asumir el estado de excepción, es decir, al remitir toda oposición fuera de su prestigioso recinto académico. Hay Incoherencia de restituir los archivos nacionales, incoherencia de aplicar la teoría de género a los "héroes de la pluma" e incoherencia de exigir filosofías indígenas. Sólo el sinsentido reclama que se publique una antología cultural de 1932, que se restituya a la mujer en la obra de los clásicos consagrados —hoy en la celda, "de las mujeres mejor no hay que hablar", pues el hombre "inventa una mujer a la medida de su deseo". Igualmente, resulta irrelevante que se estudien las lenguas y filosofías indígenas en un mundo monolingüe.
Por este triple ideario, acepto mi posición que en palabras de Salarrué la califica de "podredumbre", ya que de mi aceptación en estiércol académico "brota el germen de la vida". No hay Flor (Anthos, Shuchi-kisa) sin la descomposición del abono y del grano, esto es, sin enterrar/sembrar (tuka) la diferencia. En palabras de Roque Dalton, "el más deformado" es "el más profundo", "una inmundicia", "un idiota" de quien "hay que eliminar...todo recuerdo" al florecer. En términos políticos, los estudios culturales reciclan esta oposición al reclamar para sí las ediciones sin censura y oficiales de la dictadura, así como evadir toda publicación editorial conjunta con el enemigo. La teoría fantástica de Hiara-Adina —a cuerpo bello, alma horrible, viceversa, a alma bella, cuerpo horrible— sigue vigente de esta manera, según el ideal de conciliar la apertura política de la democracia con la editorial de la dictadura:
Dictadura vs. Democracia
Acción política negativa Acción política positiva
X
Acción cultural positiva Acción cultural negativa
(para Dalton, consúltese quiénes lo asesinan, cuál gobierno autoriza publicar su "Poesía completa", y cuál otro evade su "Prosa completa". No extraña que actualizar en la academia el legado revolucionario de Dalton vaya del par a la ley bitcoin, la prisión de las maras "terroristas", el estado de excepción, la ley "crecer juntos" sin derecho de elección femenina, emigración constante, construcción de cárceles, etc., y la carencia de un movimiento popular de liberación).
Se habla de democracia sin lugar para un "conflicto de interpretaciones". La paradoja no podría ser más flagrante. Si en 1932 la dictadura edita a sus enemigos —el cimiento intelectual de la izquierda académica en 2022— en el presente no existe una sola publicación que admita a sus adversarios, a quienes la democracia censura. Sólo la dictadura de Maximiliano Hernández Martínez le abre un espacio editorial al enemigo —"tenía toda la razón", según el "poema jubiloso" de Dalton— mientras la academia actual lo remite al oprobio. Parecería que la aritmética elemental es más compleja que los asuntos culturales y políticos. Por ello, si en la escuela la niñez aprende que la suma demuestra las infinitas maneras de decir un simple número —4=2+2=3+1=...— los estudios culturales enseñan que sólo existe una forma de referir la cuestión cultural y la política: la mía y la de mi partido. Sin ninguna incidencia de los estudios culturales en la política de 2022, su orgullo siempre tiene razón al excluir la diferencia. Desde Comala siempre, por la "cordialidad (yul-) que hospeda (-kal) la mirada (-ish/-iix)", la identidad/-Yulishkalyu cambia según la recolección (Logos) de tópicos que "custodia/mira con asombro (-ish-pelua)".
A la espera que, en vez de prisiones, el Ministerio de Educación, las Alcaldías y las Universidades ofrezcan proyectos pedagógicos de formación concreta que —como Astrólabe— inserte a los jóvenes en actividades creativas y laborales. Para el indigenismo, ya se sabe que El Salvador es el único país del mundo con un Museo de Antropología (MUNA) en nombre a un anti-indigenista—David J. Guzmán— al igual que las filosofías ancestrales las excluyen la descolonización y la filosofía latinoamericana de la liberación académica. En cuanto a la mujer, Esme simboliza hoy la injusticia y el silencio cultural de su destino carcelario. Pregúnteselo a Beatriz...Rafa