I. El engaño
La van a reconstruir pronto. La van a dejar bien bonita.
Esas fueron las palabras que Esmeralda Ramos escuchó aquella mañana de agosto de 2023 en la que la directora les informó que el Centro Escolar Caserío El Amatillo, ubicado en Santa Ana Centro, sería demolido para construir uno más moderno. No les consultaron nada. Únicamente les informaron.
Esmeralda recuerda que la directora estaba entusiasmada, con los ímpetus desbordados, totalmente convencida que pronto tendrían una nueva escuela; mejor estructurada, más ordenada, con materiales didácticos actualizados.
Al mes siguiente comenzaron a derribarla. Arrancaron los techos, las puertas, las ventanas. Tumbaron algunas paredes. Todo transcurría normal, pero cierto día los trabajadores dejaron de llegar y la obra quedó abandonada. No regresaron más.
Los niños y las niñas del caserío se quedaron sin escuela. Las clases, sin embargo, continuaron de manera irregular.
Esmeralda, que tiene a cuatro nietos matriculados, asegura que al inicio los llevaba donde los maestros para que les asignaran o les calificaran las tareas. Pero la dinámica no era funcional.
Fue entonces que se organizaron para encontrar un espacio físico en el cual pudieran reanudar las clases presenciales. Maestros y padres de familia trabajaron para improvisar un centro de estudios en la casa de doña Yolanda Castaneda, ubicada en el mismo caserío, a unas cinco cuadras de la escuela.
En medio de un piso de tierra colocaron láminas y manteles viejos para dividir los salones. Adentro acomodaron mesas y sillas plásticas, pequeñas pizarras, algunos materiales didácticos, principalmente donde reciben clases los niños y niñas de primaria.
«Desde entonces comenzaron a recibir clases por poquito, porque solo van una o dos horas. Eso es algo que les ha afectado, porque les está costando aprender a leer y a escribir», lamenta.
Esmeralda asegura que los estudiantes de primer ciclo asisten a clases por la mañana y solo reciben dos horas máximo. Luego es el turno de los de segundo clico y llegan hasta el mediodía. Por la tarde tienen su espacio los de tercer ciclo.
«Las galeras que se hicieron en donde la niña Yolanda han ayudado. Pero no son suficientes, porque los bichos están todos apiñados y solo reciben pocas horas de clases… Ya dos años sin la escuela y la verdad hace una gran falta».
II. Las falsas promesas
En enero de 2019, en plena campaña electoral, Nayib Bukele dio a conocer el Plan Cuscatlán que contenía los proyectos que ejecutaría en caso de ganar la presidencia de la República. El tercero lo tituló «Mi nueva escuela».
En medio de una lluvia de aplausos, Bukele dijo que El Salvador no se iba a desarrollar si no se le apostaba a una educación calidad. Ni aeropuertos, ni trenes, ni carreteras eran suficientes si no se elevaba el nivel educativo del país.
Bukele criticó el modelo de educación del anterior gobierno y mostró fotografías de escuelas en mal estado. Luego cuestionó: «¿Ahí queremos que pasen todo el día nuestros jóvenes, nuestro futuro, nuestros niños?».
Entre otras cosas, explicó que «Mi nueva escuela» no solo era mejorar la infraestructura de los centros escolares, sino cambiar los planes educativos donde los estudiantes recibieran «inglés y robótica», y donde la computación no fuera una asignatura, sino un eje transversal en toda la educación.
Indicó que su apuesta era construir clínicas de salud en los centros escolares para «atender a nuestros niños» y de esa manera liberar el sistema de salud.
«Mi nueva escuela no solo es una escuela, es un detonante, en cada cantón, en cada caserío, en cada comunidad, para desarrollar lo local. Y de la sumatoria de todo lo local desarrollamos todo el país», manifestó.
Concluyó diciendo que la apuesta era que las nuevas escuelas fueran diseñadas por arquitectos salvadoreños, y, de esa manera, «ponemos a nuestros mejores talentos a diseñar la escuela del futuro».
El 7 de septiembre de 2022, cuando Bukele llevaba más de tres años en la presidencia, lanzó finalmente el proyecto «Mi nueva escuela». Lo hizo desde el Complejo Educativo José Ciro Brito, en Nahuizalco, Sonsonate.
El mandatario volvió a mostrar fotografías de escuelas en mal estado y se quejó de los gobiernos anteriores. «Nosotros decimos: ¿ven esta escuela que fea está? Así nos la dejó la oposición, porque se robaron el dinero. Pero nosotros la vamos a construir y la vamos a dejar así. Eso no es excusa. Es memoria histórica… Es importante recordar la historia para no repetirla», se excusó, pese a que en otros contextos ha preferido olvidar la historia.
Bukele reiteró que «Mi nueva escuela» no solo era la remodelación de los centros escolares, sino que se trataba de «una reforma completa de todo el sistema educativo». Aseguró que, para entonces, ya se le había subido «un poco» el salario a los maestros y se les había entregado una laptop a todos los estudiantes del país. Destacó que en tres años habían incrementado la inversión en Educación del 3.7 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) al 5.1 por ciento.
Pero de todo eso lo único verdadero era la entrega de las laptops, pues, según gremiales de maestros, Bukele no les ha aumentado el salario desde que llegó al poder. Al contrario, en 2024, en medio de una ola de despidos de empleados públicos, entre ellos maestros y maestras, recortó significativamente el escalafón en Salud y Educación.
En cuanto a la inversión en Educación, según cifras oficiales, en el primer quinquenio de Bukele – el legal– únicamente alcanzó una inversión del 3.92% del PIB, un poco más que los 3.8% que logró la anterior administración, presidida por Salvador Sánchez Cerén, del Frente Farabundo Martí Para la Liberación Nacional (FMLN).
El mismo día del lanzamiento de «Mi nueva escuela», Bukele se comprometió a reconstruir 5 mil 150 centros escolares en cinco años, un promedio de «dos y pico por día». Agregó que estas nuevas escuelas no tendrían «nada que envidiar a un colegio privado», pues «como siempre hemos dicho, lo público debe de ser mejor que lo privado».
Para diciembre de 2024, más de dos años después de haber lanzado el proyecto, únicamente había remodelado 49 centros escolares en todo el país. Muchas escuelas habían sido demolidas y abandonadas por las empresas constructoras. Muchos niños y niñas comenzaron a recibir clases en peores condiciones de las que Bukele había mostrado públicamente.
El centro escolar de El Amatillo, en Santa Ana, fue uno de los casos.
III. Los afectados
Mónica García es madre soltera y su hija es una de las alumnas que se han visto afectadas por el cierre de la escuela del Amatillo, pues la irregularidad y el poco tiempo que recibe clases han limitado su formación. Actualmente cursa quinto grado, pero pareciera que desde hace dos años «sus conocimientos se han estancado».
El día de la reunión convocada por la directora, Mónica estuvo presente y observó a «gente desconocida» que dijeron ser empleados del Ministerio de Educación.
«En esa reunión nos decían: ya va a estar la escuela, ya va a estar la escuela. Pero hasta la fecha nada de nada, seguimos sin escuela para nuestros hijos», se lamenta. Luego agrega que el centro escolar no estaba en pésimas condiciones; tampoco era una infraestructura moderna, pero los salones «estaban en buen estado» y tenía los servicios básicos de agua y energía eléctrica.
Esta afirmación de Mónica coincide con las declaraciones que una residente de la zona le brindó al creador de contenido Rubí y sus aventuras en un video publicado en su canal de YouTube el 28 de diciembre de 2024. «Da lástima, porque la escuela estaba bonita y la dejaron tirada», se escucha decir a la mujer que no aparece ante cámaras y que tampoco es identificada por su nombre.
El pasado 22 de mayo, en medio de una crisis de imagen, Bukele relanzó el proyecto «Mi nueva escuela», con el que, según dijo, se intervendrían dos centros escolares por día. Reconoció que no habían logrado reconstruir 1 mil escuelas por año como lo prometió en 2022, justificando que no sabían que algunas escuelas no tenían tuberías ni energía eléctrica, y que algunos terrenos no eran del Estado.
Como si el gobierno anterior no hubiera sido el suyo, y como si no hubiera adquirido varios préstamos millonarios para mejorar la Educación, volvió a mostrar fotografías de escuelas en mal estado y culpó nuevamente a las administraciones anteriores de las pésimas condiciones de los centros escolares.
«Sinceramente no puedo comprender cómo pasaron gobiernos y gobiernos de derecha y de izquierda y las escuelas eran así… y estos fueron gobiernos que hicieron planos, sacaron préstamos internacionales… y ahora nos reclaman a nosotros de que no hemos terminado», expresó.
Ocho días después del anuncio de Bukele, y casi dos años después de haber sido abandonada, la reconstrucción de la escuela de El Amatillo fue reiniciada por el gobierno. Para ello se solicitó el apoyo de residentes de la zona.
«Cuando dijeron que iban hacer la escuela y que iban a estar anotando a los muchachos para que trabajaran, le dije a dos de mis hijos que fueran para ver si ayudaban a construir rápido la escuela, porque es duro que los niños estén amontonados por allá», comenta Esperanza.
IV. El financiamiento y la opacidad
El 7 de septiembre de 2022, cuando Nayib Bukele lanzó el plan “Mi nueva escuela”, aseguró que este proyecto se ejecutaría «con fondos propios» y con dinero proveniente de créditos adquiridos con el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial.
El pasado 5 de febrero, la diputada de VAMOS, Claudia Ortiz, cuestionó la falta de transparencia sobre la ejecución del dinero destinado a la remodelación de escuelas y aseguró que la Asamblea Legislativa asignó, entre los años 2021 y 2023, un total de $492 millones para el proyecto «Mi nueva escuela».
Revista Elementos consultó más de un centenar de decretos aprobados por la Asamblea Legislativa entre enero de 2020 y junio de 2025 relacionados a la adquisición de préstamos. Entre estos se encontraron cuatro créditos que supuestamente fueron destinados a mejorar la calidad educativa en el país, uno de ellos menciona específicamente el proyecto «Mi nueva Escuela».
Por ejemplo, el 19 de agosto de 2021 se aprobó la contratación de un préstamo con el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) por un monto de $200 millones de dólares para «financiar la ejecución del programa Mi nueva escuela», el cual tiene como propósito «apoyar la educación a nivel nacional a través del diseño, construcción y mejoramiento de las instalaciones educativas en su infraestructura para lograr un impacto positivo en el aprendizaje de la niñez y jóvenes».
Un mes antes, el 13 de julio de 2021, la Asamblea Legislativa le había aprobado al Gobierno la contratación de un préstamo por $100 millones de dólares con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) «para financiar la ejecución del Programa de Mejora de Calidad y Cobertura Educativa: Nacer, Crecer, Aprender».
El 2 de diciembre de 2021 se aprobó la contratación de otro préstamo por $214 millones 700 mil dólares con el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) para el «Programa de Reducción de Brecha Digital en Centros Escolares de El Salvador».
El pasado 10 de junio, la Asamblea Legislativa autorizó la compra de un nuevo préstamo por $75 millones a la Corporación Andina de Fomento (CAF) para financiar el «Programa sectorial de Apoyo al Fortalecimiento Integral de la Educación en El Salvador».
Se solicitó información al Ministerio de Hacienda, por medio de la Ley de Acceso a la Información Pública (LAIP), sobre los desembolsos y la ejecución detalladas de los prestamos anteriores. No obstante, por medio de la resolución referencia UAIP—RES-077-2-2025, el Ministerio de Hacienda respondió que «por limitaciones de recursos se dificulta atender requerimientos especiales que implican hacer uso del personal para la preparación de información o documentación».
En la misma resolución se remite al sitio web de Transparencia Fiscal del Ministerio de Hacienda, donde únicamente se encuentra información general sobre la aprobación y ejecución de préstamos.
Hasta la fecha el gobierno no ha transparentado el total de dinero invertido en el proyecto «Mi nueva escuela», que, como Bukele dijo, se trata de una reforma integral de Educación. Tampoco ha detallado a qué empresas les adjudicó la reconstrucción de centros escolares y por qué una de ellas, de origen mexicano, abandonó las obras sin concluirlas.
Esto ha provocado que los niños y niñas no tengan espacios adecuados para recibir sus clases. Algunos lo hacen en casas particulares, en la parroquia o en la casa comunal.
El abandono de la escuela del Amatillo, en Santa Ana, es uno de estos casos.
V. En una escuela que no es escuela
Apenas nos habíamos acercado al terreno donde antes fue la escuela del Amatillo cuando un grupo de trabajadores nos rodearon. Querían saber quiénes éramos, por qué estábamos tomando fotografías y videos.
La llegada de Esperanza y Mónica distendió el ambiente. Les explicamos que éramos periodistas y que nuestro único interés era conocer las condiciones en que los niños y niñas del caserío recibían las clases.
Esperanza comenzó a explicar lo del engaño en la remodelación del centro escolar, sobre el abandono de la obra y las dificultades para el aprendizaje de sus nietos. Mónica, que estaba junto a su hija, también comenzó a lamentar la situación.
Los trabajadores se dispersaron, poco a poco, hasta regresar a sus labores. Sin embargo, desde sus lugares soltaban algunas frases despectivas. A veces audibles. A veces inaudibles.
— Digan que ni la escuela ni los profesores servían —gritó uno de ellos.
— Ustedes no saben, no digan eso — respondió Mónica, quien nos aseguró que ella misma daba fe de la calidad de los maestros.
— No tenemos nada de qué quejarnos — secundó Esperanza.
Luego de conversar algunos minutos nos indicaron la forma de llegar a la casa de doña Yolanda Castaneda. Empezamos a caminar, calle arriba, en medio de una nube de polvo que levantaban los automóviles y las motocicletas que transitaban por la zona.
La casa de doña Yolanda es una típica casa de campo. Un patio relativamente extenso, rodeado de árboles, con gallinas andando de un lado a otro. En ese espacio se ha improvisado, desde hace casi dos años, la escuela del caserío.
Lo primero que nos encontramos al entrar fue una pequeña galera, construida a base de lámina, con mantas en los extremos para atenuar los rayos del sol. A un lado, unos pequeños banners que indicaban el nombre de la maestra y el grado escolar. Adentro había un rimero de sillas plásticas con algunos materiales didácticos amontonados.
Lo segundo que encontramos fue a un grupo de estudiantes, jugando con sus teléfonos, esperando su turno para recibir clases. Dijeron ser de octavo y noveno grado. El resto de los salones están sobre el patio, pero no elaborados con lámina. Lo que los divide son unas enormes mantas. Ahí encontramos a dos profesores conversando. Nos acercamos e iniciamos el siguiente diálogo:
Periodista: Buenas tardes, somo periodistas y andamos verificando las condiciones y la manera en que reciben clases los niños y las niñas.
Profesora: Pero esa información no se las podemos dar nosotros. Ahí la directora les tendría que dar información.
Profesor: Solo que la directora no está ahorita. Únicamente estamos dos maestros.
Periodista: Entiendo. ¿A qué hora podemos encontrar a la directora?
Profesor: No le sabría decir.
Periodista: A nosotros nos gustaría saber cuál es la dinámica de trabajo…
Profesor: Aquí estamos trabajando normal, en horario normal, mañana y tarde.
Periodista: ¿Son grupos pequeños?
Profesor: Sí, más o menos.
Periodista: ¿Cuántos alumnos reciben clases en total?
Profesor: Pues en la mañana…
Profesora: Perdón, perdón… fíjese que esa información no se puede dar así de manera abierta. Como le decía: tiene que ser la directora. Hay me va a disculpar.
Periodista: Entiendo. Entonces regresaremos cuando esté la directora.
VI. Los otros afectados
El pasado 16 de julio, el Ministerio de Educación publicó información sobre la reconstrucción del Centro Escolar Caserío El Amatillo en su sitio web «Dos escuelas X día», en el que se detalla que el área de reconstrucción es de 3,377 metros cuadrados y el monto de la inversión es de $1.3 millones.
Lo que no se explica es por qué la obra fue abandonada hace dos años por una empresa y cuánto se le pagó a esta empresa que solo desmanteló la escuela a la que asistían 154 estudiantes.
A pocos kilómetros del centro escolar El Amatillo, por la misma fecha fueron demolidas otras dos escuelas con las promesas de ser remodeladas. Pero ninguna fue reconstruida. Se trata de el Centro Escolar Los Apoyos y el Centro Escolar Las Marías.
En Los Apoyos son más de 208 estudiantes que también reciben clases en una casa particular y en la parroquia de la iglesia católica, en condiciones hacinadas, mal estructuradas e incómodas.
La misma suerte corren los 166 estudiantes de la escuela de Las Marías, quienes durante casi dos años han recibido clases entre la casa comunal y un espacio cedido por la iglesia católica.
Por eso en otras escuelas de Santa Ana los maestros y los padres de familia han puesto resistencia a que les destruyan sus escuelas con la promesa de entregarles una nueva. Este es el caso del Centro Escolar Santa Gertrudis, ubicado en Cutumay Camones.
— Aquí vinieron el año pasado (2024) con la idea de hacer una nueva escuela, pero nosotros les dijimos que si la querían arreglar tendría que ser quitando y poniendo, quitando y poniendo — comenta una mujer que tiene a dos hijos matriculados en esa escuela y que evita ser identificada por temor a represalias.
Esta escuela tiene algunas paredes deterioradas y los servicios sanitarios están en mal estado. Además, está cerca de una quebrada que en invierno se convierte en hervidero de zancudos.
Mario Benavides, secretario de Relaciones Nacionales e Internacionales del Sindicato de Maestras y Maestros de la Educación Pública de El Salvador (SIMEDUCO), asegura que en los últimos años han recibido información de profesores del occidente del país sobre escuelas abandonadas por el Ministerio de Educación.
— Nosotros no tenemos datos oficiales. Lo que conocemos es lo que dice el gobierno y las denuncias de algunos maestros y maestras.
Benavides, quien también es profesor en Santa Ana, dice que en los últimos dos años las denuncias sobre centros escolares en mal estado se han reducido, no porque las escuelas hayan sido reconstruidas, sino por el miedo a represalias.
— Hay profesores que informan con temor las condiciones en las que están sus centros escolares. A veces comparten fotografías. Pero se percibe mucho miedo. Hablan con discreción.
El Frente Magisterial Salvadoreño denunció en abril de este año el cierre de al menos 67 centros educativos a nivel nacional y el despido de 4,212 profesores. Algunos de ellos, como el caso de la maestra Idalia Zúniga, fueron despedidos luego de participar en una marcha realizada el 19 de octubre de 2024, en la que protestaron por la suspensión del escalafón salarial en los ministerios de Educación y Salud.
El pasado 14 de agosto, Bukele nombró ministra de Educación a Karla Trigueros, una capitana de la Fuerza Armada que no tiene ninguna experiencia en materia de educación y que en sus primeras acciones ha exigido medidas de orden, limpieza y disciplina para los estudiantes de las escuelas públicas, así como una serie de simbología y acciones más propias de la formación militar.
Estas medidas han recordado a los regímenes militares que gobernaron el país durante una buena parte del siglo pasado. Por ejemplo, el historiador Héctor Lindo Fuentes detalló que el dictador Maximiliano Hernández Martínez, quien gobernó de 1931 a 1944, «puso a militares en todos los institutos de secundaria del gobierno».
En fotografías publicadas en periódicos de la época se puede apreciar actos militares al interior de algunos centros escolares, tal como verificó Revista Elementos. Por ejemplo, el 23 de julio de 1942, el Diario Nuevo publicó que en la Escuela Normal de Varones, los alumnos hicieron «prácticas de ametralladora» frente a profesores y funcionarios públicos. Tres años antes, el 18 marzo de 1939, el mismo periódico documentó que alumnos de la Escuela Protectora de Menores realizaban «prácticas de ejercicios militares».
Más allá de la fallida reconstrucción de los centros escolares y el nombramiento de una militar en la cartera de Educación, Bukele no ha dado detalles sobre los cambios positivos de su reforma educativa que prometió desde hace seis años, cuando aún era candidato a la presidencia de la República.
*Con reportes de Carlos Hernández