Antes que el cielo comience a pintarse con los colores del amanecer y mientras escucha el cantar de los gallos, Hilda emprende su viaje en busca de agua. Como cada día. Como lleva haciendo toda la vida. Desde que era muy pequeña. Haga calor o el frío la acompañe. Haya descansado bien o haya pasado una mala noche. Todos los días, Hilda va por agua. Una hora y media de ida y una hora y media de vuelta; tres horas aproximadamente. Hilda Alvarado, de baja estatura y piel trigueña, con una sonrisa genuina y cierto brillo en sus ojos, es habitante del cantón Potrero Batres, Caserío Ladrillera en San Isidro, Cabañas Este.
El madrugón y recorrer un largo camino no garantizan conseguir el preciado líquido; la demanda es grande y el abastecimiento, mínimo. Solo en Potrero Batres hay más de 140 familias, es decir, prácticamente todo el cantón, que no tienen acceso a agua potable. Ni ahora ni nunca lo han tenido. «Cuando amanece, a las seis de la mañana, ya no hay agua», lamenta esta vecina.
El problema no es exclusivo. A unos cinco kilómetros de distancia de Potrero Batres, la población de Izcatal, también perteneciente al distrito de San Isidro, vive una situación similar. Fátima Velasco, una joven risueña y alegre, comparte con Hilda no haber tenido nunca acceso al agua potable en su casa. Ni ella ni sus padres. Nunca. A su lado, cuentan con resignación las dificultades que han tenido toda la vida debido a la falta de agua y el mal estado de la poca disponible. El padre, Ramiro Velasco, de hecho, sufre insuficiencia renal, aunque de momento no necesita diálisis. Un vecino, dada la etapa más avanzada de la enfermedad, sí recibe este tratamiento. En Potrero Batres, en lo que va de año, se registran cinco fallecimientos de personas por insuficiencia renal.
La población de ambos cantones debe rebuscar el agua cada día. Yendo a pozos y a nacimientos, después de caminar duras travesías y cargar pesados bultos, o comprándola cada semana o cada quince días. La ausencia de agua implica tiempo y dinero. Este problema histórico se ha acentuado ahora con el abandono de la municipalidad de Cabañas Este —consecuencia de la reestructuración territorial impuesta por el Gobierno ilegal de los Hermanos Bukele— que ha retirado la pipa que la alcaldía repartía de forma gratuita cada quince días. Desde la toma de posesión del concejo actual el pasado 1 de mayo, solo han recibido agua una vez. Desde entonces, cuando solicitan el servicio, la población de Izcatal y Potrero Batres recibe como respuesta, por parte de los encargados de la pipa, «se ha arruinado». Los habitantes de estas comunidades creen que ha sido trasladada al distrito de Sensuntepeque, donde aseguran haberla visto.
Al consultar a la alcaldía con relación al estado de la pipa, los datos facilitados sostienen que se encuentra en reparación debido a fallas generales de motor y fugas de aceite ocasionadas por el uso permanente del vehículo. En su lugar, exponen haber implementado «rutas de suministro de agua con pipas más pequeñas, aunque la frecuencia de los servicios se ha visto reducida». Información que difiere con lo que cuenta la población.
Mujeres cargando el peso de la falta de agua potable
Como Fátima Velasco y como Hilda Alvarado son muchas las mujeres de ambas comunidades que deben hacer frente a la crisis constante, pero acentuada, por la desaparición del servicio de pipas. Su vivencia diaria está definida por la falta del vital líquido. Sin agua, las labores domésticas, que recaen habitualmente en las mujeres, se complican. Lavar, cocinar, bañarse y limpiar se convierten en tareas más difíciles y que requieren de mucho más tiempo, madrugones y largas travesías incluídas. «Uno sin agua no es nada», afirma María Arias, residente del cantón Izcatal.
En El Salvador, las mujeres dedican, en promedio, 19 horas semanales más que los hombres a las actividades del hogar, y esta brecha se amplía a 24 horas en las zonas rurales. Este desequilibrio no es solo una cuestión de tiempo, revela una profunda conexión entre el acceso a agua de calidad y la justicia de género, según el informe El Salvador: agua, élites y poder, de Oxfam. Además de las tareas del hogar, son las mujeres quienes suelen asumir el compromiso de ir a acarrear el agua. Esta carga adicional no solo limita la autonomía económica de las mujeres, sino que también restringe su participación en la esfera política, perpetuando un ciclo de desigualdad que afecta su bienestar y desarrollo integral, según la organización internacional.
Izcatal y Potrero Batres son comunidades rurales. Las pequeñas casas de adobe con patios donde corretean gallinas, patos, descansa alguna vaca y varios perros que ladran cuando llegan visitas son habituales. Andar en sus calles requiere un poco de esfuerzo físico y concentración en las piedras sueltas para no tropezar. Hasta caminar es complicado, más aún si el destino diario son los pozos o nacimientos de agua a los que decenas de mujeres acuden cada día a partir de las dos de la madrugada.
Calles angostas, deterioradas y caminos con tramos solitarios son recorridos a diario por mujeres jóvenes, adultas o ancianas. La mayoría de las veces eligen ir acompañadas, por el miedo a la espesa oscuridad de la madrugada, hasta los pozos que aún tienen agua y que cada vez están más lejos. Hoy tampoco hay agua y el tiempo de ir en su búsqueda implica privarse de realizar otras actividades o de trabajar fuera de casa.
Las mujeres de Izcatal suelen lavar la ropa en El Hoyito, como llaman a uno de los pozos relativamente cercano al cantón, a media hora de distancia. En Potrero Batres al menos tienen acceso a lavaderos públicos, que sirven para lavar la ropa o bañarse. Cuenta Hilda Alvarado que estos lavaderos son el resultado de un primer proyecto de construcción de una caja de abastecimiento a partir de un nacimiento natural, construidos hace algunos años. Las soluciones para la falta de agua siempre han sido parciales y puros parches que han perpetuado los problemas de las comunidades.
Un derecho humano
El acceso al agua potable y al saneamiento son un derecho humano desde 2010. El 28 de junio la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Resolución 64/292 sobre el derecho humano al agua y al saneamiento, con 122 votos a favor, 22 abstenciones y ningún voto en contra. Las cifras demuestran que sigue sin cumplirse. En 2023, el 91 por ciento de los hogares en El Salvador contaban con acceso al servicio de agua por cañería, según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples del Banco Central de Reserva (BCR). En el área urbana, el acceso al agua por cañería alcanzaba el 96,1 por ciento, mientras que en las zonas rurales este porcentaje baja hasta del 82,6 por ciento.
Después de más de una década de los movimientos ciudadanos que pedían una ley de aguas, el 13 de julio de 2022 entró en vigor la Ley General de Recurso Hídrico, cuyos artículos 2 y 4 establecen que en el país se debe garantizar el derecho humano al agua. El artículo 5 fija que es obligación del Estado su regulación, gestión integral y administración. En Potrero Batres e Izcatal, en lugar de disponer de agua limpia, suficiente, accesible y a un costo asequible, en cantidad, calidad, continuidad y cobertura, según las consideraciones legales, viven en una permanente falta y escasez de agua, un bien inaccesible, inasequible, que les supone un gasto económico alto y que en muchos casos está contaminada.
La riqueza mineral de Cabañas Este se concentra particularmente en las zonas de San Isidro. La proximidad geográfica de Izcatal y Potrero Batres con la zona donde operó la mina El Dorado, de la empresa canadiense Pacific Rim, añade una capa de inquietud para la ciudadanía. Los temores de la comunidad crecen con la reciente amenaza de la reactivación minera en el país, un rumor que ha cobrado fuerza tras la compra de terrenos de la antigua mina, revelada por una investigación periodística de Revista Elementos. A esta preocupación se suma la contaminación de los ríos y quebradas de la zona, así como del agua subterránea, por plomo, arsénico y cianuro, vestigios de la actividad minera de principios de los años 2000, según registros de la Asociación de Desarrollo Económico Local Santa Marta (ADES).
Poca agua y cara
Este hoy tampoco tenemos agua que cada día acompaña a Hilda Alvarado, Fátima Velasco, María Arias y otros centenares de personas se traduce en tiempo perdido, problemas de salud y dinero. Cada hogar de Izcatal y Potrero Batres gasta, en promedio, $50.00 al mes, divididos en la compra de una pipa (159 litros) cada quince días para lavar, bañarse y limpiar. Para beber y cocinar necesitan agua filtrada que compran en fardos o garrafones de manera semanal. Sin agua no se puede vivir. Casi un 15 por ciento del salario mínimo se va en adquirir un bien que es un derecho humano. Y no todas las familias de Izcatal y Potrero Batres pueden afrontar estos costos, por lo que limitan el consumo de agua.
Los costos pagados en el área urbana y rural presentan una gran diferencia. En el área urbana la cuota más alta es de $20.00 dólares por un rango de consumo de 501 metros cúbicos en adelante, según la Empresa Municipal de Acueductos de San Isidro Cabañas (EMASIC). Las familias de estas comunidades deben pagar casi el doble por 0.159 metros cúbicos, los 159 litros que le compran a la pipa cada quince días. Quien no puede comprar el bien sacrifica actividades como bañarse o debe deshacerse de sus animales porque no pueden darles algo tan necesario como el agua para que sobrevivan. En la mayoría de viviendas hay de tres a cinco habitantes, incluyendo niños, niñas y personas adultas mayores. 159 litros cada quince días para cinco personas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), son necesarios entre 50 y 100 litros de agua por persona y día para garantizar que se cubren las necesidades más básicas.
Doña María Arias y varios de sus vecinos y vecinas del cantón Izcatal han optado por construir pozos artesanales para resguardar el recurso. Forman parte así del siete por ciento de la población de El Salvador que se abastece de agua mediante pozo artesanal, según datos de la encuesta especializada sobre el derecho humano al agua del Instituto Universitario de Opinión Pública IUDOP de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) de 2023. Los pozos son una solución individual y temporal. En verano bajan su nivel y quedan inutilizados. El estío también afecta a los nacimientos naturales a los que las mujeres acuden a diario en busca de agua.
En espera desde 2021
EMASIC es una dependencia de la Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados (ANDA) y se encarga de la administración, gestión y saneamiento del agua en el distrito de San Isidro. Pero no abastece a Potrero Batres ni a Izcatal. Desde la compañía pública argumentan varias razones, como la distancia y altura a la que se ubican estas comunidades, expone el gerente general, Lucio Mendoza.
El sistema utilizado por EMASIC funciona por gravedad, por lo que la presión no llega a la altura de estas comunidades, justifica Mendoza. El gerente explica, además, que el sistema de ANDA no daría abasto a una ampliación ya que necesitarían equipos de bombeo y no tienen la capacidad de instalarlos.
Solo una pequeña parte de la zona baja del cantón Izcatal cuenta con agua potable, suministrada por EMASIC. Sin embargo, siempre hay un pero: el servicio tiende a presentar deficiencias y tampoco es continuo ni permanente.
La falta de agua potable, aún cuando es un problema histórico en estas comunidades, ha empeorado en los últimos meses ante la ausencia de pipas. La Alcaldía Municipal de Cabañas Este extingue la esperanza de los habitantes de estas comunidades por conseguir agua potable. El 21 de agosto del 2021 vecinas y vecinos de ambas comunidades bajo la gestión de la municipalidad anterior presentaron un perfil para la elaboración de una carpeta técnica sobre un proyecto de potabilización de agua ante la Dirección de Obras Municipales (DOM), que depende del Gobierno central. La población asegura no haber tenido respuesta de la DOM.
En el perfil se propone llevar agua desde un pozo del polideportivo de San Isidro, estableciendo una planta de tratamiento para resolver el tema de metales que tiene esa fuente de agua. Colocar un tanque en un cerro cercano conocido como El Orégano y de ahí generar una red de distribución para alimentar las viviendas de los cinco caseríos de Potrero Batres y de los tres caseríos de Izcatal. Así lo explica una fuente de la municipalidad anterior.
Ante el paso de los años y el silencio de la administración, el 26 de enero de este año la población de estas comunidades realizó un plantón frente a las instalaciones de la DOM en San Salvador, para exigir respuesta a la solicitud presentada. Doña Ana Contreras enfatiza en que «nunca habían llegado a este punto» en el que la municipalidad les da la espalda, al no dar seguimiento ni insistir en este proyecto a pesar de ser urgente.
Según una publicación del 25 de julio en la página oficial de Facebook del alcalde actual, Edgardo Portillo, la municipalidad en conjunto con representantes de la DOM y de las empresas que ofertarían sobre el tratamiento de calidad de agua para Potrero Batres e Izcatal realizaron una visita técnica al pozo existente para la verificación de su estado. De esa visita los habitantes desconocen el resultado. Según información proporcionada por la alcaldía municipal solo apareció un representante de una empresa por lo que los técnicos de la DOM se retiraron.
La propuesta fue presentada hace tres años, pero la municipalidad actual ha priorizado la construcción de un techo en la plaza del Parque Central de San Isidro. Así lo cuenta una publicación del 6 de septiembre de la misma página.
Varias de las personas residentes de las dos comunidades afectadas expresan su descontento e inconformidad. Una de ellas, que no accedió a ser identificada, dice abiertamente estar «peor que antes» y lo asocia a la reestructuración municipal que se materializó desde el 1 de mayo con la implementación de los nuevos gobiernos municipales. La mayoría de entrevistados coincidieron en que no solo se está dando una aparente centralización de recursos sino también de proyectos. Mientras en otros distritos remodelan parques, construyen plazas o mejoran las calles, a estos cantones simplemente los ignoran.
Hilda, Fátima, doña María, doña Ana, sus vecinas y sus vecinos, quienes accedieron a compartir su realidad pero rehusaron a aparecer en fotografías, viven en una contradicción con la Ley General de Recursos Hídricos. «A mí si me dijeran ‘mire tiene que ir a zanjear para poner el agua’ yo voy y sé que la comunidad que necesita el agua va», cierra Hilda Alvarado con voz segura y valiente.
Crisis hídrica
El Salvador es parte del llamado Corredor Seco Centroamericano, una zona altamente vulnerable a eventos climáticos extremos en la que se suceden largos periodos de sequía con intensas lluvias. Las sequías son ahora más prolongadas y severas, y las inundaciones, inesperadas. Estas alteraciones climáticas afectan a los medios de vida, a la degradación ambiental y a la seguridad alimentaria, sobre todo de comunidades rurales. Según Amalia López, de la Alianza Nacional contra la Privatización del Agua, a pesar de la existencia de la Autoridad Salvadoreña del Agua (ASA), en el país no se están implementando alternativas, como la cosecha de agua en las comunidades rurales, con las que se aprovecharía el agua lluvia. Las soluciones, de nuevo, son individuales. Las poblaciones de Izcatal y Potrero Batres almacena agua lluvia en barriles, en invierno. Los barriles, blancos, azules, grandes, pequeños, de metal o de plástico, forman parte de la postal de estos cantones, de su panorámica, de su día a día, de su hoy tampoco tenemos agua. Garrafones, botellas o huacales completan el paisaje. Utensilios medio llenos o medio vacíos de agua, porque, como asegura doña Ana Contreras, «cada vez hay menos agua». Potrero Batres e Izcatal son zonas montañosas donde sus suelos no son capaces de infiltrar y retener la cantidad de agua necesaria para que los acuíferos sigan alimentándose, expone López.
Uno de los principales problemas que enfrenta la población salvadoreña es la escasez y falta de agua, recoge el citado sondeo. Además, según la encuesta especializada sobre el derecho humano al agua del IUDOP, el 79,8% de las personas entrevistadas considera que en el país existe crisis hídrica. La preocupación por el agua se ha convertido en un tema central en la vida diaria de Izcatal y Potrero Batres; mientras las fuentes se agotan y los esfuerzos de la población por conservar lo que queda son cada vez más insuficientes.
«En El Salvador están convirtiendo al agua en un bien escaso y por tanto caro para la población», expone Amalia López. La experta considera que las administraciones locales y nacionales están obligadas a buscar alternativas o políticas públicas «para que la gente no la pase tan mal, se le pueda dar comida, se le pueda proveer de agua y eso no lo está haciendo el Estado».
Este texto fue producido gracias al apoyo del Programa de becas de la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES).