Masferrer adoptó ciertos conceptos del socialismo anarquista, pero en ningún momento abogó por el desmantelamiento del Estado porque el Estado debía fungir como un intercesor que debía conducir al orden; si en Marx es un instrumento de explotación en Masferrer es un árbitro imparcial que administra justicia equitativa y es un buen administrador de los recursos públicos. La idea de fondo aquí es que en muchas ocasiones, las leyes protegen el status quo para que no hallan cambios en el sistema económico y si no hay cambios se mantienen los privilegios y es precisamente aquí donde se da una correlación de fuerzas entre los distintos actores políticos dentro de un escenario donde se dan choques y conflictividades debido a que cada sector defiende sus propios intereses y para hacerlos prevalecer utiliza distintas estrategias como establecer alianzas, difamar, utilizar los medios de comunicación para vender su visión de la verdad, caer en clientelismos o comprar voluntades, esto es normal que sea así si se analiza el origen del concepto de política que significa «parte», es decir, los políticos nunca representaran los intereses generales del pueblo aunque esa sea la idea que se promueva dentro del marketing político. Todas las partes pelean egoístamente para tomar la mayor tajada del pastel, una vez hecho efectivo el voto, el demos pierde el kratos, y es aquí precisamente donde la democracia sufre una crisis de identidad.
La idea del Mínimum Vital es crear una armonía entre estos intereses contrapuestos para crear un equilibrio social. En ese sentido, Masferrer hace llamados tanto a ricos como a pobres. Masferrer tampoco quiere hacer colapsar la democracia atacando las leyes y las instituciones. Lo que quiere resaltar es que bajo el ropaje de esa palabra tan loable pero tan prostituida se han cometido y se siguen cometiendo muchas injusticias. Si pensamos que no hubiese habido un grupo de hombres que hubiese atacado las leyes dadas por los Estados que protegían la esclavitud en Estados Unidos la esclavitud nunca hubiese sido abolida en un país que hoy en día se reconoce a sí mismo como el defensor de la democracia a nivel mundial.
El Mínimum Vital aspira, entonces a leyes justas y legítimas ante el pueblo y en este sentido un parámetro muy sencillo para poder determinar si una ley es justa es hacernos una pregunta ¿A quién beneficia o a quién perjudica dicha ley? Generalmente se educa a los juristas para ser fieles a las leyes porque eso es lo que provee de seguridad jurídica a un país, pero muy poco se les enseña a ser racionales a la hora de aplicarla, por eso se necesitan juristas más reflexivos, más pensantes, capaces de desvelar las intenciones que ciertos hombres interesados tuvieron al momento de crear una ley determinada. Los abogados no tienen que ser autómatas sino observar el trasfondo de las leyes y si las leyes son justas deben aplicarlas con fidelidad.
Por ejemplo, un aspecto que Masferrer criticó de las leyes de su tiempo fue que estas hacían la distinción entre hijos legítimos e ilegítimos, que a todas luces lesionaba la dignidad humana, por tanto, tuvo que haber habido un cierto número de juristas pensantes que no simplemente se contentaron con acatar dicha ley para respetar el estado de derecho sino que vieron en ella el error y la modificaron.
He aquí donde las injusticias barnizadas de legalidad no deben de ser toleradas, de lo que se trata entonces es de crear un sistema legal justo que en vez de causar malestar genere estabilidad y ciertos consensos donde cada actor político ceda en algo.
Masferrer no pediría al capitalista o al banquero que renunciase a sus ganancias, sino que simplemente no estafe a su propio pueblo o que no despida de manera arbitraria a su empleado. Durante la pandemia muchos empleados fueron cesados, a otros se les redujo de manera unilateral su salario y entonces ¿y las leyes? ¿Y el derecho a la vida? ¿Por qué en algunas ocasiones se cumplen las leyes de manera fiel y en otras no? Y eso es otra cosa muy importante de destacar del Mínimum Vital y es que cuando Masferrer escribe la teoría no está pensando en abstracciones filosóficas sino en situaciones concretas que por supuesto pueden evolucionar con el tiempo porque, como hemos venido insistiendo, hablar del Mínimum Vital no es estudiar historia petrificada. La función del historiador es describir un hecho encapsulado o sea no modificable, en cambio la función del vitalismo es defender el mismo principio o derecho ante circunstancias cambiantes.
En este sentido, según la misma doctrina jurídica, el derecho al trabajo no es privado ni público sino que tiene una naturaleza sui generis, es social, y esto es debido a que tiene que proteger el tejido ciudadano que es vulnerable ante ciertos empresarios quienes actúan desde un ámbito de superioridad incumpliendo o eludiendo sus deberes patronales.
Por otro lado, tal cual como lo establece cualquier código laboral del mundo, para Masferrer la contraprestación del trabajador es cumplir cabalmente con las obligaciones asignadas. Según puede denotarse en las palabras de Pedro de Alba, el Mínimum Vital es una doctrina social porque sin destruir al individuo Masferrer pone su acento en el «trabajo colectivo» y en el «interés colectivo».[1]
La obra de Masferrer se encamina a que todos gocemos de nuestros esfuerzos, pero además a que el progreso se administre o se distribuya entre todos de manera equitativa, por ejemplo, si hay una sola persona con mucha tierra y muchas personas sin si quiera una pequeña parcela es porque hay un mal de origen, un mal que incluso en muchos estadios de la historia ha sido legitimado por las leyes y aquí otro ejemplo de lo que hemos venido afirmando. En otras palabras: la obra de Masferrer nos invita a salirnos de la cuadratura del positivismo jurídico para llevarnos no solamente al uisnaturalismo sino al simple y llano sentido común o al buen sentido de dar a cada quien lo que le corresponde, que es el concepto clásico de justicia distributiva.
La historia misma ha demostrado que si las leyes defienden y protegen estructuras sociales injustas más temprano que tarde habrá una catástrofe social, tal cual las insurrecciones o los conflictos armados internos. Es por eso que la tradición de la izquierda siempre le apostó a la violencia no sin tener cierta razón, la lógica de la guerra justa; en este sentido el Mínimum Vital de Alberto Masferrer es preventivo, es una vacuna contra el virus de la codicia de los inescrupulosos que se aprovechan del trabajo ajeno, es un llamado a la conciencia para volver a la ecuanimidad.
El derecho laboral y el Mínimum Vital son sociales porque del propio trabajo no solo me beneficio yo, sino toda la sociedad y viceversa, Alba llama a esto «una cadena de influencias». Esta metáfora nos sirve para poner de relieve que la cadena es una sola y si se destruye por el eslabón más débil se destruye toda la cadena; o sea, si fortalecemos a los pobres, marginados, explotados etc., y les reconocemos sus derechos, la sociedad en su conjunto se recompone, lo correcto sería mantener la cadena en óptimo estado para que esta pueda hacer su trabajo sin romperse. La naturaleza social es entonces un infinito intercambio de fuerzas creadoras, el deber del Estado, de las leyes e incluso del sector privado es que nadie se vea excluido de este intercambio de energías. Entre mayor número de personas excluidas en esta sinergia, hay un mayor subdesarrollo social en el sentido de que el desarrollo y el progreso no llegan a todos por igual.
El socialismo masferreriano, precisamente consiste en no ser indolente con los menos favorecidos, que es un principio clásico del laborismo inglés. Ahora bien, en sentido estricto él no estaba hablando de que se le regalara nada a nadie, de beneficencia o de que se creara una especie de Estado benefactor de corte paternalista. Él estaba hablando de crear las condiciones necesarias concretas para que todos los ciudadanos pudieran acceder a ciertas oportunidades que les permitieran crear su propio destino dando paso así a un mejor destino para la nación.
Precisamente estos principios fundamentales son los que las clases privilegiadas se niegan a conceder. Siguen actuando bajo los esquemas de un darwinismo social inmoderado donde prevalecen la ganancia a toda costa, utilizando cualquier mecanismo. El Mínimum Vital nos trata de hacer entender que lo individual no necesariamente está peleado con lo colectivo, pero que si de todos modos, los intereses individuales se superponen a los colectivos, se producen asimetrías.
Ahora bien, otro punto fundamental del Mínimum Vital es la correcta utilización de los fondos públicos, ya que en sociedades con elites políticas altamente corruptas y con poblaciones altamente densas es casi seguro que se vulneraran los derechos colectivos de los pueblos y se acentuarán las brechas, por lo que surge la pregunta ¿Qué es lo que puede hacer el pueblo en este estado de cosas? Realmente muy poco, porque hay toda una configuración del sistema político para que esta situación permanezca así y es por eso que la política entendida como función pública ha perdido su dimensión teleológica y ética. Ante esto resulta muy conveniente que el ciudadano común se re-politice si quiere hacer cambios sustanciales, algunos ejemplos seguramente ha dado la realidad política centroamericana reciente, sobre todo, en Guatemala donde hemos visto a la ciudadanía levantarse contra políticos envueltos en escandalosos casos de corrupción.
El Mínimum Vital nos dice que el dueño de hacienda tiene que pagar de manera justa a sus jornaleros, que el empresario tiene que pagar bien a sus empleados, que el docente tiene que ser bien remunerado etc. Es decir, esta doctrina pretende que se valore a cada sector por su contribución al engrandecimiento de la patria, independientemente de la naturaleza de la labor, sea esta manual o intelectual. En realidad, lo que plantea es algo que para entender no requiere de mayor esfuerzo, pero que es muy difícil de llevar a la práctica porque no es una cuestión de erudición sino de voluntad y de valores como la honradez, la igualdad y la solidaridad. El término «justicia» viene de ajustar una situación «a» a una situación «b»; cuando esto no sucede se produce una incongruencia que para el que sale beneficiado es inexistente, porque vivimos en una cultura del disimulo y del egoísmo.
Para ejemplificar lo anteriormente expuesto solo habría que observar el fenómeno de los miles de salvadoreños que migran año con año, no migran porque quieran sino porque con lo que ganan no pueden sostenerse a sí mismos ni a los suyos. Las posibilidades se han cerrado. Las opciones se han agotado. Esta situación se ve agravada con la sustracción de los fondos públicos, todo ocurriendo ante una clase económica y política indolente y abstraída. Por tanto, como podemos darnos cuenta, El Mínimum Vital es intemporal porque toca los problemas neurálgicos que estaban presentes en la década de los veinte y treinta, pero que en los momentos actuales han tomado dimensiones desproporcionadas.
[1] Pedro de Alba “El Mínimum Vital y las clases trabajadoras”, La Prensa Gráfica, viernes 8 de marzo de 1946, No. 1137, p. 3, año XXXI.