II. Lengüicidio
Mientras se entreteje la trama de falsas acusaciones, un acto creativo ignorado inclina la balanza hacia la justicia. El lingüista estadounidense Lyle Campbell merodea por los pueblos del Occidente salvadoreño. Establece contacto con los nahua-hablantes. Realiza un serio trabajo de campo, mientras los disparos letales resuenan como truenos de lluvia destructiva cercana. El granizo alterna con el abono. Entre el deshacer del olvido y el hacer del recuerdo.
En mayo y junio, su lápiz fulgura la segunda obra magna del náhuat-pipil del siglo XX. Luego del alemán Leonhard Schultze-Jena (1930-1935), la recolección certifica la vigencia de la mito-poética en el canon literario salvadoreño. Los relatos “Los Huracaneros”, “El Arco” y “La Siguanaba” datan de junio y julio de 1975. Tinta roja al margen anota errores, correcciones, futuras enmiendas al réquiem sordo que apenas escucha. Emergen rostros mito-poéticos marginados: Los Huracaneros, Alvolario.
En firma invisible, las narraciones legalizan que el tornasol supera las armas. Los contemporáneos ignoran ese legado. Fluye sin cuenca común a sus designios políticos. Lo náhuat-pipil y la gesta social discurren por vertientes paralelas. Afines se reúnen en el infinito, es decir, en la Muerte. La cita converge en el deceso de una identidad nacional sin custodia de lo dual. Tal con-junción deduce la rima terminal de ambos actos: fratricidio y lengüicidio.
Acaso nombra el suicidio de la consciencia cultural en su doble afluente: urbana y rural; mestiza e indígena. El convenio del (des)encuentro iniciaría el ideal poético de la historia: estar-ahí junto a los muertos. Se llama “Juan Preciado”, quien se queda dormido y sueña el futuro al lado de los muertos. Lo recubre el pretérito revocado. Al medio de la identidad se sitúa la Muerte —que la vigila (i:x-pelua). La semilla/ojo (-i:x) en el fruto, espera el renacimiento.
La guerra reitera el olvido necesario al recordar. La obra de Campbell la destierra a los Países Bajos, en inglés y náhuat-pipil (1985), como la de Dalton emigra fragmentada hacia otros países. Entretanto, los estudios culturales florecen en el extranjero. Empero desdeñan un concepto náhuat-pipil clave. Sus mismas investigaciones lo proclaman esencial. Para entender el conflicto en el istmo centroamericano, se exige transcribir la versión oral de los hechos vividos. Sólo en español; English only.
Se trata del testimonio, precedente poético de la historia académica. La experiencia visual (-i:xpan; -i:xmati, de –i:x, “ojo”) de un evento no la privatiza el monolingüismo literario salvadoreño. Certifica una idea singular de historia náhuat-pipil. La óptica (-i:x) salvaguarda la vivencia comunal, antes de todo escrutinio. El co-nocer —co(n)- = with; Mitsein— precede el saber documental y abstracto. Asimismo, la creencia (-yu:l-mati) certifica que el relato de ese testimonio visual es verdadero. Empero, el rédito político de la época reniega de ese legado ancestral, intraducible a la inmediatez de su utopía.
Además de la noción de testimonio, otros conceptos mestizos claves adquieren un sesgo inédito. El temor y el miedo —su derrota legendaria— los encarnan figuras nocturnas. Es necesario confrontarlas para sobrevivir. Sean la calavera (-Tzun-Tekumat, “la Punta del Tecomate”), la Sihuanaba y el Cipitío, estos espectros se dotan de rasgos distintivos a la tradición castellano-mestiza. Ni la mujer seduce y atonta al hombre libidinoso, ni el niño se inviste de Cupido que arroja pétalos a las casaderas. En cambio, en trinidad con la Calaca, evocan lo Real de la Enfermedad y de la Muerte, esto es, el envés nocturno de la vida humana en su triunfo asoleado. Ambos polos giran en re-volución perenne alrededor del mismo astro en alimento.
El alimento verifica la guerra cotidiana. La batalla diaria presupone el crimen primordial. Un cadáver —vegetal o animal— se ingiere luego en aderezo. Si califica en fratricidio —cual la guerra civil de los ochenta— este nombre lo justifica reconocer la semejanza. Lo natural es lo propio a lo humano, no lo distinto ni distante. Tampoco lo inferior en sus cualidades químicas y biológicas. Exhibe el atributo corporal y anímico que sustenta lo humano. El notario de los Huracaneros rubrica la equivalencia entre lo animal y el ánima. La carne (nakat, meat) de pavo destila el sabor de la carnalidad (-nakayu, flesh) de su compañera desaparecida. Su memoria pervive entre huesos y plumas.
Delicadeza del ensueño. La mordida paladea el guiso. Al dormir le re-muerde el vientre en desquite recíproco. Acaso, por esa vivencia, se ingresa a la abertura (-ten) de “esa muerte” (-miki) “de cada noche, que se llama sueño” (-(i:x)-te(n)-miki). Nada resulta más sorprendente que la filiación del sueño y la muerte. El vaivén de la balanza rige las estaciones de la siesta y la vigilia. El xu:pan refugia la ilusión del “verde que te quiero verde”: la cosecha. Lo reseco del tu:nalku enmudece bajo la incandescencia de la lumbre y su dádiva pajiza: lo estéril.
Más allá de la gramática, el legado de una lengua lo testifican esos espectros (-Kuhkul, Gespenst), vivos en el remordimiento. Emanan de la violencia hasta esparcir su heredad en semilla (-i:x), sinó/homó-nimo del ojo (-i:x). Carcomen la memoria. Al hurgar el pasado, impulsan recuerdos hacia el porvenir. Re-volucionarios obstinados, los espectros “vuelven como la aurora y el ocaso”. Su estatuto jurídico, a veces se lo otorga el origen. Por ello, hacia esa misma época del desencuentro azaroso, los “fantasmas (Gespenst)” del marxismo asientan verdades científicas. Prometen el mundo dichoso de una nueva alba al alcance del ensueño armado. Por desdén, los manes (-Kuhkul) náhuat-pipiles dormitan bajo el letargo del silencio.
Sin embargo, perviven en la naturaleza humana a dueto indisoluble: cuerpo y alma, biología y energía psíquica. Por su perenne combinatoria —humano en la naturaleza; naturaleza humana— el dúo crece a imagen de su entorno. El emblema se lo otorga el fruto del morro. Lo calca la esfera de la cabeza, en su deseo de irradiar semillas migratorias hacia el ambiente. Se vuelve cogollo en flor bajo la lluvia tenue; sombra apacible, al sol radiante. Lo copia el vientre materno que sazona el feto en su vasija. Imagen del guiso, la fruta y el niño sazonan antes de desperdigarse en estallido nómada. A triple nombre según su variedad —tekumat/wahkal/chi:chiwal; “tecomate/huacal/chichihual”—, evoca ese triunvirato de recipiente natural y culinario, cabeza errante en su deseo, hasta seno materno en la sazón y el cuidado del engendro.
La planta explaya la divisa. Semeja la cabeza y el deseo; el vientre y la fecundación. El cuerpo es un árbol frondoso a hojas bruñidas. Difunde frutos verdes y letales como piedras macizas; frutas maduras en retoño promisorio. Tal es el zapote quien prosigue la insignia del morro. Al igual, surge en nuevo follaje —el pochote en algodón blancuzco. En la selva edifica los axis mundi, ejes que conectan mundos paralelos.
Paralelos, ya que los niños ((pih)pipil) cuelgan (-pilua) de sus ramas como en el aula aprenden del maestro. Su inmueble sólido archiva la Biblioteca de Cuzcatlán, la de Izalco, y otros pueblos hasta la remota aldea de Comala. Metáfora del Camino Real —enlace entre Aztlán y Cuzcatlán, del pasado al presente— la geo-grafía ofrenda el manuscrito más antiguo. La escritura (graphos) debe descifrarse en herencia interminable.
En limo, la vivencia de la lengua construye una vereda hacia la selva (kujtan). En el bosque, los hechos históricos difuntos se cobijan bajo la fronda de nuevas palabras. Paciente, el neófito estudia “como el árbol que no apremia su savia”. Es árbol de amate (amat) quien augura el papel (amat), la lectura (amatachia; amtaketza; amaita) y la escritura en cuaderno (amatzin). Sólo ve (ita) ese árbol (amat) que alza (ketza) el documento (amataketza) de lo pasado (ikman panutuk).
Asimismo, el cuerpo se halla inscrito. Un tatuaje natal —el ombligo— lo vuelve texto escrito, desde los comienzos en el reino de este mundo. Despojado de su investidura original —la placenta— inaugura su disgregación continua. Por su grandor (-we:yka), el cuerpo despliega una corporación de miembros. Se disocian según su potencial anímico cual el ojo en la óptica —cabeza (-tzuntekun), “renacimiento del morro/tekumat”; hueso (-u:mit), “vida latente”; corazón (-yu:lu), “vida, alma, energía”; mano (-ma:-), conteo (ma:kuil); etc.
Hecho fractal, el cuerpo humano semeja los ámbitos autónomos de las ciencias contemporáneas. Imita su vocación de fragmentos, en Aleph borgeano. Cada sección es un infinito (n+1). Todo segmento se divide en múltiples cascajos tan diminutos como lo conciba el imaginario (1/2, 1/4, 1/8…). Las partes sólo se vinculan en la ideología, dicen.
De esta disemi-Nación derrridiana brotan los Tepehuas. Derraman la lluvia, Esparcen flores y frutos. Prodigan la riqueza natural. Su dispersión en espectro —fantasma y banda en arco iris— anticipa la migración de sus protegidos: los salvadoreños mismos. Viajan; cambian de nombre —Tepehuas; Nanahuatzin—; mudan de ropaje según la temporada y el territorio distante. Hasta reconocerse en la chilena Gabriela Mistral. En intuición asegura “yo nací de un cuerpo tajado”, en fractal de semillero. El Big-Bang del cuerpo y las migraciones desembocan en una coda sin danza. En esa orilla, sólo “alcanza las estrellas” quien “lo cercano lo halla tan lejos”.
III. Coda sin danza
El proceder poético lo indaga la coincidencia de hechos en serie que se consideran independientes. André Breton
Dos eventos suceden hacia mediados de 1975. Por diseño científico de la historia, cuarentaitrés (43) años después, aún no se juzgan con-temporáneos. No com-parten el mismo espacio-tiempo —El Salvador-1975— sino ocurren sin co-nexión en una memoria escindida. La muerte del poeta y el estudio del náhuat-pipil no sellan juntos una identidad nacional. La una, injusta, recibe múltiples respuestas; el otro, imparcial y renovadora, pasa desapercibido hasta el anhelo actual de resucitarlo. Quizás por fin el presente desfallezca de evocar siempre hechos desmembrados.
Ambas esferas confiesan su vocación de Ave Fénix, en retoño de ceniza. “La ceniza habla; nexti taketza”, testifica el archivo milenario. El fichero le otorga el don de la palabra (Logos) —oral y escrita— al entorno, a las ruinas de la memoria. A su re-verso de olvido. En pareja rival, el legado sólo lo convoca la ficción de la poética. El arte (Tekhne) exhorta a rebasar la esquizofrenia, divisoria de disciplinas y comarcas. La identidad nacional se bifurca entre la literatura monolingüe y la revitalización gramatical.
Desde 1975, el azar objetivo —la co-incidencia— exige el rescate mutuo. La doble ofrenda elimina un cuerpo y un estudio. La restitución completa de ambas dotes asienta la obligación actual de una poética. Es necesario compilar el archivo del escritor: manuscritos originales del poeta; respuestas críticas a su obra literaria y política, en vida. Las opiniones post-mortem —necesarias también— jamás reemplazarán la documentación primaria, ausente en El Salvador.
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CUADRO I
I. Falta de concordancia de número
entonces naka-k pensativo muchi ne hwamilya tayika te: ki-kwah pe:lu ne uh-u:mi-t ni ke ne plumah (uh-u:umi-t ≠ poseído)
entonces quedó pensativa toda la familia porque no lo come el perro los huesos ni las plumas.
Nótense los siguientes tres rasgos: secuencia verbal pretérito-presente (1), falta de concordancia entre el índice de objeto singular (ki-) y las frases nominales plurales (2), así como carencia de posesivo en una parte esencial del cuerpo que en la oración anterior del mismo relato resulta inherente: ne i-uh-u:mi-yu ne chumpipi, “los huesos del chompipe”. Acaso “los huesos y las plumas” definan la unidad permanente de un solo individuo.
k-al-temultia; tah-ta:ka-met.
lo hacia/aquí baja, son-hombres = hacia aquí lo baja a los hoimbres
Nótese la falta de concordancia del índice de objeto singular (k-) con su referente plural (los hombres); el pasado, se recupera del contexto narrativo, a describir en seguida.
II. Falta de concordancia temporal
VI. El Nanahuátzin
(Cuisnáhuat, 1976)
a:xa:n katka se: ta:ka-t mu-na:miktih (1). tesu ki-mati katka ka ne i-siwa:-w se: bru:hah (2). ka tah-tayuwa kuchi nemi (3). ne i-siwa:-w ki:sa pa:xa:lua (4). mu-kech-kupi:na ki:sa pa:xa:lua (5). naka ne i-kwerpoh, se: maya ne i-tsuntekun (6). yaha ki-tahtan se: konse:hoh wan ki-maka-ke-t, ki-maka-t se: konse:hoh (7). k-ilwih-ke-t ma: ki-ma:walti chi:l (8). pwes ki-ma:waltih ne se:yuk (9). wi:ts ka madrugada ne i-tsuntekun; te:-ya su weli-k mu-sa:lua (10).
Ahora era un hombre se casa (1). No lo sabía que su mujer es una bruja (2). Que las noches está durmiendo/duerme está (3). La su mujer sale, pasea (4). Se quita la cabeza, sale, pasea (5). Queda su cuerpo, una sola la su cabeza (6). Él lo pide un consejo y le dieron, le dan un consejo (7). Le dijeron, le unte chile (8). Pues le unta chile el otro (9). Viene en la madrugada la cabeza; ya no pudo, se pega (10).
Nótese que al inicio el tiempo pasado sólo lo evocan katka en (1) y (2) —transcurre hacia el presente (2-6)— hasta el uso del pretérito plural -ke-t, en (7-8), y del pretérito singular -k en (10)
[…]
wan tami k-al-nu:ts-ke-t ne in-lama, ki-neki-t temu-t, ma: k-al-temulti (71). pwes ya:h-ki ne lamah-tsin (72). k-al-temultia; tah-ta:ka-met (73). k-ilwia-t ne in-lama, “na:ni:ta, mu:sta t-yu-t ti-yawi-t ti-ta-pe:wia-t”, k-ilwia-t (74).
y termina, llamaron la (es)-su-nana, lo quieren, bajan, que lo (=los) hacia/aquí-baje (71) pues llegó la (es)-viejita (72) lo hacia/aquí-baja, (son)-hombres (73) lo/e dicen la (es)-vieja, “nanita, nanita”, mañana vamos. cazamos, lo/e dicen (74).
III. Posesión inherente impredecible
ti-k-tu:ka-t ne i:x ne kakawa-t (i:x ≠ inherente)
sembramos la semilla de cacao = la-sembramos la semilla el cacao
ya:h-ki k-ita ne lamah-tsin; se:l pi:pil-tsi-tsin ne i-i:x-yu ne tekuma-t, se:l pi:pil- tsi-tsin (i:x = inherente)
Fue, lo ve la viejita; sólo son-muchachitos la su semilla del tecomate, son-muchachitos
Ejemplo de transgresión gramatical o creatividad poética. Las reglas normativas de la gramática no predicen la disrupción del tiempo gramatical —el pasado vivo en el presente— ni la concordancia. Se reproduce la parataxis que “parcela el acaecer en una serie de imágenes, a escasos personajes” (Auerbach). Igualmente sucede con la posesión inherente (-yu) del mismo objeto —semilla (-i:x)— que resulta impredecible, esto es, al arbitrio de la creatividad. narrativa.
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Es necesario restituir el archivo mito-poético náhuat-pipil y el Espectro (-Kujkul, Gespenst) del lenca y otras lenguas indígenas salvadoreñas en el olvido. La filosofía —la sabiduría (sophos) del amigo (philos)— y el legado literario de una lengua no los dictamina la gramática. Los dicta —Dichtung = poesía— la actividad creativa de los hablantes. Su inventiva —la demuestran los textos en Campbell— transgrede las reglas gramaticales: posesión, centro rector, tiempo gramatical, etc. (véase Cuadro I). La narrativa crea su propio universo del discurso. Las exigencias poéticas son múltiples, abreviadas así:
1) La lengua es acto de habla, antes que potencia gramatical; diálogo y texto, antes que oración aislada (véase Cuadro II), “por la violencia del análisis gramatical” (Paz, 49).
2) Creación social y personal, antes que reglas prescritas a aplicar en serie.
3) Enlace momentáneo entre esferas disímiles, antes que escisión analítica.
4) Duda perenne entre el sonido y el sentido, ya que el asiento sonoro, movedizo, descontrola al conductor-hablante; trastorna al acompañante-oyente, en duda de los sentidos literales. El sonido y el sentido sueldan su enlace indisoluble en la repetición sinfín en los relatos, antesala de la música actual. El ejemplo siguiente tipifica el estilo en música repetitiva de los relatos. Ta: ki-kwa ne ta:ka-t k-i:xti-lia, k-i:xti-lia, muchi k(-)i:xti-lia, ta: ki-neki ki-kwa muchi k(-)i:xti-lia, qué come el hombre, se lo quita; se lo quita; todo se lo quita; qué lo quiere, lo come, todo se lo quita.
5) La deuda en lengua, los vivos la contraen con los muertos. La experiencia directa y el testimonio en idioma guían el encuentro con los antepasados — con los –kuhkul. A menudo se comunican por un axis mundi arbóreo, preludio de la Biblioteca de Babel.
Opuesto complementario de la historia, la poética generaliza lo particular. Ofrece soluciones concretas, inventivas y proyectos futuros. Vaticina los hechos en palabras; los elabora en el idioma. Humilde servidora de la lengua, la poética aspira al discurso (Logos), sin calcar los hechos que arguye la historia a veces en performativo-imperativo. Sumergidos en el olvido no siempre brotan en evidencia racional; envueltos de moho, la poética los sueña en doble sentido: acto involuntario del recuerdo y plan futuro exhausto de fraguar ideas sin diferendo.
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CUADRO II
I. El Sipitillo (Lyle Campbell)
(Santo Domingo de Guzmán, julio del l975)
(El sipitillo es una criatura sobrenatural parecido al pulgarcito con rasgos del jinete descabezado).
Se omite el análisis lingüístico original para facilitar la lectura semi-literal. El texto aplica la idea intuitiva de todo hablante al traducir en calco, i.e., en español nuevo-mexicano: “traes los libros pa’tras = you’re bringing back the books”; “yo me gusta té caliente = I like hot tea”; “voy pa’dentro/fuera/rriba/bajo”. Además, la constante repetición resulta un rasgo estilístico común del habla náhuat-pipil y la “pop music” o “rap” en inglés (escúchese: J. Cole, Marroon 5, Ed Sheeran, Taylor Swift, etc.). De esta manera, sin calco absoluto, se copia el flujo sonoro de la lengua —la textura gramatical. Por convenio editorial, la glosa literaria la adapta a un ritmo musical ajeno, cuando el ritmo implica “la unidad de la frase” (51), en la cual “el mito regresa” (Paz, 63)
ne sipiti:yuh ni-k-i:xmati nu:san ka ki:sa tah-tayuwa nu:san wan nu:san a las doce de la noche (1). ne sipiti:yuh chikitik-chín ma: tumak ne i-xumpe (2). tesu ombrón, tesu ko:h-tik, chikitik-chín puru henteh (3). kah ki-chih kombenír ki-chih ganár nu:san (4). axta ki-maka tutu:nik ke:man kin-mu:tia (5). ya:ne (=yahane) k-ilwia-t sipiti:yut (6). varios tesu k-i:xmat-ke-t ma: ka ki-chih kombenír ki:sa, ki:sa con la noche, las doce de la noche, tayuwa (7). ne siyuhti ne nu-piltsin ki-mu:tih ka ya:h-ki ki-mu:tia tsana-t ne: tik ne mi:l (8). yahika ki-mu:tih-a, ina k-ita-k ne sipiti:yuh, ina (9). su:siu el pelu:du wan tumak i-xumpe, wan chikitik-chín (10).
Era muy sucio, peludo, con un enorme sombrero, y muy pequeñito (11). yahika ya k-i:xmati nu:san ne sipiti:yuh (12). ki-mu:tih (12). axta kukuya-k, ki-mak tutu:ni-k (13). apenas ni-k-pahtih, ni-k-mat reme:dyuh (14).
Traducción semi-literal (RLM)
El Cipitío lo conozco también que sale las noches también, y también a las doce de la noche (1). El Cipitío es pequeñito, pero enorme es su sombrero (2). No es hombrón, no es alto, es pequeñito pura gente (3). Quién lo haga-convenir/conviene, gana también (4). Hasta le da fiebre, cuándo los asusta (5). Éste le dicen Cipitío (6). Varios no conocen, que no lo haga-convenir/conviene, sale, sale con la noche, las doce de la noche, noche (7). Una vez al mi hijo lo asusta; fue, lo asusta zanate ahí en la milpa (8). Así es, lo asusta ya, cuenta, lo vio el Cipitío, cuenta (9). Sucio es, el peludo y grande es su sombrero, y es pequeñito (10). Así es, él lo conoce también el Cipitío (11). Lo asusta (12). Hasta enfermó y le da fiebre (13). Apenas, lo curo, lo sé el remedio (14).
Ejemplo de narrativa corta
La traducción semi-literal acentúa los rasgos estilísticos propios al idioma, a saber: testimonio visual (-i:x-mati = co-nocer), verbos conjugados en serie, parataxis “para expresar lo impulsivo y dramático”, repetición al soldar el sonido con el sentido, oscilación temporal al volcar el pasado vivo hacia el presente. Nótese también la diferencia radical entre la tradición literaria canonizada y la náhuat en el olvido, al comparar este relato con el cásico de Miguel Ángel Espino.
Rasgos narrativos distintivos
Versión Espino náhuat-pipil
Aspecto
Pelo - +
Sucio - +
Belleza + -
Flor (anthos) + -
Amor + -
Espectro - +
nocturno
Abandono + -
materno
Enfermedad - +
Susto - +
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En su hablar y escribir —en su creatividad y enlace— el habla sucede en sociedad. El Yo siempre debe admitir la posible disidencia del Tú. La poética culmina en el principio democrático del diálogo. Se desdobla en po-Ética. Es po-Ética en el instante en el cual la recepción invierte el dicho del hablante en espejeo. En el reconocimiento mutuo —Yo X Tú— brota una cultura del diálogo. Del respeto bilateral sin lo uniforme. La democracia se ancla en la po-Ética, en el acto de habla a doble faz.
Su carácter disímil entona —no una interpretación válida, la nueva historia oficial— sino una sinfonía coral en conflicto de voces engarzadas. La po-Ética no prescribe el monólogo ni el canto al unísono. El retorno nostálgico a 1975: cuerpo vivo del poeta faltante; carencia nacional del estudio náhuat-pipil. Situada en el extremo Sur —en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”— sugiere lo distinto. “Un libro (Yo) que no encierra un contralibro (Tú) es considerado incompleto”.
PRIMERA PARTE: Roque Dalton y el legado náhuat en Lyle Campbell (1)